viernes, 11 de diciembre de 2009

EL JARDIN (16)



DESCENSO

Un espectro pasó entonces al averno con una pequeña almita que lo acompañaba. Iban en silencio uno detrás del otro y no miraban a ninguna parte. El piso se calentaba cada vez más a medida que se adentraban en aquellas oscuras regiones. La pequeña almita asomaba sonrisas a sus labios, mientras que el espectro no dejaba vislumbrar emoción alguna. Quejidos horribles se escuchaban y ruidos de tambores retumbaban sordamente. De pronto las paredes se iluminaron y se vio el espectáculo tal cual era: seres espantados, mutilados, torturados. Una mano sale en el medio del camino y jalando las vestiduras del espectro le grita:

- ¡Por favor ayúdenme! ¡Quiero descansar en paz!

- Lo siento – Contesta el espectro – Yo no se lo que es eso. No te puedo ayudar. Y continúan su marcha.

Siguen avanzando hasta llegar a un pantano de agua sucia color sangre. Sin reparo alguno los dos se adentran en el y el agua los cubre hasta la cintura. Iban justo en la mitad del pantano cuando salen a la superficie miles de cabezas magulladas que gritaban al unísono:

- Ayúdennos…vivimos ahogándonos todo el tiempo y no podemos seguir así.

- Lo siento – grita el espectro. Yo no puedo ayudarlos. Y continúan hasta llegar a la otra orilla. Y así pasan por miles de parajes donde siempre aparecían formas pidiendo lo mismo y ante esta situación, la misma respuesta del espectro:

- Lo siento.

Finalmente llegan a una gruta. Esta vacía y oscura. Muy oscura. Entran hasta que encuentran un lecho. El espectro se recuesta y se queda en silencio. La pequeña almita sonríe y posa sus manitas en sus ojos y en un instante, se los arranca de sus cuencas. El espectro sonríe satisfecho y dice:

- Gracias. Ahora si podré descansar en paz, pues por fin, ya no veré nada del mundo que me rodea.

La almita sonríe satisfecha y se queda sentada en silencio, hasta que el espectro se queda profundamente dormido. Entonces desparece para siempre.