viernes, 7 de diciembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (7)







LA LINTERNA DE DIOGENES

Por toda la avenida principal y cerca de la histórica y popular tienda “Las campanitas” Lugar de baldosas azules con florecitas verdes en donde siempre se podía percibir un tenue olor a miaos de borracho y cervezas destapadas y vaciadas por parroquianos pueblerinos y alegrones que gustaban dejar sus ganancias quincenales en aquel lugar conducidos por el deseo insostenible de la beberecua y los problemas, pues estos individuos gustaban sobremanera de sobredosificarse de alcohol para encontrar motivos de riña y pelea en horas de la madrugada, casi siempre con sus mejores amigos, vecinos o familiares, podía encontrarse la quinta mas hermosa de todo el pueblo. Primeramente mandada a hacer por el traqueto de la región, que un día se canso de traficar panelas de coca y no sabiendo que hacer con la plata que recibía y cansado ya de acostarse con todas las zorras interesadas del pueblo y desflorar niñas incautas presas de la misma ambición, decidió mandar a reconstruir una exageración de mucho valor económico y lujo innecesario en un pueblo que por su sola idiosincrasia, no se lo merece. El mafioso termino asesinado en unas canchas de baloncesto una noche  mientras presenciaba inocentemente y desprotegido un partido de microfútbol, ante la mirada asustada, pero no sorprendida de algunos testigos, pues todos sabían que lo que empieza mal, termina peor. “Le zamparon dos tiros en la porra” contaba una vecina alguna vez. La casa después paso a manos del estado y fue por un tiempo un centro de atención comunitaria para la mujer y el maltrato, pero no contaban con la astucia de la mayoría de las mujeres del pueblo, que aceptaban el hecho de que sus maridos las golpearan, pues eso “Hace parte de los gajes del oficio” de ser esposas por aquellos lugares. Después, no se sabe como, pero todos si saben que algún político robo, la casa paso a manos particulares y fue vendida finalmente a Don Diógenes, un anciano que llego a morir al pueblo, pues en todo el esplendor de la sabiduría de sus canas, sabia poderosamente bien que para eso es lo único que sirve aquel lugar. Llego con su esposa igual de arrugada que el, ya que sus caras parecían un acordeón, un perrito faldero que no sirve para ni mierda, solo para lo ultimo, pues cagaba casi todo el día y don Diógenes se preguntaba de donde le salía tanta mierda a un perro tan chiquito, un bife tamaño descomunal y un closet de la misma naturaleza, pues los viejos siempre tiene  muebles que pesan como sus conciencias y casi siempre están fabricados en una madera que no se la come ni la polilla mas hambrienta del planeta, dos mecedoras, y muchas cajas llenas de recuerdos aburridos e innecesarios, pues todo buen viejo de este país es acumulador compulsivo, ya que sufren del miedo primordial de todo colombiano: Que le quiten lo que ha conseguido. La casa estaba llena de secretos pero los viejos nunca comentaron nada a vecinos y parientes. Una muchacha iba  a hacer el aseo dos veces por semana pero siempre estaba bien vigilada por la mirada atenta y minuciosa de Doña Conchita, y de don Diógenes también, pues le encantaba ver el movimiento sincrónico de las nalgas de la muchacha, mientras trapeaba el largo zaguán de aquel caserón.

Don Diógenes sabia que la casa había sido reconstruida, y se entretenía en recorrerla indagando huellas de la casa vieja que había sido alguna vez. Pero los albañiles fueron muy buenos y todo parecía nuevo. No obstante se presentaría una oportunidad que cambiara los últimos días del viejo vergajo.

Un día estaba la esposa, quéjese y quéjese de sus achaques de edad y don Diógenes, mamado de escuchar tanta perorata, se salió del cuarto, en plena noche. Subió al altillo de la casa y se tomo el cuello a dos manos, levantando la cabeza. Fue entonces cuando vio en el techo blanco, unas líneas que formaban algo así como una puerta. El tomo entonces una escalera e inspecciono más de cerca. Efectivamente eso era como una entrada. Algo debía haber encima de su pelada cabeza. Y tenia que averiguar que era.

Al otro día envió desde temprano a doña Conchita y a la muchacha que les ayudaba con los quehaceres para el medico. Necesitaba estar solo para poder cagarse el techo pintado de la casa y poder dejar todo como estaba antes de que volviera su compañera marital, pues si lo vería en esas empezaría a joder y fastidiar y no lo dejaría. Subió de nuevo la escalera y con su cajita de herramientas empezó a hurgarle al techo. Finalmente, pelando un poco la pintura, encontró una cerradura. “¿Y la llave?”  Pensó el viejo mientras se rascaba la calva. Entonces recordó que cuando compro la casa le habían dado un manojo de llaves, del cual el soco saco la llave de la puerta principal y había guardado el resto en un cajón de la cocina.

Rengueando y maldiciendo la artritis, bajo de nuevo la escalera y fue en busca del manojo mencionado. Volvió a subirse con una lentitud increíble y empezó a probar llaves. Finalmente una de ellas le dio vuelta a la cerradura y pudo levantar la puerta que daba a un altillo oculto de la casa.

Ni mencionar las pericias del anciano para poder treparse hasta allí. Se raspo una rodilla y se torció la espalda el viejo sapo este, pero finalmente se subió.

El ático no tenia nada de particular. En este el viejo Diógenes encontró cajas llenas de cachivaches y polvo. En un estante había un megáfono completamente cubierto de telarañas y junto a el, apuntes en hojas dispersas y algunos libros. Tomo uno de ellos, en la primera hoja estaba firmado por alguien: Pedro Narváez. Ni puta idea quien era ese señor. Lo volvió a dejar en el sitio.

El anciano sabia que esa casa había pertenecido a un traficante de drogas. Pensó en encontrar algo mas valioso o interesante allí, o por que no, que el ático fuera el lugar donde escondía el dinero, y de este modo, enguacarse, aunque no tendría sentido que un viejo con un pata en el otro mundo tuviera ambiciones de ser millonario. ¿Para que diablos?

Entonces en un rincón vio algo que le llamo la atención. Era una especie de lámpara o linterna muy vieja. De esas de los años de upa, cuando el era joven y estaba en la flor de la vida. La iba a tomar con cuidado cuando de repente esta se encendió. Su brillo era enceguecedor. Don Diógenes no podía creer que ese cachivache alumbrara tanto, no podía siquiera abrir los ojos., Era tanta la intensidad de la luz que no podía ni ver las paredes nada. Todo era luz.

La luz empezó a hablarle al viejo con una sensual voz de mujer. El viejo escuchaba dejándose seducir entre el miedo y la excitación. La voz le decía que lo había estado esperando, que lo amaba. Que le iba a dar todo lo que no le habían dado jamás en su vida.  Le decía que por el sentía un tierno amor. Que lo amaba  más que a ella misma. Le suplicaba ser correspondida en ese amor pues sentía que sin el se estaba carcomiendo por dentro. El viejo estaba encantado, extasiado. Sentía latir su corazón reciamente. Casi se caga en los chiros el verriondo.
Y así, cada vez que doña Conchita salía a hacerse sus chequeos, que por suerte para Don Diógenes, se hacían mas frecuentes por el estado de salud deteriorado de la vieja, el viejo se subía al ático a escuchar esa luz que le repetía promesas dichosas y felices. Cada vez quería estar así, mas sumergido en esa iluminación sensual, y cada vez menos en la realidad. La luz finalmente se apodero del corazón del viejo. Estaba decidió a quedarse con su amor paranormal. Quería entregarse a esa pasión. Vivir allí, con su ilusión, olvidarse de todo y morir de amor.

Una tarde, mientras el viejo estaba distraído en su universo lumínico, la vieja Conchita regreso a casa más temprano de lo habitual. Le habían cancelado el chequeo. Volvió refunfuñando y fastidiando como siempre. La muchacha que les ayudaba la ayudo a entrar, mientras la vieja mamona llamaba a gritos al viejo, que no la escuchaba.

-¿Dónde se abra metido este viejo?

Pero nada. No le respondía. La muchacha trataba de llevarla al cuarto y darle las medicinas, pero la vieja era latosa e insoportable. Cansada la soltó del brazo y le dijo:

- ¿Sabe que vieja hijuemadre? Le voy a decir dos palabras que me harán muy feliz: ¡Coma mierda! …Fastidiosa…ojala se muera rápido… ¡Y suba las escaleras sola!...Viejita derrengada… - Y diciendo esto alzo el rabo y se fue de la casa, ante la mirada atónita de la vieja, que se agarro al barandal de la escalera y se fue rezándole a la virgen del Carmen electroacústica, exigiéndole castigos ejemplares para la muergana esa grosera.

Se echo en la cama y empezó a llamar a Don Diógenes con voz quejosa y plañidera.

- Diógenes….Venga que estoy maluca….Me va a dar algo….tráigame un vaso de agua….Ayúdeme a ir al baño…Me esta doliendo la cabeza…Se me subió la tensión….tengo los pies fríos… - Y la vieja quejetas no paraba de llamar al viejo a grito entero. Era como una maquina imparable de quejidos.

Don Diógenes estaba mientras tanto viendo la luz de esa lámpara, que le traía los mejores recuerdos, ya olvidados, de su vida. Sentía que la luz lo acariciaba, lo tocaba, lo excitaba. Tanto así, que vio un milagro total.: ¡Tenia el pene erecto! Algo que no pasaba hacia ya los años de los años. De repente su trance empezó a terminar y sintió que la luz empezaba a titilar hasta apagarse. A medida que lo hacia escuchaba una voz inmunda. Era la de doña Conchita que lo estaba llamando. Rápidamente bajo del ático y se presento ante la esposa.

- ¿Y usted donde andaba oiga? Lo estoy llamando hace rato…tráigame la bolsa de agua caliente para los pies… ¡Los tengo yertos del frio!

Y así se la pasó el resto del día, corra de aquí para allá, complaciendo a su mujer y aguantándose el vendaval de quejas sin fin. Finalmente a eso de las diez de la noche, la viejita se quedo profundamente dormida.

Don Diógenes salió al patio, precioso por cierto, de su caserón. Se quedo mirando el cielo despejado y hermoso que lo cubría todo, como una crema de estrellas. De repente, se fue la luz en el pueblo. A tiendas, se devolvió para su cuarto, pero sintió un enorme deseo de subir de nuevo al ático. Últimamente se la pasaba allí metido, por horas. La sensación de paz y tranquilidad que le daba el lugar, era lago que no había vivido jamás en su vida. Subió de nuevo y después de un rato estaba allí, junto a su amada luz, que le decía cosas preciosas y ensoñadoras. Pero entonces la luz también le empezó a hablar de otras cosas. Le decía que estaba cansada de compartirlo con la vieja esa. Que ella lo quería solo para el. Quería que solo fuese suyo. El viejo sintió un fuerte dolor de cabeza, pero seguía  atento a todo lo que la luz le decía. Escucho como esta luz le decía cual era la mejor forma de liberarse de la anciana. La luz prometió que si el la ayudaba a esparcir su brillo y calor, ella haría el resto. Y así lo hizo.

Los bomberos llegaron tarde. El fuego se había regado como si fuera un polvorín. La casa estaba estucada, pero debajo del estuco, todo era madera vieja, lo que ayudo que el fuego se expandiera velozmente. Después de registrarlo todo, encontraron un cadáver totalmente calcinado. Era el de la vieja Conchita, que murió dormida, devorada por las llamas. Don Diógenes no andaba por ningún lado. Nadie supo lo que paso.

Lo encontraron seis meses después, cerca al basurero de las afueras del pueblo, totalmente degenerado. Mantenía los ojos abiertos y solo háblala de una luz que lo llamaba, mientras corría descalsurriado estirándole los brazos a la nada. Las investigaciones al fin arrojaron la verdad de lo ocurrido: El viejo en aquel ático, encontró muchas pastillas de éxtasis que pertenecían al dueño anterior. Pensó que eran aspirinas y empezó a consumirlas, y después de hacerlo, se sentaba en un rincón a mirar fijamente una linterna que encontró y que el siempre encendía, mientras la droga surtía efecto en su mollera. Finalmente adicto, las consumía constantemente y un día también encontró cocaína, la cual aspiro encantado. Y en una de sus alucinaciones, llevado tal vez por el cansancio de vivir con su mujer, prendió fuego a su casa. Don Diógenes  había enloquecido.

Irónicamente, un tiempo después, se quedo ciego. Murió en medio de la más absoluta oscuridad…


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EL MUERTO SOLO CONFIABA EN SU MUERTE Y EN CALAVERA...