viernes, 21 de mayo de 2010

IMELDA (9)



Ya no tengo tiempo, pero si ella es mi templo, yo me voy a trote lento, para encontrarla en esta fiesta que es la de final del año. Las luces de este pueblo están encendidas y todo esta oscuro en mi casa. Salí con mi chaqueta de cuero, para ver si así se acuerda de la primera vez que me vio. Un viento frio de pertenencia nocturna volvió y me hizo pensar que ya no estoy joven para esto. Un acordeón se desliza suavemente entre las notas callejeras y por eso quiero estar acá. Me compre una botella de chicha, para beber desaforado con lo más barato que encontré. Papa me dijo que el no era así, y que no sabe yo a quien putas salí. Un ataque a la yugular cuando la vi en medio de este maremoto de gente. Me llego una angustia urgente, y no supe bien que pensar. Las ruedas giratorias del zar de la región daban vueltas dentro de mi, probablemente, por enésima vez, estoy ebrio. Quiero seguir bebiendo para sacar fuerzas de las flaquezas que me inundan para poder ir y hablar con ella. El tipo este es el que me habían comentado, el la esta abrazando y ¡Que curioso! Ella parece feliz. Un sonido que ahora es de regué salió presuroso de una bocina. Aquí no hay vecinas, entonces bailo solo. Ella ya me vio, hizo un gesto raro y al tipo beso. Será esa marca de Caín que llevo desde chico cuando me caí, lo que me vuelve así. Un chico loco esta a mi lado, fumando la hierba del rey, yo me acerque y le grite: “Hey” y el me dio un porro. Yo lo fume y ahora corro enloquecido entre las casetas de golosinas, ocultando mi pena con sonrisas, que vienen de no se donde. Me voy acercando con libertad hacia Imelda, esta con la hermana mayor, y me quieren evitar. El tipo grande y moreno acompañante, con la cabeza al rape y un buen traje, que le costo un buen dinero, se coloca en posición. No me importa nada. Es la verdad. Solo voy guiado por mi necesidad. Quiero libertad.

- Hola Imelda

El silencio evidencio toda respuesta

- ¿Podemos hablar?
-No. No podemos.
- No aguanto más. Hablemos.
- Déjame tranquila. Estoy con alguien.

Ya me hierve la sangre. Protesto.

- No me dejes así. Es solo una palabra.

El tipo se acerca con los brazos en pose de palanca

-Vete a la mierda borracho.

Ahora Imelda interviene entre mi despojos y el macho.

-Déjalo. Yo voy con el un momento. No me tardo.

Se voltea y me mira increpando:
-¿Por qué me jodes?
- Te estoy buscando desde hace rato.
- Olvídame para toda tu vida. Ya no hay tiempo para la alegría. Esto ya se acabo.
- Por favor nombra mi nombre. Al menos déjame eso en este momento.
- No quiero. Tu recuerdo me hace daño.
- Ya pasaron varios años. No se olvidar.
- Puedes dejarme en el rincón de tu vida toda la vida. No me busques. No me sigas. Lo nuestro termino hace rato.
- Nadie me esta cuidando. Me estoy desmoronando. Vuelve conmigo por favor.
- Aburrido e innecesario. Mi ropa ya no existe en tu armario. Vete. El año esta empezando. Empieza tú también. Ahora pareces un “Nunca” más con cuero encima. No te me vengas encima. Esta haciendo un buen clima. Es verano. Ve y búscame un reemplazo. Y no me busques más. Vive tu vida.
-Lo mejor de mi eres tu.
- Lo pero de mi fuiste tu. No hay rollo. No hay caso. Si prefieres vivir atado a lo que tú terminaste, es tu problema. Yo ahora solo tengo veranos y primaveras. Has lo que quieras.

Y se volteo y volvió con su grupo mientras yo borracho y drogado, me quede viendo la pólvora estallar en lo alto. No los vi más después de un rato. Me quede sentado en una banca de aquel parque de pueblo pobre. Bebiendo licor y lágrimas. Al frente una cantina abierta en la madrugada. Un tango solitario de bandoneón silbo y me abrió esa puerta. Me entre desaforado por el maldito alcohol. Me senté en la última mesa, que es una sombra. Seria este el último encuentro con Imelda.

Tengo pena. Un rumor de esencia viajera me dijo: “Ella era buena y tú no eres triunfador” Me hice de ese titulo merecedor. Mis manos abandonadas en medio de un charco de barro me despertaron y ya era mediodía. Mi alma quebrada como el bolsillo de mi pantalón me dijo que todo esto es muy extraño. Ya lo he perdido todo. Acaba en efecto, de comenzar el año y yo me engaño, porque mentirme es como un compañero, que no existe, pero me da animo. Todo me aqueja. Me quiero pintar con el optimismo, mientras voy al segundo piso del hotelito a bañarme la condena de amar y no ser amado. No puedo vivir sin pasado, el aliento de mi boca, siempre oxidado, y me hacen falta muchas cosas. Imelda soplo una vela y todo se apago.

CONTINUARA...