viernes, 23 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (5)



PORRO  TRANCE

Al pueblo llego un día un hombre de aspecto extraño: Tenía el cabello hasta la cintura y la barba hasta el pecho. Vestía de blanco y llevaba sandalias. En su hombro derecho colgaba una mochila de lana y en su mano izquierda un palo de café sin ramas terminado en una horqueta. Los niños se reían a su paso y les llamaba tanto la atención que le siguieron y en un momento hubo tantos chicos acumulados que parecía una procesión. Era una mañana de Mayo y este personaje tan particular avanzaba por todo el centro de la avenida principal del pueblo ignorando los insultos y pitidos de los conductores que tenían que resignarse finalmente a que el tipo no se quitaría y buscaban vías alternas para continuar su rumbo. De todas las ventanas, balcones, puertas de las casas y negocios a ambos lados de la avenida salían todos los habitantes a ver el paso de este símil de profeta. A algunos les causaba cierto temor pues el verlo con esta imagen y seguido de tantos niños les hacia voltear la cabeza a otro lado, pero por mas que se resistían, no podían dejar de mirar. El hombre llego al parque central del pueblo y se sentó a descansar en el obelisco que señalaba el sitio en donde se habían depositado los restos del fundador del pueblo. De su mochila saco un porro de marihuana y lo encendió con calma ante la mirada ávida y sorprendida de la gente que lo había seguido a ver de que se trataba todo. En una hora absolutamente todo el pueblo estaba reunido en el parque, mirándolo a el, mirándose entre si, y sin comprender de que se trataba todo.

- ¿Qué esta haciendo? – Preguntaba una vecina
- Esta fumando marihuana
-¿Así? ¿Delante de todos?
- Si
- ¡Ah, que señor tan raro!

El porro que fumaba era de un calibre idéntico al de un tabaco cubano. El aroma dulzón de la yerba se fue filtrando en las fosas de todos los pueblerinos que empezaron a sentirse mareados. Los niños por su lado, se aburrieron de estar allí y empezaron a juguetear entre la gente y alrededor del parque central. A cada bocanada se iba creando una nube de humo que se quedaba dando volutas encima de su cabeza. La gente solo estaba allí parada, aspirando ese olor y viendo como el personaje en el que tenían los ojos clavado, tomaba cada vez mas y mas, una forma mas beatifica, por su traje y el humo, parecía que salía de alguna nube. Fue entonces cuando abrió la boca y empezó a hablar:

- He venido, señores, a hablarles de todas las cosas que yo he visto en mi vida. De lo divino y lo terreno. De lo debido y de lo prohibido. Ustedes. Gentes de buena fe, han sido elegidos. Si, así como lo escucharon, elegidos, para una misión muy especial que yo he venido a cumplir a estas tierras el día de hoy. Por favor, presten atención, escuchen. Los que no han visto aun, vean. Es hora de quitarse el velo de los ojos y ver las cosas como son en realidad. Yo he venido señoras y señores desde todos los mundos. Desde el mundo de los vivos y también del mundo de los muertos. Yo he visto a los difuntos. Yo los he sentido. Yo vi a través de los ojos de todos ellos sus tumbas. Yo he visto cosas señores que ustedes ni se imaginan, pero hoy yo se las he traído acá, para su conocimiento…”

Mientras hablaba, saco de su mochila una gran cantidad de hojas de coca y armando un montón considerable, le prendió fuego. El pueblo, reunido en su absoluta totalidad aspiraba el humo de la marihuana y la coca y cuando menos se dieron cuenta, estaban en una traba ni la más verrionda. El hombre de la barba y el traje blanco los invitaba a sentarse y a pararse, cosa que ellos hacían, con un a risa tonta que venia de no se sabe donde. Otros empezaron a ver alucinaciones, unos mas se agarraban a los arboles, otros vomitaban, las mujeres mas vieja se sintieron mareadas y terminaron tiradas, casi inconscientes. Los niños finalmente cayeron dormidos también al suelo. Pasaron varias horas y mientras tanto aquel hombre no dejaba de hablar de cosas a las que nadie les prestaba atención, pero su voz era como un conductor del trance. Los obligaba de una u otra forma a permanecer allí. Los hipnotizaba. Los idiotizaba. Los sometía.
Don Chucho bajo al pueblo desde Purillo en su mula a comprarle unos remedios a la mujer. Pero se dio cuenta que el pueblo estaba completamente vacio, cuando cruzo por el parque central descubrió a toda la gente tirada, dormida, y restos de un humo de olor extraño enredado en las ramas de los arboles y entre los hilos de la ropa de la multitud. Empezó a despertarlos a todos, mientras trataba de aclarar lo ocurrido…

- ¿Qué paso acá comadre? – Clamaba una vieja gorda cogiéndose la cabeza a dos manos.
- ¡Electroacústica bendita! ¿Esto que fue?... – Decía otra matrona mientras devolvía atenciones desde su estomago hasta el suelo del parque.
- ¡Huy no!...Que sed tan hijuepucha la que tengo  -Decía un hombre de aspecto severo.

Y así, Don Chucho ayudo a las gentes del pueblo a recomponerse. Después de un rato cada quien emprendió el retorno a casa, pero minutos después, todo el mundo volvió azorado a reunirse en el parque.

- ¡Nos robaron! ¡Nos robaron! – Repetía todo el mundo con voz quejumbrosa.

En algún punto, el hombre de la barba la bata blanca y las sandalias, se dio cuenta que todo el mundo se había quedado dormido, entonces saco un revolver y dio un tiro al aire. Esa era la señal. Camiones enormes entraron entonces por la avenida principal, repletos de ladrones y pillos de la capital, e inmediatamente dieron inicio al saqueo total de las casas del pueblo. Subieron a los camiones todo lo que encontraron de valor, dejándoles solo las chucherías y baratijas. Los negocios, con sus mercancías, fueron desocupados con celeridad y totalidad. Era un grupo numeroso de ladrones, que llevaban delinquiendo del mismo modo desde hacia un tiempo. Todos eran prófugos de una de las cárceles que después de tanto atiborramiento carcelario, se unieron para idear un plan de escape y de manutención a costa de las gentes de los pequeños pueblos.

Don Chucho, que no entendía lo ocurrido les pregunto lo que había pasado. La gente del pueblo le conto lo ocurrido. Al terminar, el Curilluno no tuvo de otra sino empezar a reírse de lo pendejos que eran los habitantes del pueblo vecino. Se cogía la barriga y los ojos le chillaban de la risa.

- ¡Noooo!... ¡Que historia tan buena pues! Espere que les cuente a todos en Purillo….Jajajaja

La gente del pueblo, indignada por el robo, dolida en su orgullo por lo ocurrido se quedo mirando a Don Chucho que se sentó para tomar respiro, en medio de sonoras carcajadas. Por la mente de todos paso la imagen de los Purillunos bajando hasta el pueblo para burlarse igual que lo estaba haciendo ese viejo pendejo. Lo ocurrido no podía saberse…Pero… ¿Cómo impedirlo? Don Chucho ya se había puesto de pie y estaba por subirse a la mula, cuando un hombre de la multitud lo señalo y dijo:

-¡Deténganlo!

Y de manera tacita todo el pueblo comprendió lo que debían hacer. Lo detuvieron y lo metieron a la cárcel y lo acusaron de drogar a las buenas y nobles personas del pueblo y robarle además sus pertenencias y efectos. Rápidamente fue juzgado y condenado a muchos años de prisión y por disposición oficial del ayuntamiento, que dijo que era un reo peligrosísimo, fue aislado a una celda oscura y solitaria, totalmente incomunicado. La familia de Don Chucho bajaba al pueblo  averiguar que había pasado con él y todo el mundo arrugaba el ceño y hacia cara de no saber de quien le hablaban. La policía se hacia los que indagaban y le decían a la familia que ese señor nunca había estado por esos lares y les dijo que tenían que investigar allá, en Purillo, que fue en donde se había desaparecido, que eso no era de su jurisdicción, que dejaran de molestar.

El pueblo jamás volvió a hablar de lo ocurrido ese día. Todos sabían que estaba prohibido. Si alguna vez, algún borrachito se le escaba algún comentario o alusión, era bañado en agua fría y encerrado veinticuatro horas en la estación de policía, hasta que “recapacitara” y después lo mandaban a la casa. Con el tiempo la gente ni se acordaba, pero se sentía tranquila, el orgullo del pueblo estaba intacto. Eran la perla social y cultural del departamento. Eran la capital de la confraternidad…




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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA......