- No mientas más. Tú no me amas…
- yo si te amo – Le dije parándome de la cama.
- No es cierto…No me amas a mi, amas lo que represento yo para ti…
- Eres lo que amo…eso representas…Insistí.
- Tus palabras locas ya no me convencen, todo lo que necesito es amor…y tú juegas a amarme, como un niño carente de afecto.- Me dijo señalando con sevicia mi defecto
- ¡Maldita sea! ¡Si te amo! – Y me puse a llorar
- No – Dijo y me dejo de mirar - Amas la imagen de una mujer libre y por que no decirlo, bella. Amas lo que no puedes ser y quieres serlo a través mío. De mis ideas. Amas que los demás hombres nos volteen a ver cuando caminamos juntos y eso te llena de ego. Tener algo que otros quieren y no tienen. ¡Ten pantalones! ¡Reconócelo! ¡Te lo ruego! ¡Por eso estas conmigo, maricon! ¡Tú no me amas en realidad!... ¡Solo buscas en mi a tu mama muerta!
Yo seguí llorando junto a al puerta.
- Yo sabia que esto tarde o temprano iba a ocurrir – Continuo sin dejarme discutir…Vives en un puto mundo irracional…Yo deje todo por ti, y a cambio me diste esta rutina infernal que ya no soporto mas…Yo soy una mujer libre ¿Entiendes eso?...Y me agarro del cuello de mi camisa y acerco mi rostro empapado por mis lagrimas al suyo, hermoso, dislocado, inolvidable. Yo le di un beso…ella me soltó lentamente y se arrodillo en el suelo del cuarto con ese gesto de cansancio.
- ¿Por qué me haces esto? – Le pregunte susurrante.
- ¿Por qué me lo haces tu a mi? – Me respondió insultante mirando su maldito y estupido gato jugar un rato con mi camisa de algodón, que ella jamás plancho para mi. Por maricon.
No se si pasaron horas, minutos, segundos, días, pero los dos nos quedamos allí, en silencio, viendo los pedazos rotos, en aquel cuarto, éramos dos locos escuchando el silencio que ahora estaba conmigo. Una pareja fuimos. Estábamos partidos por lo más invisible que he tenido en frente: El amor. Ella encendió su eterno cigarrillo y se desnudó, solo para provocarme calor. Ella sabia bien que yo no podía soportar el solo pensar que otros hombres pudieran tenerla y por eso se acostó en la cama con su desnudez, mientras levantaba sus piernas y jugaba con el gato que siempre odie. Yo no tenía ni ese consuelo. Ya ni mis pies los quería el cielo. Probé mi propia medicina y alguna vez ya me lo habia dicho una vecina: Te vas a quedar solo.
- Eres una perra… -Le dije con rabia.
- Si…Aprendí del mejor…de ti.
Yo no lo puede resistir más y salí corriendo de la casa sin saber donde ir. Mi alma se la encomendé a San Cristoforo y decidí que mi vida en ese momento era un estorbo. Entre corriendo a la cantina y me bebí una botella de Un sorbo. Mi conciencia finalmente se me quedo embarrada. Yo lo tuve todo y después de Imelda me quede con nada. Me embriague hasta los huesos y caí sin sentido en mitad de la calle. Perdido, solo, derrotado, inanimado…
CONTINUARA...
- yo si te amo – Le dije parándome de la cama.
- No es cierto…No me amas a mi, amas lo que represento yo para ti…
- Eres lo que amo…eso representas…Insistí.
- Tus palabras locas ya no me convencen, todo lo que necesito es amor…y tú juegas a amarme, como un niño carente de afecto.- Me dijo señalando con sevicia mi defecto
- ¡Maldita sea! ¡Si te amo! – Y me puse a llorar
- No – Dijo y me dejo de mirar - Amas la imagen de una mujer libre y por que no decirlo, bella. Amas lo que no puedes ser y quieres serlo a través mío. De mis ideas. Amas que los demás hombres nos volteen a ver cuando caminamos juntos y eso te llena de ego. Tener algo que otros quieren y no tienen. ¡Ten pantalones! ¡Reconócelo! ¡Te lo ruego! ¡Por eso estas conmigo, maricon! ¡Tú no me amas en realidad!... ¡Solo buscas en mi a tu mama muerta!
Yo seguí llorando junto a al puerta.
- Yo sabia que esto tarde o temprano iba a ocurrir – Continuo sin dejarme discutir…Vives en un puto mundo irracional…Yo deje todo por ti, y a cambio me diste esta rutina infernal que ya no soporto mas…Yo soy una mujer libre ¿Entiendes eso?...Y me agarro del cuello de mi camisa y acerco mi rostro empapado por mis lagrimas al suyo, hermoso, dislocado, inolvidable. Yo le di un beso…ella me soltó lentamente y se arrodillo en el suelo del cuarto con ese gesto de cansancio.
- ¿Por qué me haces esto? – Le pregunte susurrante.
- ¿Por qué me lo haces tu a mi? – Me respondió insultante mirando su maldito y estupido gato jugar un rato con mi camisa de algodón, que ella jamás plancho para mi. Por maricon.
No se si pasaron horas, minutos, segundos, días, pero los dos nos quedamos allí, en silencio, viendo los pedazos rotos, en aquel cuarto, éramos dos locos escuchando el silencio que ahora estaba conmigo. Una pareja fuimos. Estábamos partidos por lo más invisible que he tenido en frente: El amor. Ella encendió su eterno cigarrillo y se desnudó, solo para provocarme calor. Ella sabia bien que yo no podía soportar el solo pensar que otros hombres pudieran tenerla y por eso se acostó en la cama con su desnudez, mientras levantaba sus piernas y jugaba con el gato que siempre odie. Yo no tenía ni ese consuelo. Ya ni mis pies los quería el cielo. Probé mi propia medicina y alguna vez ya me lo habia dicho una vecina: Te vas a quedar solo.
- Eres una perra… -Le dije con rabia.
- Si…Aprendí del mejor…de ti.
Yo no lo puede resistir más y salí corriendo de la casa sin saber donde ir. Mi alma se la encomendé a San Cristoforo y decidí que mi vida en ese momento era un estorbo. Entre corriendo a la cantina y me bebí una botella de Un sorbo. Mi conciencia finalmente se me quedo embarrada. Yo lo tuve todo y después de Imelda me quede con nada. Me embriague hasta los huesos y caí sin sentido en mitad de la calle. Perdido, solo, derrotado, inanimado…
CONTINUARA...