viernes, 13 de noviembre de 2009

EL JARDIN (12)



EL FESTIVAL DEL RETORNO

El anciano llego un poco después de la madrugada. Venia cansado de caminar por tierras lejanas, muchos años, pero ya volvió. La gente del pueblo salio a recibirlo. Llevaron comida, ungüentos para sus pies, esencias de oriente para ensalzar su cuerpo. El rey mando sacar las telas más finas que hubieran en el castillo para que le confeccionaran al anciano la túnica más esplendorosa del reino. Pero el anciano no habla. El anciano solo llora. Lo llevaron después al castillo del rey y ante la vista eufórica de los vasallos, soldados y la corte real, le han servido los manjares más exquisitos para que comiera. Se levantaron las copas, repletas de vino, para celebrar la vuelta del anciano y durante tres días y tres noches, una fiesta impresionante se desarrollo en señal de júbilo general. Pero el anciano no habla. El anciano solo llora. Terminado el festín, la comunidad entera, ebria de vino y ansiedad, se han llevado al anciano por las calles del pueblo entre vítores de emoción y aceptación popular. Las ventanas de las casas han sido adornadas con gladiolos y rosas traídas de los montes cercanos. Se ha quemado incienso en cada hogar para que al momento de pasar el anciano, sienta el olor purificado del recinto. Finalmente ya hacia el ocaso, es conducido al centro de la plaza principal. Con todo respeto y amor sincero tres soldados del reino lo han atado a un poste, apretando con toda la fuerza posible sus muñecas y sus pies hasta cortar la circulación, para que el anciano sintiera la profunda admiración que en ellos generaba. Es entonces cuando la población frenética empezó a gritar, a chillar de excitación y morbo. Algunos no soportando tal adrenalina, cayeron desmayados en mitad de la calle. Los hombres eyaculaban en sus pantalones sin poderse contener y las mujeres sufrían de orgasmos múltiples, llegando al punto de arrastrarse por el suelo gimiendo y aullando como hienas. Sonó entonces una trompeta real. Y todo el mundo enmudeció quedándose estáticos en sus puestos y con la mirada fija en el anciano. Es entonces cuando el rey hace una seña y el anciano es rodeado por todas partes con leña seca, que iba depositando cada uno de los presentes. Terminado este ritual, el rey se acerca al anciano con una antorcha en su mano y una sonrisa libidinosa en sus labios. Luego suelta la antorcha en la leña seca y una orgía como nunca antes vista sobre la tierra se desata. El anciano es quemado vivo y el pueblo no podría estar más feliz. Pero el anciano no se quejo. El anciano no hablo. El anciano solo lloraba…

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