viernes, 25 de febrero de 2011

LOS CORAZONES OCULTOS (6)








CAPITULO 6



- Hoy sábado la rumba es en el parque de la 93 con el grupo: “Son Cubano Project” Que se estará presentando en exclusiva en la discoteca “Matrix” Nosotros continuamos acá, esta noche fría de fin de semana. Soy Mariana, en la locución, y esta historia continua así:


“Liliana continuaba mientras tanto con su idilio amoroso. Sebastian era más de lo que ella podía llegar a pedir. Le gustaba físicamente, tenia dinero, posición social. Todo estaba bien entre ellos. Ella sentía que él la amaba y por supuesto, ella estaba entregada en cuerpo y alma a él. Había pasado poco tiempo desde el día que lo conoció, pero eso para ella no importaba. Él había demostrado ser el hombre indicado y eso era suficiente. La había llevado a un par de reuniones y fiestas con los compañeros del trabajo de él y la había presentado oficialmente como “La novia”. Ese titulo le gustaba. La hacia sentirse importante. La hacia sentirse querida, por lo menos una vez en su vida. Lo que Liliana no sabía era que Sebastián en ese momento tenía la mente en otro lugar. Eso es lo malo de conocer nada del pasado de la pareja con la que uno está. Pues, en años anteriores, Sebastián había tenido más de una aventura sexual, y lo más curioso, es que no había sido solo con mujeres. Sebastián, por algunos años, mantuvo una doble vida: Era bisexual.

Aunque ser bisexual no tiene nada de malo o de censurable para esta sociedad acostumbrada a los cambios generacionales y a la complacencia de libertad de pensamiento, palabra, obra y omisión, el tener un ritmo de vida sexual agitado y sin protección, si lo es. Y Sebastián en sus años universitarios había pecado bastante de ese mal. Encuentros casuales con chicas ebrias y encuentros homosexuales con hombres en lugares de la zona LGBT de la capital habían puesto en riesgo su salud física.
Año y medio antes de conocer a Liliana aquella noche en el bar, en donde estaba con Maribel, Sebastián había sostenido una relación bastante tempestiva con otro hombre llamado Diego, con el cual terminó definitivamente ante la promiscuidad de éste. Desde ese momento, decidió que no quería continuar con este ritmo de vida y convino consigo mismo que las mujeres le gustaban de manera autentica y el estar con hombres, fue más un juego de ruleta rusa de su sexualidad y no quería continuar mas con esa vida. Alejando la confusión de su cabeza volvió a una vida totalmente heterosexual y tiempo después, conoció a Liliana. Una noche entre semana Sebastián estaba sentado frente al computador de su casa chateando con una amiga cuando recibió un mensaje de su excompañero sentimental. Sorprendido, pues no había tenido noticias lo saludo y después de cruzarse algunas palabras amables por el chat, Diego le pidió un encuentro personal, pues necesitaba comentarle una situación muy delicada. Sebastián se rehúso de inmediato, pero entonces recibió una llamada a su celular. Era Diego.
- Necesitamos hablar. Es importante.
- Mira Diego – Dijo Sebastián – Ya lo que había entre nosotros es parte de mi pasado y así debe quedarse. No me jodas más.
- No. Es que tú no entiendes. Tenemos que hablar. Estoy mal…
- ¿Y a mi que putas me importa?
- Sebastián. Tengo sida.

Un silencio fue toda la respuesta del otro lado de la línea. Sebastián estaba petrificado. El había tenido mucho sexo con él, sin protección.

- Sebastián… ¡Háblame! Tienes que hacerte la prueba. Puedes estar infectado también… - Y se deshizo en llanto por teléfono. Sebastián colgó. Se quedó allí, sentado, mirando a la pared, completamente ido, como una película de cine que se termina y se apaga el monitor…

María del Carmen Llego esa mañana al club mas temprano que de costumbre. Llevaba en la cajuela del auto los palos de golf y quedó de encontrarse con el profesor Goyeneche para una clase guiada a través del campo. Desde la llegada de Juan Manuel del viaje estaba sentida y deprimida. Él estaba como ausente y ella había perdido todo ese impulso de reavivar su matrimonio ante la indiferencia de su marido. Sentía que hiciese lo que hiciese, para él, ella ya no era importante. Encontró al profesor parado en el tee de salida del hoyo uno. Se saludaron y empezaron a jugar. Él le hablaba, pero ella estaba totalmente distraída. Media hora después, el profesor se dio cuenta que ella no estaba mentalmente allí y le preguntó que le ocurría.

- Nada profe. Problemas que no faltan…
- ¿Una mujer tan bonita como usted con problemas? No le creo
- En serio. Que pena con usted hacerlo madrugar para la clase pero…es que no estoy para esto hoy.
- No se preocupe. Si desea vamos hasta la sede y nos tomamos algo caliente. Esta mañana esta muy fría.
-Bueno. Gracias.
El profesor y la alumna se devolvieron a través de los hoyos del campo, mientras él le hablaba calmadamente y le daba ánimos. María del Carmen se sintió muy cómoda y tranquila con el tono de voz y las atenciones del profesor Goyeneche. En ese momento cayó en cuenta que hacía mucho tiempo no recibía ese tipo de atenciones de un hombre. Ni siquiera de su marido. Tomaron café y galletas y hablaron durante un rato más. Ella se abrió de corazón y le contó las dudas que tenia acerca de la infidelidad de su marido y de cómo andaban las cosas en ese momento en su relación. Lloro amargamente, ante la presencia atenta del profesor, que de vez en vez y con disimulo, le tomaba las manos en señal de apoyo. A pesar del dolor que sentía de contarle esas cosas, Maia del Carmen no pasó por alto el hecho de que para ella, el profesor no le era del todo indiferente. Su rostro, moreno del sol de lo campo de golf, hacía resaltar sus ojos claros. Una barba sombreada y con algunas canas, al igual que el cabello y unos brazos gruesos terminado en manos de dedos finos y largos y un cuerpo atlético para un hombre de cuarenta y tantos años. No podía creer que estaba reparando en un hombre diferente a su marido, pero en ese instante su cabeza y su pecho era un enredijo total, así que nada le importaba. Llegadas las once de la mañana, el profesor se puso de pie para despedirse, pues tenía que dictar una clase a un grupo de chicos. María del Carmen agradeció los consejos y la compañía en el momento difícil de una persona como él.
- ¡Que pena profesor yo contarle estas cosas de mi matrimonio! Pero necesitaba desahogarme…
- No se preocupe. Para eso son los amigos.
María Del Carmen se ruborizo ante la mirada del profesor de golf.
- ¿Y que va a hacer usted ahora?
- No se profe. No tengo ganas de irme para la casa…
- Si me permite. Yo le dicto la clase a estos muchachos hasta la una de la tarde. Si quiere, nos acompaña y después la invito a almorzar… ¿Qué le parece? – Y se quedo mirándola fijamente.
- Bueno…Gracias. – Dijo María del Carmen bajando la mirada.
La clase con los chicos la distrajo completamente. El profesor era excelente en lo que hacia y pudo percibir en las miradas de lo jóvenes, la admiración profunda que tenían hacia él. -“Seguramente yo tengo la misma mirada cuando lo miro”- Pensaba mientras sonreía como una adolescente. La clase terminó y el profesor salió con ella al parqueadero del club.
- ¿Nos vamos en mi carro?
- No se profe… ¿Y que hago con el mío?
- Déjelo acá. La quiero llevar a un restaurante que queda saliendo de la ciudad y al que siempre me gusta ir, solo en excelente compañía, como lo es para mí la suya. Mas tarde volvemos.
El almuerzo resultó fenomenal. María del Carmen reía complacida con las historias del profesor Goyeneche acumuladas a través de los años de experiencia en el mundo del golf. Recibió toda clase de atenciones por parte de él. Después de una exquisita comida, el profesor pidió una botella de vino tinto. Ni más decir, la más costosa de la carta de vinos. María del Carmen se preocupo.
- No deberíamos tomar. Usted tiene que conducir.
- No se preocupe María del Carmen. Eso una copita de vino no le hace daño a nadie.
- Pues si…
Después de esa primera botella, vino una segunda y una tercera. María del Carmen, poco acostumbrada a tomar, estaba totalmente ebria, pero feliz. Se rieron de todo y de nada. Se contaron sus historias personales. Sus vidas. Sus aciertos y desaciertos y ella se sintió totalmente identificada con él. El alcohol cumplió con su función y ella terminó, no se sabe como, en un motel con el profesor. Eufórica por el vino, ella se entregó a él de manera salvaje: Agarraba su cabello con fuerza, mientras le besaba los senos. Gemía excitada mientras aquellas manos enormes recorrían sus curvas. Le practicó un sexo oral como no se lo había hecho a su marido en años. Tuvo varios orgasmos mientras el profesor la penetraba deliciosamente en una maratón de posiciones sexuales hasta llegar la madrugada. Luego, cayó en un profundo sueño. Se despertó a las siete de la mañana, con una resaca tremenda por el alcohol, pero con una más grande aún por lo que había hecho. Le había sido infiel a su maridó, por primera vez en su vida. El sol se colaba por la cortina del motel y al ver al profesor Goyeneche, desnudo y profundamente dormido a su lado, sintió vergüenza, como nunca en su vida. Buco sus ropas, desperdigadas por toda la habitación, y salió despavorida. Tomó el primer taxi que vio y salió directo a su casa. Pero por más que le pedía al conductor que se apuraba, no podía huir de su conciencia que le recriminaba una y otra vez lo sucedido. El taxista miraba a través del espejo retrovisor como María del Carmen lloraba amargamente, tapando su rostro con manos temblorosas. Estaba siendo victima de un ataque de pánico.

Augusto no podía dormir. Daba vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. No hacia sino pensar. Pensaba en lo pendejo que era. ¿Por qué había nacido con ese estigma de ser tan tonto? En la cama de al lado la abuela dormía profundamente. Sus ronquidos llenaban el silencio de esa pequeña habitación. ¡Tanto esfuerzo! ¡Tanto estudiar! Y ¿Para qué? Estaba solo, no tenia nada, debía velar por su abuela que en cierto punto se convertía en una carga pesada para él. Y Liliana….Pendiente de todos lo hombres del planeta, menos de él. En su imaginación, Augusto era un campeón. Un hombre exitoso, un ganador de batallas. Pero en la realidad, era todo lo contrario. Y eso le generaba un odio extraño en su adentro hacia si mismo. Quería escapar de su mente. Exteriorizar lo que él era en su interior, pero por alguna razón no podía. Para colmo, ahora Liliana estaba enojada con él. Pero por otro lado era lo mejor. Tenia que olvidarse de ese amor tan platónico. Tenia que salir adelante, de alguna forma. Esa noche tuvo sueños terribles y se despertó cansado y desesperanzado con la vida. Un halo de tristeza enmarcaba su mirada mientras iba rumbo a su trabajo.
Ya estaba a diez pasos de la papelería cuando de repente se encontró un billete de lotería. Levanto la vista y vio allá, a lo lejos, un lotero invidente que ofrecía en un papel la esperanza de muchos que sueñan con ganarse el premio mayor, decirle a su jefe que es un hijo de puta, y mandarlo todo a la mierda mientras se van al extranjero. Augusto quería ir a entregarle el billete, pero iba sobre la hora de entrada y el ir en pos del lotero significaría el despido, pues no se le aceptaban más retrasos. Con genuina resignación, guardo el billete en su maleta y entro a trabajar. Liliana ni lo volteo a mirar y el tampoco le prestó atención, aunque permanecía pendiente de cada movimiento, de cada llamada que contestaba en el celular, de cada sonrisa que le disparaba a un cliente. Cada vez que él la veía, sentía el sonido de las campanas en su mundo irreal, en el cual, ella lo amaba y le sonreía solo a él.
Entre tanto, aquella mañana Sebastián no fue a trabajar, se refugió en su habitación intentando atar cabos, contaba y volvía a contar cuantas veces había estado con Diego y las veces que él pensaba que le había sido infiel.
Había apagado el celular, no soportaba mas ver las llamadas perdidas de Liliana, sabía que había más de 4 mensajes de voz y 2 mensajes de texto, pero no tenia cabeza para ella.
Solo se preguntaba una y otra vez que iba a hacer si el resultado salía positivo. Su vida dependía de una decisión que tenía pavor tomar: Hacerse ese examen.
Fue al baño y mirando su reflejo en el espejo se decía: “¡Puta vida que hice! ¡Por imbécil fui! ¡Por huevon! Y… ¿Si arruiné mi vida?”
Se demoró más de lo normal en la ducha, solo quería que el agua se llevara sus preocupaciones, sus miedos. ¡Su vida era tan perfecta! No podía creer cómo todo podía cambiar sin siquiera dejarlo pensar.
- Buenas tardes señorita, vengo a realizarme el examen del VIH
- Buenas tardes, si señor, regáleme su cédula, su carnet social y cincuenta mil pesos.
Después de media hora de espera, llamaron a Sebastián para que pasara a un cuarto completamente blanco, con un escritorio, dos sillas y una camilla.
Una enfermera entró, lo saludó, le extrajo un poco de sangre y le dijo que podía volver a la sala de espera. Su resultado lo tendría en media hora.
Parecía muerto en vida, mirando por el ventanal del cuarto piso del laboratorio, solo pensaba en todas las locuras que hizo mas joven, en todas las mujeres y hombres con los que había tenido relaciones sexuales, drogado, tomado, cruzado o en sano juicio.
- Señor Sebastián Alcántara! Señor Sebastián Alcántara
- ¡Si! Soy yo
- Acá está su resultado

- Mañana continuaremos con nuestra radio novela. Gracias a todos por escribirnos. El día de hoy recibimos este e-mail de Esther, quien nos dice: “Un saludo a todos los de la emisora “Todas las voces” Y un abrazo para Mariana. Soy una admiradora de su programa y no me he perdido ningún capitulo de la radio novela. Me siento identificada con Maribel, pues a mi me sucedió una situación parecida. Fue en un trabajo que tuve…”






NO CAMBIE DE EMISORA. SIGA SINTONIZADO


CONTINUARA...



Escrito por: Vane prada y Starosta


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