viernes, 12 de febrero de 2010

EL JARDIN (22)



INDIOS BOLIVIANOS

En el encallado tren y sus vías, viven esos vagos atrapados en ese mar de sal y piedras. Se oxidan y van chorreando grasa lumínica como en un marco de un lienzo de espejos. Algo pasa por sus cabezas y los va cortando adentro. Se le ven en sus rostros el surco que dejo el exilio de la mente que no aguanto mas tiempo. Caminan y no dejan rastro. Ya son un alma, pero un alma errante, perdida. ¿Para ser un alma por que hay que llegar tan lejos? Indios bolivianos interpretando los sonidos de la montaña en el medio de altos edificios por unas cuantas monedas. ¿Por que todos están tan lejos de casa? Ya no lo intenten más, caminando sobre el mar no quedan huellas. Ni siquiera las podemos dejar aquí…y ni con eso ganamos algo. El vino encuentra en su trayecto a mi garganta, el paso tibio por donde resbalarse. Yo aquí, sentado en este gran sillón, que escucha mis quejidos, cómplicemente. Destapo una carta que me llego de Panamá, y que habia dejado olvidada entre un libro, muchos años. Las mismas letras que siempre reclaman algo. La misma ternura que no sirve ya de nada. Queme entonces yo todas las paginas y celebre solitario, mi regreso triunfal a la desolación de mi espíritu, que es la luna mas roja del invierno. Volví mi rostro al pasar por el espejo y emprendí ese mismo viaje que realice hace muchos años. Desencaje mi idea mas preciosa, y así, salí en busca del sentimiento aquel, que ya ha crecido y ahora es adulto y sabio, como el añejo sueño de convertirme en un licor bueno. Pase por avenidas cortas, que ahora permanecen cubiertas por la lluvia. Como siempre.