sábado, 3 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (2)





LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA

El patio trasero de la casa estaba en plena ebullición pues le estaba dando "Todo el palo del sol" del mediodía. Las matas de geranio, llantén, millonaria, los dos palos de brevo y el de guayaba alumbraban como si estuviesen hechos de diamante y su savia de mercurio cromo. El cielo estaba tan azul como si una obsidiana se hubiese fundido con las nubes y el cenit, delatando toda la inocencia de Dios detrás de su piel sin piel en la eternidad imaginaria de todo lo que sea sagrado. Dolores, o Doloritas, como le decían en la casa, salió a extender las sabanas  que desde hacia casi un año no lavaban pues no tenían unas nuevas con que reponerlas, hasta el  día anterior cuando paso un vendedor por el barrio empujando con la energía del conejito de Duracell una carretilla y ofreciéndolas "Baratísimas" La familia aprovecho y se compro un  jueguito que comprendía: Sabana, sobresabana y dos fundas para las cabeceras. Terminadas de  extender, Doloritas se iba a entrar de nuevo a la casa pues ya iba a empezar el noticiero del  mediodía el cual se podía sintonizar en dos variantes: Canal Camaleón o canal RCS, siglas que  de seguro traducen: "Rating Como Sea". Un rayo telequinetico del "Astro rey" le golpeo en toda  la jeta y le hizo voltear el rostro a la muchacha, la cual se quedo "Viendo negro"  cuando de  repente percibió una gran mancha en la otrora sabana blanca ahora amarillenta. "Quedaron mal lavadas" pensó con resignación y rabia mientras se acercaba, al pensar que tendría que volver a refregarlas en el lavadero, cuando de repente percibió que la mancha tenia una forma familiar. Segundos después entro corriendo a la sala gritando cual político en plena época de elecciones: "¡Milagro!" "¡Milagro!" Doña Carmenza, madre de Doloritas la tomo de los brazos intentando calmar a la hija alborotada mientras le decía: "Cálmese pendeja ¿Que tripa se le torció?" Después salieron corriendo al patio mientras la muchacha le señalaba la sabana, la cual tenia una imagen en la cual se podía ver a la perfección en un color como de lápiz, la imagen de la virgen. Doña Carmenza se postro de rodillas al ver la benefactora santa de la región impresa en las roídas telas y desdoblada entro en un trance momentáneo, del cual volvió justo antes de perder del todo la noción de su conciencia en interferencia,  para recordar que cuando estos eventos suceden, hay que enloquecer de fervor "Electroacústica bendita" gritaba la  señora mientras las lágrimas se le derramaban sin descanso por los cachetes pecosos. Su casa había sido bendecida con un milagro, para envidia de todas sus vecinas. Los gritos de alabanza de la señora fueron tan fuertes, que hasta el cura del pueblo, el cual vivía a seis cuadras de distancia, tuvo que detener su almuerzo y asomarse por el campanario de la iglesia a ver que había pasado. Los muchachos del colegio ese día también salieron mas temprano, pues estudiantes y docentes pensaron que había sonado la chicharra que anunciaba el final de la jornada. Lo más molesto fue el aullido de los perros del pueblo, los cuales se unieron a la sinfonía  y se quedaron aullando como un CD rayado  que repite el último segundo leído una y otra vez. 

Los vecinos y curiosos no se hicieron esperar en el patio trasero de la pobre casucha con olor a masa de arepas que se colaba desde la ventana de la cocina.  De un momento a otro la casa se convirtió en un mar de carne chismosa y morbosa que no quería perderse el paso a paso del acontecimiento. Las camándulas, escapularios, rosarios y demás cachivaches utilizados para rezar como loras avemarías y padres nuestros, fueron traídos con prontitud y frente a la sabana las más devotas se atrincheraron a darle de comer a su devoción y a su pasión. Los ojos en blanco, levantados al cielo sin importar cual quemado estuviese el rostro por los rayos ultravioleta y sin ningún temor por el cáncer de piel  pues le estaban rezando a la sagrada imagen de la virgen del Carmen electroacústica. Ella hacia las veces de sombrilla y protector solar UV numero cuarenta, así que eso era lo de menos. Llevaban sus biblias la cual dejaban en su regazo y todas así, arrodilladas desarrollaban una competencia por la que mas tuviese la voz en plañidera, las manos fuertemente entrelazadas y la fe más inconmovible. Doña Carmenza levantaba el rostro con orgullo pues sabia bien que ella era la dueña de la casa y por lo tanto, la dueña del milagro. Podían verlo y rezarle, pero finalmente, era su sabana.  Y a pesar de que todo dura un instante que se quedara adentro nuestro para toda la vida, queremos siempre hacer lo contrario: Tener algo por siempre y en realidad duro dentro de nosotros, un efímero momento. El sol trastoco en oscuridad y como todo buen día caluroso, trajo una noche fría. Los esposos, silenciosos detrás de las mujeres, esperaban pacientes a que estas se fueran para las casa, pero esto no pasaba. “Mija, entrémonos ya que el sereno le hace daño” “Le va a dar gripa con ese sol que hizo hoy y usted sin ruana” Pero de nada valieron las advertencias. Las mujeres del pueblo cada vez se aferraban mas a sus lugares pues no querían perderse un detalle del acontecimiento sagrado. A eso de las siete de la noche llego el cura del pueblo. Este inspecciono la sabana, se detuvo en cada parte de la imagen, con mirada escrutadora, ante el expectante silencio del pueblo. 

- Si. Es un milagro – Exclamo por fin el curita

Alabanzas de júbilo y manos abiertas al cielo celebraron la certificación oficial. Era un milagro, era del pueblo y eso se traducía en muchas cosas. Para doña Carmenza, dueña de la sabana, todo un hallazgo y fuente de dinero, pues a partir de mañana empezaría a cobrar la entrada a su casa para poder ver a la electroacústica. Vendería además las arepitas que fabricaba, pues a todo el mundo le iba a dar hambre en las oraciones, rosarios, procesiones y demás reuniones que se organizaran en pos de su sabana. Por fin tendría dinero para mandar a Doloritas a estudiar a la capital, pues soñaba con sacarla de ese pueblo de gañanes y montañeros. Soñaba con verla casada con un doctor o un abogado y no con algún vago del pueblo. Y tenía que hacerlo rápido pues la chica desarrollada estaba y más de un chulo andaba detrás de las cositas de la niña. Y la virginidad de la princesa era lo más importante. Doloritas por su parte estaba feliz pues era el centro de atención del pueblo y todos los hombres tendrían vía libre para entrar en su casa y verla sin  que la mama se diera cuenta que en realidad era una chica casquivana que gustaba de la compañía masculina en general. Era, con sus dieciséis años lo que se conocía como una “Zorra” o  también otras personas podrían denominarla “Una perra” En palabras concretas, era un puta que había perdido ya la virginidad hacia un tiempo y había sido montada por mas de media docena de dizque hombres del pueblo. Ese día estaba como mareada y con nauseas, y mientras se pintarrajeaba la jeta se fue a la droguería a comprar una prueba de embarazo, pues tenia sospechas que a ella también le habían hecho el milagro. El problema es que no sabia cual de todos era el santo…

El cura del pueblo también estaba feliz. Sabía que tendrían que enviar comisiones desde Bogotá y también desde el vaticano a verificar la autenticidad del milagro de la electroacústica. Y eso significaba visitas de obispos y altos perlados de la iglesia. El los recibiría y alojaría y por derecha tramitaría su traslado a una catedral digna de un cura como el. Una en la capital, no la iglesucha esa del pueblo, con dos torres desteñidas y las mismas bancas desde hace años. Además, tenia sus pecadillos con un monaguillo, y era mejor irse pronto, pues el amante adolescente, había empezado una provechosa extorción al cura, a cambio de su silencio, y últimamente toda limosna y aporte a la iglesia estaba terminando en los bolsillos del gañan.

Y así, por el estilo, cada uno de los participantes del milagro, entraban a verlo y a rezarle automáticamente, mientras pensaba de qué manera podían sacarle algún provecho a la manifestación divina. Todos veían esa sabana vieja como un jugoso boleto al negocio o el beneficio personal. Definitivamente, esto iba a ser muy bueno para todo el pueblo.

Cayó la segunda noche después del milagro. El cura informaba a los creyentes que ya había llamado a Bogotá y que en unos días enviarían la comisión para autenticar el milagro. Todos se frotaban las manos pues sabían que eso era publicidad, y eso traería más gente, y estos a su vez, la platica. El cura oficio misa en la casa de doña Carmenza, que parecía una lechuza hinchada de la dicha. Después de esto, empezaron un interminable rosario, en donde las voces plañideras y los gestos afectados no faltaron. Doloritas por su parte, se servía en bandeja al noveno del pueblo que le oficiaría su pellejo en el de ella, aprovechando la distracción de su madre y vecinos. 

Fue entonces cuando paso lo inesperado. Un rayo tremendo rasgo en lo alto y automáticamente abrió la llave del agua del cielo, que no entiende de milagritos. Gruesas gotas cayeron en los presentes en el patio que corrieron presurosos a refugiarse, mientras las viejas fanáticas, trataban de ponerse en pie y junto al curita, trataban de desamarrar la sabana de aquella cuerda de colgar ropa, la cual Doña Carmenza, por pura avaricia, había amarrado hasta el infinito, preocupada que alguien intentara robársela. En dos segundos el patio era una escena apocalíptica del diluvio. En el afán y el desorden, curita y viejas arrugaban la sabana y la jalaban ávidamente, hasta que finalmente la pudieron entrar a la casa.

- ¡Dios mío que aguacero tan macho! -  Bramo mojada y tiritando una de las viejas beatas
- ¿Se mojo mucho la sabana? -  Le pregunto el curita a doña Carmenza, mientras se quitaba el hábito totalmente empapado.

Doña Carmenza, que tenia la sabana enrollada con fuerza contra sus seno, en temor inconsciente que alguien le quitara, no el trapo, sino todo lo que el significaba para ella, la desenrollo con cuidado, al terminar de hacerlo, una exclamación resonó en toda la casa.

¡El milagro no estaba! La sabana, chorreando agua, volvía a ser el mismo trapo viejo y sin valor que había sido hasta la mañana del día anterior. El vendaval, o el ajetreo al desamarrarla, o el seno, enorme por cierto, de Doña Carmenza, habían borrado el milagro. El cura examino la sabana y no encontró el más mínimo indicio de la imagen. Se la entrego a doña Carmenza, la cual cayó de rodillas en el piso mojado del patio. Entonces dejo de llover tan inesperadamente como había empezado. El cielo despejo en segundos y dejo ver hermosas estrellas, que destellaban y brillaban en el firmamento.

El pueblo se quedo todo, en silencio, con la cabeza gacha. Todo proyecto se había ido al suelo. Mientras tanto Doloritas vomitaba en el baño. Uno por uno, en silencio, empezó a irse de la casa. Las viejas se sacudieron el agua y alzaron el rabo para la casa. Hasta el cura se fue, estirando la jeta. Y allí se quedo Doña Carmenza, con la mirada perdida, pensando en todo lo que se le había escapado de las manos, mientras revolcaba la sabana contra el sucio suelo del patio.

Entonces Doloritas interrumpió los pensamientos, con un berrido agónico y chillón:

_ ¡Mama!  ¡Estoy embarazada!
- ¿¡Cómo así china culipronta!? ¡¿De quien?!
- No se…




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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA....