viernes, 23 de julio de 2010

UN MISIL EN TU PLACARD (5)




ENGAÑA SABER

Todo comenzó en un cuarto de ventanales enormes que daban de lleno al espeso bosque de abedules otoñales desenredados de algún lugar. Un cuarto de cama con abalorios y closet de tres piezas de cuerpo entero. Un cuarto repleto de encaje y adornado exquisitamente con gusto de buen comprador. Un cuarto que olvide por completo. El roce de la seda se hizo macrosonoro y como una avalancha de finura decibelica, la despertó. Y fue justamente frente a los ventanales anteriormente mencionados, donde nos pusimos a jugar un juego que nos jugó a nosotros como un jugador que no sabe jugar el viejo juego de jugar con fuego. Y salieron de nuestras bocas ansiosas verdades que engañan cuando se conocen. ¡Cuanto engaña saber!

Recuerdo el mar extendiéndose sobre el desierto de arena y no se como paso y no se por que soñé estar aquí, si siempre he estado muy despierto. Y no se por que no recuerdo despertar si es muy probable que todo el tiempo haya estado atrapado en el revés de aquel espejo de marco celta tallado a mano que reflejo la desnudez de tu cuerpo de senos espectaculares con los cuales sacie mi apetito instintivo pélvico – perverso en el otoño. Un ritmo de fondo impulsado por el Ipod empotrado entre tus piernas empieza bien y yo me sumerjo en el menú de opciones imantado por ese sabor que me lleva a querer un poco más. Y se bien que ya no abra retorno a aquel furor. Y se bien que sabes bien también. De repente el ritmo se descompensa, la melodía se diluye, se rompe la canción. Tú gimes en un clímax extraño. Apenas duele…

Y en la precipitación inauditable pienso que tal vez me estoy engañando. La fantasía es solo una ilusión en el calculo de probabilidades y de esta reflexión someramente sofista yo quemo una neurona entera para destellar ingenio y concluir que en la vida no hay nada seguro. Pero ese es el riesgo de correr. Zafar las zapatillas e ir dando tumbos aparatosamente en la escalera espiralada y peligrosa del amar a una mujer. No puedo competir con la razón ficticia. Ni con la real locura. Y no se por que yo no confiaba despertar de esto… ¡Pero ya estoy de pie!

Tal vez me engañe…



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LOS DOS EN EL CAMINO

La tarde se cayó de tus ojos y se rompió en mil pedazos. Intentamos pegarla con Pegastic pero nos quedo un poco torcida. Me di cuenta cuando la estábamos dejando de nuevo en su lugar y un auto se resbalo entre el vacío y la niebla. No fueron una, ni fueron dos, fueron tres veces las que esto ocurrió. Yo lo negué y a la tercera, canto el gallo. De pronto ya era madrugada… Otra vez.

Un presentimiento electrónico de mi piel me dejo como una foto. Inmóvil. No cambiante. Perenne. El sendero otrora camino se Tri-rompió entre espejismos y yo tan lerdo pensé que era cierto. Y me fui de bruces en el, como no…

El parpadeo de mis cuencas marchitas me cambio el panorama y ahora vamos deslizándonos. El azar del trayecto muestra sombras alrededor de tamaños no convencionales que me hacen pensar en una trasgresión contracultural y progresiva. Las montañas de piedra se entretienen en pulirse con sus propias lenguas formando siluetas distantes y perturbadoras que me dejan los ojos rojos, pero por suerte para mí, sin sobresaltos.

Todo bien. O por lo menos eso pensé hasta que apareció un cartel con una verdad reveladora sobre mí. Yo le rogué a mi ángel de la guarda que ella no lo leyera y así fue. Pase a segunda ronda de pura suerte y nada más. Pero entonces: ¡Zas! Anuncios del ayer y yo dije: “No jodas” Pero si. De nuevo la solicitud pedigüeña y de nuevo salvado. Quedamos 2-0 con marcador favorable a mí. Ella nunca pudo hacerme los goles, por estar suspirando con los ojos cerrados. Vamos a ver que pasa después. No puedo esperarla hasta fin de siglo.

Yo ahora quiero sentir tu cuerpo acercándose. Pero el periplo aun esta incompleto y tu estas dando vueltas por el universo, o nadando risueña en la marea de Venus junto a las otras chicas buenas y malas, bailando al son de la luna.

Fue cuando vi revelarse ante mis ojos, como un strip-tease de clima inexplicable, el paraíso. Yo quería encontrarlo para irme allí y no volver. Ya iba yo a abrir mi boca cuando tropezamos y casi sin querer, pero queriendo, nada que hacer, de vuelta a los espejismos…

Algo me empezó a destemplar la piel y era un rumor de epidermis y casi sin querer, entre estos acontecimientos extraños e imprecisos, estamos en camino hasta fin de siglo. Lo que aun no entiendo es por que, pues eso paso hace rato y ya es el siglo XXI. Debe ser la insolación…

Después de tanto divagar por los caminos de la vida, que no son como yo pensaba, descubrí sin afectación, que ya no me asustan ni los desvíos, ni los puentes. Y por pura recurrencia sentimental, solo quiero seguir acercándome a ti. El paraíso ese que habíamos dejado atrás, lo podemos volver a encontrar. Miento. Es solo que quiero estar cada vez mas cerca. Más y más. Y casi sin querer, estamos en camino.


FUERZA GUSTAVO!!!