viernes, 24 de diciembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE (6 Y ULTIMA !!!)

 






Hola a todos:


Hasta acá publico este libro llamado Es La Medianoche. Si quieren leer el resto del mismo o descargarlo, pueden hacerlo en la siguiente dirección:




O como siempre dándole click a la caratula que aparece a la derecha de este blog.

Muchas gracias. Felices fiestas. Les deseo un buen 2022. Lo mejor aun esta por venir !!!!!!






El gato, la casa vacía y la vida


Hay canciones que no se dejan escuchar, libros que no se dejan leer, personas que no se dejan conocer, amar, incluso odiar. También existen pensamientos que no se dejan expresar. Hay amores que mueren de noche en nuestra mente, mientras nos imaginamos parados enfrente de ese ser con el que fantaseamos estar, diciéndoles adiós, clavando profundo nuestra mirada en sus ojos. La manía de soñar y fantasear con nuestro pasado y cambiar las situaciones, las decisiones, las formas en las que actuamos y fuimos, una y otra vez. El peso de nuestros pensamientos puede ser tan aplastante que en algunas personas el volumen de estos no podría ser medido por ninguna bascula industrial.  La parte oculta, nuestro ser interno, pocas veces es expuesto al exterior. 


Hace poco, en un atardecer de mitad de año, estaba sentado junto al enorme ventanal de mi oficina en el norte de Bogotá. Después de varios meses de una enfermedad que afectó gravemente mi garganta, me sentía lleno de vitalidad y con el retorno de la posibilidad de salir a las calles y a los bares, después de la tremenda cuarentena impuesta por culpa del virus Eidolon, sentía esas enormes ganas de deambular, salir a tomar unas cervezas, aunque ya no podría volver a fumar, pues los médicos fueron muy claros de los riesgos a los que me expongo si vuelvo a agarrar el vicio. Mi garganta no soportaría otra situación como la que viví, de nuevo. Durante todo el tiempo que duro el encierro lo que más extrañe de salir a tomar fue fumar. Y ahora lo tengo prohibido. Pero, en fin, el solo hecho de respirar era un disfrute, una razón de gratitud con la vida, así que, no estaba tan mal. Incluso hasta el hecho de empezar a recordar generaba ahora en mi un extraño y culposo placer, siendo yo siempre un declarado ser anti nostálgico. Pero ahora sentía un interés renovado, inquisitivo, hacia todo lo que construyo mi pasado. Sin un cigarro en la boca y un problema de circulación en mis piernas, me las arregle para pasar gran parte de la tarde, recorriendo por aquella zona de la capital algunos lugares que frecuente mucho en mi juventud, sobre todo la ruta hacia la antigua casa de un compañero del colegio que vivió por allí hace unos veinte años más o menos. Escuchando post punk en los audífonos, me dispuse a hacer de nuevo ese recorrido hacia aquella morada, recorrido que hice muchísimas veces en mis frecuentes visitas a aquel amigo con el que compartíamos música, literatura, charlas y otras amistades en común. El sector era muy tranquilo, de casas grandes, algunas bastante ostentosas en verdad. A medida que transitaba, la memoria del lugar se adhirió a la memoria de mi cuerpo y el silencio y la tranquilidad del sitio me llevaron de vuelta a mi yo del pasado, despreocupado y ladino. Las casas se veían silenciosas, solo uno que otro anciano era pescado por mi vista ágil cuando lo descubría mirando hacia la calle a través de los cristales velados por la niebla de la tarde invernal.


Dichas calles llevaban a una de las principales avenidas de la ciudad, y durante todo el día se podía ver bastante actividad de gente y automóviles por doquier.  Al acercarse la noche, la afluencia aumentó y cuando se encendieron los faroles se pudo ver una animada y continúa cantidad de personas pasando afanados ante mí. Decidí derivar hacia un bar que estaba en el lugar y que yo no conocía, pues en los años en los que hice parte del ecosistema de aquel sitio, no existía. Empecé a beber cerveza con la calma del que no tiene afán de ir a ningún lugar. Cuando reaccione ya era muy entrada la oscuridad, empezando a bordear la medianoche, en realidad. Quede un poco perplejo pues hacia demasiados años que no estaba yo a esa hora en aquellas calles, aunque la gente seguía viéndose pasar y los locales estaban movidos y muy animados ciertamente, y el hecho de poder volver a ver tanta gente, como antes del encierro de la cuarentena, me llenó de una emoción deliciosamente nueva. Decidí relajarme y me deje llevar por el alcohol y la contemplación de la escena exterior. No estaba interesado en prestar atención a nada o a nadie en particular. Miraba hacia la calle y a los grupos de gente que departían ruidosos, con sus cervezas en lata en la mano, hablando de sus asuntos o de tonterías sin importancia, yo pensaba en ellos desde el punto de vista de su relación grupal, y recordaba cuando yo hacía lo mimos con mis amigos, en el pasado. Después pasé a los análisis más específicos, escudriñando casi con morbo sus personalidades, aspectos físicos, maneras de vestir, actitudes y formas de hablar. Mucho eran personas tranquilas, con vidas comunes y corrientes, nada espectacular o particular que distinguiera sobre el resto. Algunas personas pasaban al lado, notablemente cansadas, pues seguramente volvían a sus casas después de un día demasiado largo.  Fruncían el ceño y se alejaban de los grupos y el bullicio, no parecían molestos, solo apurados en llegar a su casa. Otros, en cambio llegaban para unirse al ambiente festivo, hablando y bebiendo en un deseo casi inconsciente de estar en el mismo ritmo y humor que los demás. A medida que avanzaban en las rondas de bebidas se redoblaban sus gesticulaciones, mientras lo meseros de los bares y las tiendas los atendían con paciencia, aunque con una sonrisa forzada y una mirada ausente, sola buscando atenderlos pronto y esperar que el reloj avanzara en su jornada nocturna. Algunos clientes ya estaban empezando a ponerse evidentemente ebrios y caminaban hacia el baño y se chocaban tambaleantes con alguno, deshaciéndose en disculpas hacia los afectados, mareados y llenos de confusión. Aparte de esto, no se percibía nada distintivo entre aquella cantidad de gente. La manera de vestir de todos, era en general decente. Eran sin duda personas del común, comerciantes, empleados y estudiantes. La gente ordinaria de la sociedad; Personas que trataban de distribuir su tiempo de la mejor manera, gente ocupada, interesada en ser responsable. Nadie llamo en realidad mi atención.


A medida que la noche avanzaba, también empezó a ser más intenso mi interés por aquel lugar; no sólo el aspecto general de las calles y las casas, que habían cambiado un poco, como era natural en veinte años, sino que los resplandores de las luces de la ciudad, débiles al comienzo, ganaban brillo a medida que la oscuridad se hacía más intensa y ofrecían un panorama general agitado y deslumbrante. Todo era oscuro y, sin embargo, exquisito. Esos raros efectos de la luz a esa hora de la noche y las cervezas que me tome, me obligaron a escudriñar más a detalle cada uno de los rostros de la gente, aunque la realidad empezó a girar ante mí, en un claro mareo de ebriedad, que me impedía fijar más de una mirada a cada persona, aunque a veces solo baste una mirada para leer la historia de alguien en sus ojos o en su osamenta. 


Decidí salir de aquel lugar pues ya era pasada la medianoche y no estaba bien que yo estuviese por allí, pues tenía que caminar un buen trecho hasta llegar a la otra calle principal, en donde yo tomaría el transporte a la casa, sin contar con que en realidad no sabía si a esa hora aún estaba operando el servicio. En medio de mi evidente borrachera, equivoque el camino y empecé a transitar entre cuadras, cuando de repente y sin darme cuenta, llegue a la que era la antigua casa de mi compañero de colegio. La casa estaba abandonada, pero reconocí cada ventana, la puerta, la reja, todo. Al frente aún existía una suerte de capilla mormona. De inmediato los recuerdos se agolparon en mi cabeza, incontenibles. Esa casa tenía mucha música, mucha tertulia. Quería fumar. Necesitaba encender un cigarrillo, pero por allí ya no había locales abiertos, y menos mal pues yo sabía, por más ebrio que estuviese, que no debía hacerlo. Me quedé unos instantes más parado allí, reconociendo esa parte de la ciudad que hizo parte de mí, cuando de pronto vi que de una de las rendijas de aquella casa vacía salía la silueta oscura de un gato. El animal salió, se detuvo, observándome con sus enormes ojos que alumbraban en la oscuridad. Su presencia tomo toda mi atención, a causa de la tremenda singularidad de su expresión. Jamás había yo sentido nada tan particular a la sensación que me produjo esa expresión. Hasta la borrachera desapareció de mí de ipso facto. Mi primera idea fue tratar de analizar esa sensación que yo había experimentado, una sensación de miedo, de soledad, de angustia, pero también de curiosidad.  «¡Qué Hace un gato negro en una noche tan oscura justo en esa casa vacía!», me dije. Nació entonces en mí un infrenable deseo de observar que más hacia este gato, de quedarme allí parado si era preciso. Pero entonces el gato atravesó la reja y empezó a deambular por el andén, aunque algún movimiento mío debió asustarlo pues volteo a verme y arranco raudo y veloz por la calle, conmigo detrás, corriendo, hasta que lo perdí de vista. Después de avanzar algunas casas y un parque terminé por encontrarlo. Lo seguí de cerca, muy quedamente, silencioso, a fin de no llamar su atención. Tenía ahora una buena oportunidad para observarlo y analizarlo con calma. Era completamente negro, desnutrido y se le notaba como muy débil. Parecía como si el pobre animalito hubiese vivido toda la vida en las calles; pero, cuando la luz de un farol lo alumbro de lleno, pude advertir que su raza era siamesa, muy fina realmente. Este descubrimiento llamo aún más mi atención por el felino y decidí seguirlo sin importar donde fuese.


Corría ya la una de la madrugada, la llovizna empezó a cubrir mi paso y el horizonte. La niebla que recorría aquellas calles alargadas termino por convertirse en lluvia. El cambio de tiempo produjo un extraño efecto en el animal, que volvió a agitarse y se fue corriendo para ocultarse bajo un árbol de aquel parque desolado. Las gotas comenzaron a caer al suelo cada vez más fuertes e intensas. Por mi parte la lluvia no me interesaba mucho; Me puse mi tapabocas, elemento de uso obligatorio desde que se descubrió el virus, y seguí acercándome al gato. Este se quedó agazapado mirándome y luego observando la tormenta. Yo me acerque lo suficiente para poder contemplarlo, pero sin asustarlo, pues no quería que el animal saliera a mojarse sin necesidad. Durante casi una hora el gato estuvo allí, bajo aquel árbol, tratando dificultosamente de no mojarse, y yo seguía allí, a unos metros, empapado pero decidido a no dejar que se alejara y se me perdiera de vista. Después de un rato el gato se olvidó de mi existencia y ya no me volteo a ver más. Cuando la lluvia ceso un poco, el gato se dispuso de nuevo a avanzar, caminando lentamente por los andenes encharcados, se detenga a veces a oler alguna puerta o a observar a través de alguna reja de jardín, auscultando con sus ojos brillantes la oscuridad o parando sus orejas si percibía algo. Lugo avanzaba de nuevo. Así avanzamos a la par, cruzando calles y avenidas las cuales ya no estaban para nada concurridas, pues la lluvia envió a todo el mundo a la casa, parecía como si en toda la ciudad los dos únicos seres que andaban en la calle eran ese gato y yo. Llegamos finalmente a un cruce de carriles y de inmediato me di cuenta que el felino cambio su actitud. Caminaba más rápido, de manera más decidida que antes, y me llamo la atención que no giraba hacia ningún lado, cruzó calles y avenidas muy rápidamente y sin un propósito aparente; solo avanzaba más y más rápido, tanto que me sentí casi como trotando detrás de él. Entonces de imprevisto volteo en medio de las sombras por una calle larga y llegamos hasta una rotonda donde empezamos a dar la vuelta. A todas estas, estábamos andando por la mitad de la calle, aunque no importaba, pues no se veía ni se escuchaba por allí vehículo alguno. Después de girar, el gato tomo otra calle recta y continuamos así casi una hora más, por calles con altos árboles y eucaliptos ya sin hojas, cuando me di cuenta, estábamos de nuevo cerca al parque donde estuvimos antes. Un nuevo cambio de dirección nos llevó a un condominio de casas hermosamente iluminadas, elegantes, prístinas, rebosantes de vida. El gato tomo entonces su forma más primitiva. Se dejó caer de bruces, empezó a girar y a estirarse de una manera rara y hasta graciosa. Fue entonces cuando me volteo a ver de nuevo e hizo como un gesto de rabia, extrañamente con el entrecejo fruncido, mirándome y mirando a la calle por turnos. Comenzó una vez más a avanzar, pero ahora lo hacía entre los jardines de las casas, lo que complico mi misión de seguirle, pues tenía incluso a veces que meterme dentro de los jardines de esas casas para poder ver por donde salía o hacia donde seguía. El gato se abría camino con fuerza y determinación entre las hojas. Llamo mucho mi atención que después de darle casi toda la vuelta al condominio, regreso de nuevo al lugar por donde habíamos entrado. Y mucho más el hecho que después de volver a arrojarse al suelo y rodar, hacer el mismo periplo de nuevo.  Así lo hizo un total de tres veces, en las cuales solo en una ocasión volteo a ver si yo aún le seguía y después de asegurarse que yo aún iba detrás de él, continuo imperturbable en su ciclo.


Otra hora transcurrió de esta forma, Después de la última vuelta al condominio, salió por un callejo angosto y desierto que daba a la parte de atrás de otro parque, más siniestro que cualquier parque que yo allá visto a esas horas de la madrugada. El viento frio parecía tragarme como la boca de un dragón sin ojos. Solo sentía que me devoraba desordenadamente. El gato estuvo allí, oliendo las raíces de los árboles, las bancas vacías y buscando comida en las canecas de la basura. Durante la hora y media aproximadamente que pasamos en ese lugar aproveche para sentarme en una de las bancas y descansar. El gato iba y venía, pero desde donde yo estaba podía tener una visión panorámica muy completa el lugar y el gato no se me perdió nunca de vista. Mientras lo observaba me sentía lleno de asombro por mi conducta, pero a pesar de esto yo seguía resuelto a no perderle movimiento alguno hasta satisfacer mi curiosidad. Aunque en realidad ya ni sabía curiosidad de que exactamente. Mi reloj dio las cuatro de la madrugada y empecé a ver de nuevo vida en aquel lugar. Luces que se enciende en alguna casa, algún ruido de un auto que avanza en la distancia, una puerta que suena al descorrerse los cerrojos. La ciudad en poco comenzaría de nuevo su infatigable y ruidosa rutina. El gato dejo de deambular y de nuevo empezó a caminar. Su periplo me llevo por calles que yo no conocía, la verdad a esas alturas me encontraba totalmente perdido, aunque en ningún momento tuve miedo por esto o por mi integridad, pues es bien sabido que la ciudad a esa hora no es recomendable para una persona solitaria en la calle, pero la compañía de aquel gato me daba esa sensación de seguridad que uno tiene cuando está afuera, pero con alguien, con otra persona.  A la débil luz de uno de los escasos faroles, se veían altos, antiguos y venidos a menos, caserones de madera, con sus techos peligrosamente ladeados, de manera rara, como un cuadro expresionista e la primera etapa. Las losas del pavimento estaban algunas fuera de su lugar, arrancadas por el peso de los enormes autos que por allí transitan. La basura se acumulaba e las enormes canecas que había colocado el distrito para que la gente ya no tuviera que esperar el paso del camión recolector. Toda la escena estaba impregnada por una extraña sensación de desolación. Sin embargo, a medida que avanzábamos los sonidos de la vida humana crecían gradualmente y al final nos encontramos de nuevo en la zona comercial, donde se podían observar algunos borrachines tambaleándose de un lado para el otro. El gato pareció reanimarse nuevamente, como una vela cuando su cabo está a punto de extinguirse. Otra vez echó a andar con largas zancadas. Al llegar a una esquina, giro de manera diametralmente opuesta, y paso junto a mí, sin importarle ya mi presencia. Pude sentir su contextura al frotarse por un leve instante con mi pierna. En eso una luz brillante nos golpeó y me di cuenta que estábamos frente a la enorme entrada de una bodega que al parecer empezaba ay sus actividades diarias. Faltaba ya poco para el amanecer, pero un grupo de obreros entraban y salían por la enorme puerta. Maullando indiferente el gato se abrió paso hasta el interior, sin llamar la atención de nadie, solo de mí, que me quede parado si poder avanzar más en mi tonto plan de seguirle.  Sentí una rara frustración de no poder continuar con el gato y ya estaba alejándome de allí cuando un súbito movimiento de un camión avanzando hacia aquella bodega hizo que el gato saliera de allí corriendo dando grandes brincos e internándose de nuevo entre las calles del barrio, mientras yo, con una energía casi demoniaca volví sobre sus pasos. El animal corrió rápidamente y por un largo trecho mientras yo lo seguía, en el colmo de mi locura, decidido a no abandonar algo que me interesaba demasiado y sin ninguna razón sensata. Salió el sol mientras el gato y yo continuábamos andando y fue entonces cuando me di cuenta que estaba ensimismado en el animal y ni siquiera levantaba la cabeza, lo cual hice, y cuál fue mi asombro cuando me vi de nuevo frente a la casa abandonada de mi amigo. El gato observo la puerta, me volteo a ver, maulló largamente y después continúo caminando como cuando empezó la aventura a la medianoche, y yo lo seguí terco en mi propósito. Y así estuvimos andando de un lado para el otro, y durante todo el día no me aleje de aquel maldito animal, y no dejamos de transitar por las calles, esta vez, repletas de transeúntes, de tráfico, de obstáculos de toda naturaleza. Y cuando llego de nuevo la enorme oscuridad de la segunda noche, caí en cuenta que me sentía absolutamente cansado, destruido, con hambre y con sed. Me detuve y me senté en un andén y la sorpresa fue mayúscula porque de nuevo estaba frente a la casa abandonada, la misma que había parido de sus entrañas al maldito gato, que se detuvo cuando yo lo hice, y nos quedamos allí como dos seres sin alma, mirándonos fijamente a la cara. Luego el gato volteo a mirar a otra parte, y sin importarle en lo más mínimo mi bienestar o mi suerte reanudó su interminable paseo, mientras que yo, sin un átomo de fuerza o ganas de perseguirlo, me quedaba sentado en aquel andén, como una esfinge, observándolo alejarse de mí. 


El animal se negaba a detenerse, era como el simbolismo de la vida, que continuaba su marcha, impertérrita, indetenible. No tenía sentido continuar siguiéndolo, pues nada más viviría la vida de él, y me condicionaría a sus decisiones y acciones. Cada quien tiene que vivir su vida y la mía no era la vida de un gato, por más que la porfía me obligara a seguir a uno. Por un momento me sentí como un hombre aturdido por una increíble revelación.


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Somos sombras en tiempos perdidos...


sábado, 18 de diciembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE (5)

 





No importa si todos morimos



La luz tenue del atardecer al caer la inquietante noche en los enormes muros nos recuerda que estamos vivos. Una noche que esconde muerte, una noche roja. Éramos pocos los que estábamos atrincherados junto al enorme caserón que oficiaba de palacio presidencial. Nos mirábamos unos a otros, en silencio, bajo una ensordecedora lluvia de abril. Decidimos ser kamikazes. Decidimos ir allá a morir. El silencio en ese momento oficiaba de bandera. El temor de nuestras miradas se mezclaba con los latidos llenos de seguridad. Una lágrima corrió por la mejilla de alguien. Todos habíamos conservado la esperanza de que aquel tirano Estado Mayor recapacitara, entendiera la legalidad de nuestras demandas. Pero, todo lo contrario. Pesaba sobre nuestras cabezas una orden de captura. Nuestras familias habían sido sometidas. Éramos como criaturas revolcándose de dolor bajo la lluvia. Nuestros amigos fueron llevados a las afueras de la ciudad y ahora estaban colgando, de cabeza, degollados. La crueldad era el sello de garantía de su famosa y conocida seguridad democrática. Cubrían los rostros de los rebeldes con bayetillas rojas, como si fueran animales muertos. El comandante estaba en la puerta del palacio presidencial. Conocía de mucho antes personalmente al presidente. Eran amigos antes de que este subiera al poder. Juntos habían trabajado para las mafias, habían abrazado con su devoción al abominable, como era conocido un expresidente que jamás quiso soltar el poder y era quien decidía quien, cuando y como debía gobernar al país. Un anciano con rostro venerable, que escondía los ojos de una bestia, que trataba a la vida como a un juguete más. Un juguete rabioso. Juntos hablan bebido, habían pasado días y también noches enteras sentados a la mesa de narcotraficantes, riendo, esnifando cocaína, decidiendo entre pocos, el destino de todos. También a veces, habían tenido desaguisados, enfrentamientos entre ellos, se habían peleado por culpa de las diferentes maneras en las que se podía llegar a gobernar. Sus diferencias en cómo se debía actuar en todo caso gozaban de alta camaradería, y de esas concesiones finales se había forjado la manera en la que vivan, sumidos en la pobreza, la violencia y la desesperanza todos los demás habitantes de la nación. Intentamos hacer la toma del palacio. Nos habían atrapado como una rata que cae dócil en la trampa al oler el mendrugo de queso. Nos llevaron a un sótano, nos golpearon y nos llevaron a las afueras de la ciudad. No diré que perdí mi ser, pues ese ya lo había perdido hace tiempo ya, cuando la violencia golpeo a la puerta una mañana de mi infancia y vi como fuerzas legales asesinaron a mis parientes y me dejaron solo medio muerto por los golpes, dentro de un establo. Viví porque la vida es cruel, viví para hacer la resistencia, pero al final caí, no como los valientes, sino como uno más. Un desconocido. Pero ¿De qué sirve ahora recordar? ¿Para qué? ¿En medio de la violencia de qué sirve el razonamiento? El silencio es la soledad que no habita. Todas esas cuestiones ahora se amontonaban innecesarias en mi cabeza. No hay porvenir en la pobreza, ni esperanza en el encierro cruel. Todo se había consumado.


En medio de las oscuras laderas de aquella noche en la cual nos habían llevado para morir, me reconocí a mí mismo como no lo había hecho durante mucho tiempo. Durante el camino no pronuncie ni una sola palabra, ni siquiera levante mi rostro. Solo con un compañero de causa nos miramos un instante y compartimos una sonrisa, la cual desapareció de mi rostro ni en cuanto deje de verlo. La temible noche encapsulaba los rayos de plata de la luna que se filtraba impertinente en medio de las ramas secas de los árboles de aquel lugar donde nos llevaron. La sangre de mis heridas brotaba roja y tranquila escapando libre y feliz de aquel camión que oficiaba como cárcel móvil. La colina respiraba quietud, el crepitar de las hojas secas al paso de los vehículos tenían el ritmo de los corazones que iban en esos camiones, que sabían que se iban a morir, que anhelaban libertad, aunque alto seria el precio a pagar por la misma. Solo con la vida se podría obtener, en una suerte de ironía.


Entonces los vehículos se detuvieron. Las gruesas llantas levantaron el barro en su frenar y marcaron con gruesas cicatrices aquella tierra. Nos hicieron descender a todos, en orden, y avanzar entre pasto y rocas. Adivinando los pasos en medio de la oscuridad, tropezando y cayendo, a veces, incluso, siendo arrastrados, pero al final llegamos. 


Avanzamos todo el tiempo como en una coreografía gris, interrumpible. Destinados a seguir el designio inquebrantable de los acontecimientos. Los oficiales nos pusieron en círculo, de rodillas. Nos insultaron, nos golpearon, pero de nosotros no obtuvieron ni una sola palabra. De repente, una inesperada rebeldía se apodero de mi alma. Un arrebato ilógico que convirtió mi cuerpo en un cascaron vacío. Debilitado, me puse de pie y permanecí así ante aquellos hombres. ¿Qué le pasa a este loco? Escuche que decían aquellos oficiales. Mi arrebato de dignidad y valentía no significaba absolutamente nada. Yo no era más que una insignificante mancha de carne de pie entre el circulo de hombres postrados de rodillas. ¡Qué aires de superioridad tan ridículos tenía yo! ¿Ante quien quería yo demostrar dignidad en esta escena? Mis compañeros estaban con la frente sobre la tierra y los verdugos no eran más que fichas, formas que hacían parte de un sistema. Hubo una suerte de mutis rara en ese momento. Nadie se movió. Nada tuvo sentido. Casi todo cobro un tono paranormal por algunos instantes. Yo empecé a sentirme n medio de un mal sueño. ¿Desde hace cuánto estaba yo en aquel sitio? ¿Que estaba ocurriendo? Pero entonces recordé todo. Yo no tenía salvación. Nada iba a salvarme. Mi destino estaba decidido y mi suerte, echada. Era mi instinto de conservación, mi anhelo de vivir, que se hacía presente y se negaba a darse por vencido. En mi inconsciencia, conservaba un oculto deseo de salir con vida de allí, de alguna manera. Quise levantar mi voz, por última vez, y decir algo, gritar con toda la fuerza de mis pulmones, pero en mi temor, pronuncie solo silabas incoherentes, un enredo de palabras carentes de todo sentido. Los oficiales entonces alistaron sus armas y me tiraron al suelo, junto a mis demás compañeros. Se dio la orden de disparar, y yo en un último arrebato de resistencia decidí levantar la cabeza. La desesperación en mis ojos había dado paso a una mirada más nítida, más fuerte, llena de esperanza. El comandante antes de dar la orden se quedó observándome. Algo en mi entereza, en mi desesperación, en mi rabia o en mi nobleza, termino por hipnotizarlo, mientras sus hombres esperaban la orden de disparar, pero el comandante ya no podría moverse más, ni hablar, ni dormir bien de noche. Descubrió que nosotros éramos lo que él no se esperaba y ya no podía dejar de vernos, y ese fue su error, un error tan grande como sus crímenes.



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viernes, 10 de diciembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE (4)


 


Es La Medianoche


La oscuridad más profunda cubría como un grueso manto en la justa medianoche a todo el pueblo. Es la noche del ultimo día del año. Desde las casas se escucha el festejo, los abrazos, las risas, las lágrimas. La tormenta en precisa sincronía se desprende del cielo y sus rayos atemorizan y apagan todo vestigio de celebración. La planta eléctrica del pueblo sucumbe ante tan teatrales descargas y se va la luz en todos los hogares. La música se ha apagado y ha sido reemplazada por el sonido de la lluvia que cae sobre toda suerte de tejados y superficies, generando tonos monótonos y abrumadores. Otto estaba pasando la festividad en casa de un amigo, y no alcanzo a irse hasta la suya, que quedaba en las afueras de pueblo. Se vio obligado dada la circunstancia a permanecer encerrado en la casa de este último y a falta de algo mejor que hacer, e influenciados por el clima y el ambiente oscuro de los primeros minutos del nuevo año, decidieron hacer una sesión espiritista, una práctica en la que el amigo de Otto, quien respondía al nombre de Hermann, y quien insistió hasta convencerlo, era muy versado. Decidieron cazar algún espíritu al azar, ya que después de charlarlo varios minutos, no llegaron a un común acuerdo sobre quien llamar puntualmente para el experimento. Después de realizadas las minucias del proceso empezaron a escuchar una voz que venía de las entrañas mismas de la inquietante oscuridad que se adivinaba más allá de la lumbre de las velas y que se lamentaba quedamente, pero sin responder a ninguna pregunta de sus consultores. A cada una, solo un quejido o un lamento largo era toda la respuesta. En alguna de estas preguntas, el espíritu contesto:


- ¡Esta noche no!


Otto, que hasta ese mismo instante había sido más bien escéptico con las facultades de su amigo en cuanto a temas extraterrenos, permanecía inmóvil en su silla, impresionado por lo que estaba sucediendo, pero curioso al mismo tiempo, lanzando preguntas, pero con un mal presentimiento en su adentro, al saber muy bien que no se debe jugar con fuerzas desconocidas. De un momento a otro, ante un lamento de aquel espíritu que no se sabe por qué llego a visitarlos ante la convocatoria, todas las luces de las velas dentro de la vivienda se apagaron y los dos, en medio de las tinieblas, mientras la lluvia caía sin cesar y el viento aullaba agresivamente, quedaron petrificados en sus sillas, presas de un terror indescriptible. Otto reacciono como pudo y salió a correr a tientas en medio de la oscuridad por aquella casa, tropezando y cayendo, guiado solo por los breves intervalos de luz que brindaban los rayos afuera, solo para darse cuenta que después de dar algunas vueltas sin encontrar con suerte la salida volvía siempre al mismo cuarto donde su amigo estaba sentado, en completa calma. Hermann suspiró y, bebiendo un trago de aguardiente se dirigió a su amigo y le dijo:


-No debes temer. En mi experiencia te digo que es inútil sentir ese miedo y ese deseo de escapar. Siéntate y respira profundo.


Otto seguía horrorizado y en su cabeza las palabras del espectro: "Esta noche no" Seguían dando vueltas hasta que el mareo le llevo a vomitar la cena que había devorado minutos antes. Sentía que no podía respirar bien, sudaba copiosamente, no soportaba las tinieblas en las que estaba envuelto. Intento encender un fosforo con manos temblorosas, sin éxito alguno. Lo intento con uno, dos, tres, pero no había caso. No pidió rastrillarlos contra la caja. Gritó, intento de nuevo buscar la puerta que daba a la calle, al fracasar de nuevo y volver a la habitación, lleno de horror y de desesperación, cerro sus ojos. Luego se desmayó.


No supo cuánto tiempo paso y al volver en sí, vio una luz. De nuevo las velas estaban encendidas y eso lo tranquilizo un poco, en medio de la confusión. Estaba sentado en la mesa, y su amigo continuaba frente a él, sentado, bebiendo largos sorbos de aguardiente. La voz ya no se escuchaba ni los lamentos. Pero algo lo asusto de nuevo: En la mitad de la habitación ahora había un féretro. Hermoso, a decir verdad, de caoba brillante, lleno de adornos, detalles, acabados. Un ataúd magnifico realmente. Dentro de él, alguien de buena talla, cabría perfecta y cómodamente. En ese momento el reloj marco la hora en punto: Medianoche.


Y una vez más la escena se repitió. Una voz pronuncio las palabras: "Esta noche no" y de nuevo las velas se apagaron y la tormenta volvió a hacerse sentir afuera en el pueblo y los rayos con su vigor aderezaban el valle y Otto corría ahora más afanado que antes, buscando a tientas la puerta de salida, solo para descubrir que volvía una y otra vez a la habitación, chocándose con la mesa, las sillas y ahora el féretro de caoba fina y esplendidos acabados. En uno de esos ires y venires choco fuertemente su cabeza contra un muro, y cayo derrumbado e inconsciente al suelo.


La lluvia continuaba el concierto de aquella noche sin conocer pausa. El viento recio mecía sin compasión los nogales y los eucaliptos. Otto despertó de nuevo, aturdido por el golpe que se propino en su infructuosa huida. De nuevo las velas estaban encendidas, pero ahora la escena se volvía mas macabra: Estaba dentro del féretro. De un brinco salió presa del temor y la confusión. Hermann lo miraba fijamente, pero no pronunciaba palabra. Otto necesitaba escapar, no podía quedarse allí. Pero ¿adónde ir? ¿Cómo salir de aquella situación en la que estaba metido? Una idea cruzo rauda y veloz por su mente: tomo una de las velas y sin pronunciar palabra a Hermann salió de la habitación alumbrándolo todo. Bajo las escaleras y observo la puerta. Tomo la chapa y la giro. La lluvia caía fuertemente pero ya no le importaba, ¡Estaba afuera! Al dar un paso la vela se apagó. Otto la arrojo y arranco a correr, sin mirar hacia atrás en ningún momento, decidió a llegar a su casa lo más pronto posible. Atravesó las calles oscuras y frías, adivinando el camino a través de los rayos que caían fuertemente sobre la tierra. Llegó por fin a las afueras del pueblo y comenzó a subir un antiguo camino de herradura hacia su morada. No sabe si pasaron horas o solo minutos, pero nunca se detuvo en su loca carrera. Finalmente, diviso la puerta de su casa, saco con ansiedad las llaves de su bolsillo, abrió ansioso y al ingresar, cerro con fuerza tras de sí y se quedó sujetando la puerta, mientras tomaba aliento. Su casa estaba totalmente en silencio y en la más infinita oscuridad. Justo en ese instante el reloj marco doce campanazos. ¡Doce! y acto seguido escucho como alguien le susurraba a su oído: ¡Esta noche no!


Otto grito horrorizado y cayo de nuevo al suelo, perdiendo la consciencia, una vez más.


Abrió de nuevo sus ojos. No sabía dónde estaba. Al levantar la cabeza se golpeó con algo en medio de la oscuridad. Intento moverse, pero descubrió que estaba amortajado. No tardó mucho en descubrir que estaba encerrado en el féretro. Escuchaba a su amigo Hermann reírse a carcajadas, mientras intentaba moverse dentro del cajo, o gritar, pero tenía tapada su boca con alguna suerte de trapo. Hacia ruidos con su garganta e intentaba sacudirse sin éxito alguno. se quejaba e intentaba lamentarse sin conseguirlo del todo. Paso un rato en esta situación hasta que comenzó a rendirse. Sintió el terror de la muerte y comenzó a llorar como un niño. Pensaba: No me quiero morir. Esta noche no. ¡Esta noche no! Y justo al pensar esto el trapo que cubría su boca se deslizo suavemente. Otto comenzó a gritar dentro del ataúd: 


- ¡Esta noche no! ¡Esta noche no!


Entonces cerro sus ojos y grito con toda la fuerza de sus pulmones aquellas palabras, llenas de espanto y miedo:


- ¡Esta noche no!


Despertó sobresaltado en su cama. Era el día siguiente. La mañana del primer día del año nuevo. El reloj soltó las 7 campanadas. Estaba en la seguridad de su cama. No supo bien explicar lo ocurrido. Nunca más volvió a buscar o a visitar a su amigo Hermann. Con el tiempo y después de cuatro meses de tratamiento para sus nervios, decidió desactivar los relojes de la casa, pues no soportaba el sonido que hacían. Tomaba medicamentos para dormirse siempre a las nueve de la noche, pues nunca más pudo soportar el estar despierto y llegar en ese estado a la medianoche. 


La noche tiene mil ojos, y el día, solo uno…



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Somos sombras en tiempos perdidos...


viernes, 3 de diciembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE (3)

 




Manzanas Podridas



Llegamos juntos al cementerio. Eran las diez de la noche. Ana estaba constantemente intranquila, era una persona racional, tradicionalista, de buena familia. No le gustaba nada que se saliera de la norma. A mí me daba igual, podría incluso vivir allí si se me daba la gana, siempre fui un vagabundo, un perro de la calle. 


El pueblo tenía su cementerio casi en las afueras, antes fue así, pero el crecimiento y la migración hicieron que ya no fuera el último extremo del pueblo, pero si conservaba su viento frio y esa sensación extraña de que a veces sientes que alguien te observa. Siempre tuvo una energía rara el cementerio, pero nunca tuvo una sensación de paz. Jamás.


Ana se acomodó como pudo, envolviéndose con su enorme abrigo y recostándose junto al enorme muro blanco que por el otro costado tenia las bóvedas de los difuntos de una acaudalada familia que compro toda la sección para depositar allí los restos de los que llevaran su apellido, exclusivamente. No miraba hacia ninguna parte, solo tiro hacia atrás su cabeza y entrecerró los ojos. Nunca la vi tan eterna, y a la vez, tan real.


Estábamos en pleno noviembre. El invierno hizo del cementerio un compendio de barro, frio, olor a flores descompuestas y soledad. Mucha soledad. Las aguas se convirtieron en el obstáculo final que tendrían que hacer los difuntos en su último viaje. Ana encendió un cigarrillo para exorcizar las sombras. Yo me quedé observándola y le dije:


—Dicen que en este cementerio asustan


Ana me miró fijamente y me contesto:


—Como en todos.

— ¿Sera que en todos los cementerios asustan?


Ana aspiro profundamente el humo de su cigarrillo y antes de arrojarlo acoto:


—Solo en los que hay gente para asustar...

— ¿Sera que se nos aparece la muchacha muerta? — Pregunte


Ana intento ocultar su incomodidad de estar allí y haciendo una mueca despectiva contesto:


— ¿Nunca te han asustado?

— ¿Un muerto? No

—A mí una vez —respondió Ana con voz lúgubre—. Solo te digo que será mejor que te asegures de que la tapa de su ataúd está bien cerrada.


Nos quedamos en silencio un momento, mirando hacia la nada, con nuestras rígidas expresiones en nuestros rostros. Por un momento se me cruzo la idea de ir a cerciorarme, pero la abandone de inmediato. 


—Todos en el pueblo apuestan que esta noche la muchacha se levantara y nos buscara a todos. ¿Eso no te parece raro?

— ¿Como un muerto viviente?


Ana me miro con ojos excitados. Encendió otro cigarrillo y se limitó a contestarme:


—Exactamente.


Decidí ir a dar una vuelta. No tenía miedo, o no tenía miedo como se conoce normalmente. Era una sensación de intranquilidad, no me sentía cómodo, pero no tanto como para salir corriendo de allí. Mientras tanto, Ana saco su libreta, su lápiz y comenzó a escribir sobre zombis, fantasmas y muertos. Necesitaba adentrarse en los lugares sobre los cuales escribía. Los arboles del cementerio en medio de la oscuridad parecían de plástico. La lluvia iba y volvía intermitente, fue entonces que percibí que todo estaba en silencio. El silencio más contundente que allá yo escuchado en toda mi vida. 


Lo que ocurrió con aquella muchacha fue un asunto terrible, nos enteramos de lo ocurrido en la puerta de la funeraria, el día del velorio, pero por la mañana, antes que llegara la gente. Decían que esa muerte traería mala suerte a todo el pueblo, que esas cosas nunca habían ocurrido, que todo era culpa de la madre, en fin. Después del  entierro todos en el lugar se encerraron en sus casas, se cercioraron que las ventanas y las puertas estaban totalmente trancadas, y se encerraron en sus habitaciones a rezar. Así, por ocho noches seguidas. Hoy es la novena y última noche. Escuchamos historias raras en el desayuno, como que hoy la muchacha volvería por venganza, que nadie se salvaría, que todos moriríamos esta noche. Nadie salió hoy después del mediodía, nadie, excepto Ana y yo.


Yo no sé de dónde venía Ana. Llego una tarde al pueblo, yo la vi bajarse del transporte, con su hermosa maleta y sus lentes de sol, gruesos, de carey. Parecía una escena de una película muda de principios del siglo veinte. Recuerdo la forma en que iba maquillada esa vez, era la misma de esta noche Eso hizo que me estremeciera un poco. Parecía una señal de despedida. Sus ojos estaban perfectamente bordeados de negro y sus labios pintados de color carmesí. Su blanca palidez resaltaba aún más en medio de la noche.


—Ana, quizás no deberíamos hacer esto — Le dije como por hacer conversación

— Yo estoy de acuerdo. Pero aquí estamos

—Sí, pero estar custodiando una tumba no es un buen plan para un viernes por la noche... No era lo que tenía en mente precisamente.

— Dame una hora más, creo que ya atrapé algo — Contesto mientras seguía escribiendo frenéticamente en su libreta

— ¿Y si la chica realmente revive?

— ¡Eres demasiado tonto si en realidad crees eso! Se supone que la que no quería venir era yo.... — Me contesto sin dejar de escribir

Yo emboce una sonrisa falsa, como casi todo lo mío


— ¡Por aquí debe ser! —dijo una voz entonces de repente.


Ana y yo nos volteamos entonces a ver, confundidos. Nos escondimos rápidamente detrás de unas bóvedas abandonadas y vimos a un grupo de hombres, armados, con antorchas, que se acercaban rápidamente a la tumba de la muchacha, alcanzamos a movernos sin ser vistos por cuestión de segundos. Llevaban botellas de licor, eran  algunos granujas que habían ido hasta allí con la intención malsana de jugarle una broma a todos en el pueblo. Uno de ellos llevaba una pala y comenzó a cavar rápidamente, en un evidente intento de desenterrar a la chica. 


— ¡Rápido! ¡Con energía! No quiero estar acá mucho tiempo — Dijo uno de ellos

— Cuando mañana se den cuenta que el cadáver no está, se van a volver locos — Dijo otro de voz muy delgada


Ana y yo seguíamos ocultos. El grupo se repartía la tarea de ir cavando mientras otros iban hasta la puerta y volvían percatándose que nadie viniera. Después de unos minutos uno de los que estaban cavando toco el féretro con la punta de su pala. 


—Ayúdenme —dijo entonces el vil hombre.


Sacaron el féretro del fondo de la tierra y lo dejaron a un lado. Se rotaron las botellas de licor, de las cuales todos bebieron ávidamente. Ana me volteo a ver, no dijo nada,  pero en su expresión supe lo que iba a ocurrir. Con un movimiento de mi cabeza le dije que no, pero era tarde, ella, salto de donde estábamos y fue a detener aquel horrible acto. Los hombres la voltearon a ver, pero no parecían para nada sorprendidos de verla allí. La tomaron e las manos y las piernas y la levantaron rápidamente. Yo entré en acción pero sentí que alguien me sujeto. No eran los gandules que habían entrado al cementerio, ni era tampoco ninguna suerte de fantasma o zombi. Pero estaba tan oscuro que lo único que vi brillar en medio de aquellas tinieblas eran dos pupilas, traté de zafarme como pude, pero sentí más manos que me aferraban y cada vez mis ojos adivinaban más y más pupilas al fondo, por los corredores, como una multitud. 


—Ya empieza —susurró entonces una voz— Quédate quieto y no digas nada. Solo observa.


Yo ni sabía qué hacer. Sentí una mano fría que me apretaba la boca para que no pudiera gritar. Otra me hizo voltear hacia donde estaba Ana. Los malandrines la tenían sujeta, pero fue entonces cuando el líder de ellos volteo a ver hacia donde yo estaba y movió la cabeza y alguien o algo resonó un silbido. Era como una señal. Yo comprendí entonces que no era algo fortuito. Todo estaba preparado. Ana fue atada, el féretro fue abierto, pero no había cadáver de la muchacha. Ana fue puesta en el fondo del mismo. Y allí fue cuando sentí el horror al ver como uno saco un puñal y lo clavo en ella, luego se lo paso a otro, que hizo lo mismo, y así sucesivamente, luego vi de entre las sombras en donde yo estaba, que más y más personas hacían lo mismo. ¡Eran todos los habitantes del pueblo! Yo pensaba: ... ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡No! Intente soltarme con todas mis fuerzas, pero todo era en vano. Tuve que soportar el ver a Ana ser apuñalada cientos, miles de veces, no sé cuánto tiempo duro todo aquello. Lo único que sé es que el pueblo entero estaba allí para hacer su sacrificio. Al terminar, enterraron a Ana en aquel ataúd y se fueron, dejándome allí, tirado y atado a mi suerte, en medio de la oscuridad.  Luego, todo quedó inmóvil. La sangre derramada por el suelo se confundía con la lluvia tenaz que caía deformando la tierra movida de donde habían enterrado a Ana. Yo comencé a gritar desesperadamente. Luego me desmayé. 


Cuando los enfermeros me trajeron a este asilo, todos estuvieron de acuerdo en que yo había sido declarado culpable acertadamente. Yo estuve gritando por nueve noches seguidas que habían sido las pupilas encendidas en la oscuridad las que habían acuchillado a Ana, aquella a la que todos llamaban: La muchacha. 



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Somos sombras en tiempos perdidos...


viernes, 26 de noviembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE (2)

 







Delirio

 

Estoy aquí, caminando bajo la noche, cruzando las sombras como los rayos de la luna entre la espesura. Quisiera poder ser invisible, quisiera poder pasarme a otro cuerpo, y correr, huir. Mis ojos en medio de la oscuridad se disocian de la realidad en la medianoche y veo formas extrañas. Camino por las calles, pero en realidad es como si estuviera en otro lugar. El asfalto es como un habitante, con cuero de serpiente. Se enrosca a mis pies y se contrae. Los edificios son como la maraña que no permite avanzar. Veo a los habitantes que pasan a mi lado, inútiles y vacíos, van caminando riendo, pero sin gesticular. Van avanzando siempre en filas eternas, directo hacia el abismo. No hay más hormigón ni cemento, en la selva estoy, en medio de tanta espesura casi no puedo avanzar, solo algún rumor de matanzas me llega. Las ventanas se apagan y ríen. Las luces de la ciudad morirán, para volver. Veo nacer una sombra de pie, huele a azufre y sangre. El cielo gira y cambia de colores. Es mi mareo que viene desde el fondo de mi cerebro. No creo que yo esté muerto. No sé si quizás haya sido el vino, pero todo da vueltas a mi alrededor. Tengo vértigo y temo caer en alguna de esas enormes ulceras de la tierra. ¡Que lejano se percibe el sol de siempre! Todas las zonas son oscuras. Deforman el dolor del espacio y se encandilan. Nunca fue igual esta jungla de hoy, nadie quiere ya las flores del campo. Toda la sustancia de la noche se ha derramado entre ellas, así como los hombres se agrietan con la edad. Los caminos de la muerte son numerosos y extraños. La sombra me invita a continuar. Quiere mostrarme las luces de la noche donde ella se refracta para ser, para estar. Nada se detiene allí, ni un solo instante; los enormes arboles oscuros palpitan en el gélido oleaje del viento. Sus ramas se aparean entre el manto de niebla. Se enroscan sumidas en el vacío, danzan ceremonias vudúes. Es posible que no pueda yo desde el nervio de mi ojo comprender si finalmente esto que veo sea arte, pero este es un mundo de dulce amargura, entonces quizás, sí. El beso de la noche fría en mi mejilla perdura por siempre, me hace reflexionar desde un estado ambivalente donde los pensamientos profundos son un deber, dejando en ellos el dolor del ser, al comprender que la luz no siempre es todo. Mi espíritu indignado se tienta a huir a través de mi mirada oscura. El mundo en el que vivimos entiende el amor como una insensatez, una distracción. La esperanza se va extinguiendo conforme va pasando el tiempo. Asoma una tempestad terrible. Se acerca ya la forma del trueno. El cielo triste se pone inquieto e inquietante. La tormenta cae y las gotas se clavan en la tierra como cascos de enormes bestias, pisando y destrozando. Escucho gritos de seres que mueren dos veces. En mi deambular sin rumbo fijo vuelvo a mi habitación venida a menos. En la mesa está la araña de fiebre, en mis pensamientos, propios y ajenos, no hay conexión hacia el reino de la lengua. Se hace más apretado el nudo estrecho en la garganta, es difícil mantener la cabeza en su sitio cuando los que te rodean la han perdido y te lo echan en cara. Intento forzar el corazón, los nervios, tendones y músculos para tratar de seguir en movimiento a pesar de estar preso de este singular sopor. Pero no hay caso. Soy como una estatua en medio de mi habitación. Una bola de piedra. ¿Sera esta la despedida? ¿Sera el momento de partir? Dura es la espalda y áspera es la soga. Besare a los que amo desde mi forma astral. Diré adiós al recorrido sacudiendo fuertemente mi mano. Luego en la tumba estaré helado de llanto.

 

Ahora todos son como yo. Tengo miedo. Ya no podremos vernos. En estas letras solo he transcrito el dolor de un ajuste malogrado. Soy un completo abismo.


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Somos sombras en tiempos perdidos...

viernes, 19 de noviembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE

  Hola a todos:



Presento mi nuevo libro, titulado ES LA MEDIANOCHE. Un intento mas de escritura. Muchas gracias.

RAFAEL BEJARANO
(STAROSTA)








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La Sombra Colgante

 

En medio de las grietas del techo de aquella vieja casa de campo abandonada, se alcanzaban a filtrar los rayos de la luna y también los rostros. Todos los rostros. El techo de tejas de lata resonaba como en una enorme caverna al ritmo incesante de la lluvia de aquella noche. Y en medio de aquel continuo sonido de las gotas al estrellarse en el tejado, se alcanzaban a filtrar las voces. Se escuchaban todas las voces. Las figuras dentro de la habitación tomaban una extraña forma en medio de la espesa oscuridad caldeada por aquel resplandor de la noche en medio de la tormenta. Y se podía adivinar en la pared como una especie de rostro, de ojos extraños, pero atrayentes, de facciones indefinidas pero intrigantes. Un rostro que no podía dejar de ser visto. Y esos labios, tan particulares, en un momento dado parecían moverse, y de su movimiento se sentía como un susurro, una voz demasiado tenue. No era necesario ni siquiera intentar levantarse de la cama. El peso de la noche hacia prácticamente imposible cualquier tipo de movimiento. Lo único que quedaba era estar allí y observar. Entonces de la nada, algo rasga la escena, es una luz, primero muy opaca y después brillante, casi insoportable. Una luz que delata toda la escena: El armario antiguo y empolvado al fondo, las paredes blancas como mármol, la silla reclinada hacia un costado, la porcelana china en la mesita junto al reloj que no anda. Y entonces encima de la puerta se podía ver: Era una sombra. Una sombra colgante. Solo te podías dar cuenta que esa sombra estaba allí cuando la luz estallaba. Noche tras noche tumbada sola sobre la cama, ella veía esa sombra colgar encima del marco de la puerta. Sus ojos siempre abiertos en la oscuridad, la inmovilidad de su cuerpo, la lluvia todas las noches, a la medianoche, como una escena que se repite una y otra vez y no termina nunca. Ella no recordaba cuando fue la última vez que fue de día o que se pudo levantar de aquella cama. Todas las cosas afuera de aquel cuarto parecían tan raras, tan ajenas, tan extrañas. En realidad, era yo, que siempre tenía la misma pesadilla de aquella chica en esa habitación. Me levantaba cansado y todas las noches soñaba lo mismo. Me despertaba a las tres menos cuarto. Empecé a dejar de dormir en la cama y me tiraba en el suelo, pero siempre justo antes de caer en el sueño sentía que había alguien o algo tirado al lado mío. Entonces me despertaba y empezaba a dar vueltas y en un momento dado ya estaba en aquella habitación, observando a la chica inmóvil y después de la luz brillante la presencia de la sombra colgante. Nunca puedo ver más allá de aquel momento. Siempre me despierto en el suelo de la habitación, con esa sensación de que algo o alguien acabo de levantarse al lado mío. Despierto cubierto en sudor, las manos congeladas y con un deseo enorme de gritar, pero con la garganta cerrada. No puedo emitir ningún sonido. A veces justo antes de caer en el sueño recurrente intento controlar mis pensamientos y moverme así sea más lento, como intentando atrapar a tientas ese alguien o ese algo que siento que está allí, pero que no puedo ver. Al principio probé dejando la luz encendida, pero me dormía igual y al despertarme siempre estaba apagada. Eso me dio más miedo y por eso deje de hacerlo. Siempre tenía a mi lado una linterna, en caso tal que en algún momento dado pudiese salir del sueño y despertar o entrar en un estado de conciencia, encenderla y ver si era algo real lo que me estaba ocurriendo. Algunas noches sentía que algo me rozaba y me quemaba, algo tan terso que incluso parece que fuera piel, pero una piel cicatrizada. A veces sentía que era como una espalda, a veces era una presencia que estaba acurrucada en posición fetal. En mi sueño se convertía en la mujer que estaba en la cama inmóvil, cambiaba de rostro, por el de una mujer mayor que no lograba ver con claridad, mientras mi cuerpo se congelaba y entonces ella por fin se levantaba, me agarraba de la mano y se lanzaba con fuerza, atravesando conmigo el espejo. Siempre que ocurría esto yo me despertaba en la parálisis del sueño, intentando ser consiente de cada inhalación y exhalación, hasta que podía por fin moverme. Busqué la vieja casa en el campo donde se desenvolvía mi pesadilla, pero no pude dar con ella. Probablemente no existe, es solo una invención de mi cerebro. La única vez que busque ayuda de un profesional de la salud no supe cómo explicarle lo que me estaba ocurriendo y me fui de allí, temeroso de ser tomado por loco y que me emitiera alguna boleta que me impidiera ser considerado como un ser humano normal. A veces incluso sentía un poco de miedo de volver a la casa y prefería caminar por las calles del pueblo sin rumbo fijo. Una tarde, justo antes que el sol se ocultara detrás de las colinas, iba caminando y decidí entrar al cementerio. No sé por qué, solo un impulso indescriptible me precipito al interior de aquel lugar. Caminé entre las hileras de tumbas, indiferente, cuando me encontré de frente y casi cayendo, una tumba poco profunda, justo al lado de un monumento arruinado de un ángel encorvado. Empezó a soplar un viento frio que me entumeció hasta los ojos, tanto así que no podía cerrarlos ni moverlos, se quedaron fijos observando el fondo de aquella tumba. Después de un momento pude recobrar la movilidad y me di cuenta que ya había salido la luna. El lugar no me incomodaba, era como si yo lo recordara de otra época pasada. La tumba tenía algo particular junto a aquella figura. Decidí alejarme.

 

Los días siguieron pasando y yo estaba durmiendo menos cada noche. Los días se volvían cada vez más lentos, y mucho más lúgubres. Me encerré dentro de mí, empecé a socializar menos. En el trabajo seguía siendo efectivo y rendía como siempre, nunca fui muy charlatán, pero todos comenzaron a percibir algo raro en mí y se alejaron de a poco, cosa que agradecí pues en realidad no tenía ganas de interactuar con nadie. En las noches seguía esperando en la luz fría, hasta que empezaba el ciclo de salir de la cama, tirarme al suelo, dormitar, soñar con la chica, la sombra, y medio despertar de nuevo. Y así todas las noches. Muchas noches. Y en el atardecer, después de salir del trabajo, me iba caminando hasta mi casa y entraba a la misma hora al cementerio y caminaba siempre por la misma hilera de tumbas hasta llegar a la tumba abierta junto al ángel. Esta situación me llevo a empezar a tener alucinaciones a cualquier hora. Una vez en el parque del centro vi a una señora sentada en una banca que empezó a convertirse en una serpiente que se partía en dos por la cintura y a la mitad sin cabeza le aparecía una, yo como siempre trataba de gritar sin éxito alguno mientras la serpiente desgarraba mi ropa, los arboles se estiraban hasta el cielo y de sus raíces veía salir reptiles que lentamente me acechaban. Otro día estaba en un restaurante y el camarero de repente se quitaba la cabeza y brotaban incontenibles arañas en su interior y la tierra se resquebrajaba, las ventanas se apagaban y comenzaron a reírse. Veía los edificios y los bloques se fracturaban y caían inundando de polvo y escombros todo a su alrededor. Estas alucinaciones al principio esporádicas, comenzaron a volverse parte de mí día a día. Yo en esos trances solo sentía como apretaba los labios. Era como tener una diaria visión del infierno. Mi aspecto también entro en el rigor de mis nuevas dinámicas. Mi rostro albergaba un extraño y desquiciado bigote y mi peinado desordenado enmarcaba unos ojos que ya no tenían brillo. Me reí en el espejo por primera vez en casi un año al ver en lo que me estaba convirtiendo. Es como si mi ser fuera un fruto del mal. Y no estaba pidiendo ninguna absolución Entre pesadillas, alucinaciones, abulia y depresión me entregue de lleno a mi espiral descendente.

 

Una noche estaba decidido a romper con el ciclo y no ir a casa. Entre en una cantina de mala muerte donde algunos personajes sombríos jugaban billar y la música de fondo solo acentuaba más lo triste de aquel sitio. Empecé a beber licor con el ritmo de un medallista olímpico en competición. El cantinero de ojos plateados y sin un solo pelo en la piel me servía y me cobraba. Yo pagaba y consumía. Era casi una competencia. Una mujer de edad adulta se levantaba con un cigarrillo en la comisura de sus labios y bailaba con el aire mientras entonaba pasionalmente las canciones de aquella inmunda cantina que le recordaban que estaba sola y que el amor le había pagado malamente. Era como una vieja muñeca pintada en medio de aquel solitario baile. Después de un trago doble me levante y sin mediar palabra la tome por la cintura y tome sus delgadas manos. Bailamos sin estar juntos realmente. Ella entrecerraba los ojos y seguía cantando desafinadamente, mientras yo sentía su aliento a licor y cigarrillo y pensaba en que no quería volver a casa. El licor siguió fluyendo no sé de dónde y la mujer y yo nos sentamos a beber de una botella y a fumar, pero sin hablarnos. La madrugada llego y la cantina cerró. La mujer me tomo de la mano y me llevo hasta su vivienda, que quedaba muy cerca del lugar. Lo único fue que en medio de mi ebriedad me di cuenta que teníamos que pasar por un camino angosto que entraba a una suerte de bosque, cosa que me asusto un poco, pero la mujer me empujo suavemente para continuar, después del paso, llegamos a un lugar del pueblo que nunca había visitado, que no conocía, que no sabía que existía. De casas destartaladas, calles rotas, perros flacuchos aulladores, y el sonido del rio que estaba a pocos metros. Pase la noche con aquella mujer, que me dio lo mejor que tenía. Su fogosidad y apetito sexual me sorprendieron y lo más grato es que dormí por fin sin soñar con la chica inmóvil y la sombra sobre el marco de la puerta. El nuevo día llego y me desperté como convertido en un hombre nuevo. Mire mi reloj y eran casi las tres de la tarde. Volteé a ver a la mujer a mi lado y la vi placida, podía adivinar casi una sonrisa en su rostro. Quise moverme despacio para no despertarla, pues solo quería huir de allí sin tener que hablar con esa señora o entrar en formalismos y trivialidades raras. Sin querer le rocé una pierna y me di cuenta al acto que estaba helada. Le tome el pulso. Nada que hacer. Estaba muerta. Pondere rápidamente las implicaciones y decidí salir de allí pronto, tratando de evitar que alguien me observara, aunque era imposible. Fuera de esa pocilga los niños jugaban en medio de las inmundas calles, los perros al verme ladraban, y los habitantes de aquel sector me miraban extrañados, pues nunca me habían visto por allí. Me fui dando largas zancadas, estaba aterrado. Temía que alguien descubriera a la mujer muerta y me llamara. Por suerte nadie me grito nada. Salí y me encerré en mi habitación, ni siquiera me duché. Me quede recostado en mi cama hasta que sin darme cuenta me quede dormido. Soñé de nuevo con la habitación, pero ahora la chica inmóvil era la mujer que había muerto a mi lado, la sombra colgando en el marco de la puerta era la sombra de aquella mujer, al despertarme estaba en el suelo y al lado la pude ver, de espaldas a mí. Cuando me volteo a ver me exalte y al parpadear ya no estaba más. Ese día no fui a trabajar. Trataba de recordar todo lo ocurrido la noche anterior, pero en realidad por la ebriedad tenía en mi mente como retazos de lo ocurrido. Ni siquiera sabía cómo se llamaba, no sabía siquiera si en algún momento me lo había dicho. Salí al caer la tarde a caminar y entre al cementerio. Camine por las mismas hileras de tumbas, pero al llegar a mi destino la tumba junto a la estatua del ángel estaba cubierta. Pero no parecía un entierro reciente. En la tumba había un nombre. Tome nota de él. También la fecha del deceso. La habían enterrado allí hacía más de diez años. A la mañana siguiente me llené de heroico valor y quise ir hasta aquel barrio marginal nuevamente. Quería averiguar el nombre de la mujer muerta, pues estaba seguro que era el mismo que estaba grabado en la tumba. Una joven muy linda estaba sentada en el pórtico de la casa de junto y le pregunte por la mujer que vivía allí. Me dijo que en esa casa hacía muchos años que no vivía nadie, que ella y sus padres llegaron hacia unos ocho años y esa casa siempre había estado vacía. Yo me retire de allí casi convencido de que mi teoría era cierta. Yo había bailado con un fantasma y era la misma mujer que está enterrada en aquella tumba junto a la estatua. Pero tenía que confirmarlo. Esa noche, pasada la media noche salí de mi vivienda y de nuevo me dirigí al barrio aquel junto al rio. Por la parte trasera de aquella casa encontré una ventana medio rota por donde yo podría entrar. Tenía que confirmar que era la misma casa donde yo me había despertado aquel día. Al ingresar me di cuenta que estaba totalmente abandonada y no había ni muebles si quiera. Estaba vacía. Llegue a la puerta de lo que debería ser la habitación, pero no abría. Estaba como con llave. Tomé impulso y la abrí a la fuerza. Al ingresar me di cuenta que efectivamente no era la habitación en la que haba despertado junto a aquella mujer, pero era peor aún, era la habitación de mis pesadillas. No había nadie en la cama. Como un autómata fui hasta allí y me acosté, presa de un demente impulso. Entonces vi que la puerta se cerró, la oscuridad todo lo invadió y en el techo de lata empezó a sonar el concierto de la lluvia. Veía el rostro en la pared y la luz brillante entro y vi la sombra colgando del marco de la puerta. La sombra tenía una forma en su rostro, era la mujer mayor que yo buscaba. Ahora yo estaba atrapado en mi propia pesadilla. Y probablemente yo hacía parte de la pesadilla de alguien más.

 

Y no hay nada más que contar, en realidad; pero, como pueden imaginar, no se después de cuánto tiempo pude liberarme de aquella pesadilla. Las opiniones del psiquiatra sobre temas puntuales de mi caso no son ya tan convincentes como al principio. De todo esto al final mis nervios quedaron destrozados. El pánico me invade cuando alguna sombra cae sobre alguna puerta, y no soporto ver casas en medio del campo. Ni hablar de los anocheceres en la época de invierno, aun me siguen costando más de una noche de terrible insomnio. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas.



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Somos sombras en tiempos perdidos...



sábado, 17 de abril de 2021

MI MUSICA (8)

 


Hola a todos:

Solo quería repostear esta entrada con la ultima actualización de mi música. Debajo de cada caratula dejo el link gratuito de descarga. Estos discos son un acercamiento a la música electrónica, el synth pop, el synth rock y otros.






Esta vez quiero presentar mi disco titulado "DEVOCIONAL BEAT"  Un abrazo. Y que siga la melodia!!!


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11. DEVOCIONAL BEAT (2021)




Año:2021
Temas: 12

Link de descarga: https://www.mediafire.com/file/0y64z4nc6de16ny/DEVOCIONAL_BEAT.rar/file


10. AGNUS ANÁLOGO (2020)




Año:2020
Temas: 12

Link de descarga: http://www.mediafire.com/file/ppfv5mbpd7u62f9/AGNUS_ANALOGO.rar/file




9. JAZZ ULTRA (2019)



Año:2019
Temas: 12

Link de descarga: http://www.mediafire.com/file/ptev5zefduju925/JAZZ_ULTRA.rar/file


8. RIFF ANDROIDE (2018)




Año:2018
Temas: 12



Link de descarga: http://www.mediafire.com/file/nbqpr0lqab32cbo/RIFF+ANDROIDE.rar







7. LIBANO SONORA (2017)






Año:2017
Temas: 17


Link de descarga: http://www.mediafire.com/file/mpcgaacsg8ua6x6/LIBANO+SONORA.rar



6. MOMO TRACK (2016)




Año:2016
Temas: 28

Link de descarga: http://www.mediafire.com/download/rmpywwgqg6cwvuz/MOMO+TRACK.rar






5. ROJO STEREO (2015)



Año:2015
Temas: 14

Link de descarga:  http://www.mediafire.com/download/g2r6mu6yw65h3u6/ROJO_STEREO.rar



4. INSERTE DISCO (2014)




Año:2014
Temas:12

Link de descarga: http://www.mediafire.com/download/866ezq3n4czjyal/INSERTE+DISCO.rar






3. QUO ROCK (2012)




Año: 2012
Temas: 26
Link de descarga: http://www.mediafire.com/download/i5vd2chl7aqvzdb/QUO+ROCK.rar





2. JUEGO ELECTRICO (2011)





Año:2011
Temas: 12
Link de descarga:  http://www.mediafire.com/download/attx1jlea04tk7f/JUEGO+ELECTRICO.rar






1. VIENTO SEQUENCER (2010)



Año:2010
Temas:12
Link de descarga: http://www.mediafire.com/download/uh3jlvtoc81rjr1/VIENTO_SEQUENCER.rar






SONIDOS FUERA

STAROSTA


Abril 17 del 2021