viernes, 20 de diciembre de 2013

TREN (5)



LA ILIADA

El pueblo se inundo tremendamente después de la terrible ola invernal que azoto al país. La gente lo perdió prácticamente todo. Se quedaron en las vías del tren, durmiendo y viviendo a la intemperie, mientras esperaban la ayuda del gobierno. El presidente prometió girar dineros para estas personas, pero los meses se fueron acumulando en el desván del tiempo y la ayuda no llegaba. Cada vez que se comunicaban les pedían los mismos datos, pero la respuesta era invariable: “Usted no tiene giro para reclamar” Pero en las noticias siempre decían que esos auxilios ya habían sido girados. Los habitantes del pueblo empezaron a sospechar de los funcionarios del banco. Se reunían en las noches para debatir que podían hacer para acceder a esos recursos, pues estaban muy mal económicamente y temían que se estuvieran robando su dinero los pillos que trabajaban en el banco. Finalmente decidieron reunir los pocos pesos que les quedaban y regalarles a los empleados del banco un gran cajón lleno de viandas, que en realidad no eran sino los pocos mercados que les quedaban a estas pobres gentes. Debajo de los mercados iban escondidos tres habitantes del municipio que debían salir del gran cajón después que hubiesen cerrado el banco para sacar el dinero y llevarlo a la comunidad. Y así lo hicieron. Llegaron arrastrando esa enorme caja un viernes justo antes de cerrar el banco. Los empleados, afanados por irse y sorprendidos con el inusual obsequio, lo ayudaron a entrar a las instalaciones agradeciendo felices y diciendo que el Lunes abrirían la caja y la revisarían. Los habitantes sonrieron por lo bajo satisfechos. Esa era la idea. Dentro del cajón los tres hombres, apretados y en la total tiniebla, decidieron encender una vela que llevaba uno de ellos para poder ver algo. Había pasado ya varias horas y necesitaban salir. Uno de ellos encendió la vela y la pego en la base del cajón, mientras intentaban buscar la barra de hierro que llevaban para forzar la madera y poder salir, con tan mala suerte que el cajón empezó a quemarse y en medio del caos, no encontraron la dichosa barra. El banco se incendio, y justo ese día unos minutos antes habían llevado el dinero de las ayudas humanitarias. Los tres hombres murieron quemados, el dinero se quemo también y la gente se quedo sin sus amigos, sin el mercado y sin el dinero.


Al caído, caerle.


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TODO SE HA CALCADO A SI MISMO, NADA BUSCO YA SIN PASOS....