viernes, 17 de marzo de 2017

DORIAN (7)






VII

Me desperté en mitad de la noche, incomodo por un extraño hormigueo en mi mano. Encendí la lámpara de la mesa de noche y descubrí que la escama se ha regado por toda la mano, la cual esta rígida como el hielo. No la puedo mover. Me espante un poco al verla en ese estado, pero decidí volverme a dormir y pensar mejor que hacer en la mañana. Al llegar el día, fui de nuevo hasta el baño y trate inútilmente en retirar las escamas. Busque en Internet alguna respuesta, pues pensé que sería alguna infección común y debería encontrar algún remedio o cura para la misma, pues no deseo salir de casa y menos ir a un hospital, el cual estaría lleno de gente enferma y lúgubre, así como yo. Pero no encontré ningún dato sobre la afección. Decidí dejarlo pasar. En algún momento se aliviara sola. Tuve el impulso demente de llamarte y comentarte la situación, para ver si así vienes a mi casa a cuidarme, pero desistí. A estas alturas, ya no espero ni tú lastima. Me la pase el resto del día intentando en vano mover mi mano y debo confesar, un poco encantado de ver como poco a poco la escama continua subiendo hasta llegar casi hasta el codo. Tome un libro al azar de la biblioteca y me metí de nuevo entre las cobijas para leerlo, pero en vez de eso me quede mirando hacia la nada, recordándote e inventando historias de los dos, todas con desenlaces imprevistos y finales felices. Me duele un poco el pecho, no sé si es por la pena, o porque mi ser se me quiere salir. Siento que mi alma se balancea y todo lo que sé, es lo que siento. Y siento muchas cosas que son tuyas. Tú estuviste siempre a mi lado en noches parecidas a esta. Debiste haber elegido una noche así para decirme adiós. Aunque fuera lo último que hubiésemos hecho juntos. Pero No. Tú te fuiste de día. Y yo me quede con las manos abiertas, llenas de silencio. Los lugares que frecuentábamos ahora no significan nada. Carecen de vida, no tienen color. Yo jamás te había visto tan perdida. Nunca me había perdido tanto yo. A veces ni siquiera parecías tú. Yo nunca me parecía a nadie, a nada. ¿Dónde estás? ¿Adónde vas? El tiempo parece demasiado pesado al pasar por mis recuerdos esta noche. Me quiebra la espalda, me agota totalmente. Se hace tenebroso el solo pensar en todo lo que nos ocurrió. Yo quisiera reescribir nuestra historia pero es como imposible abordarla de ningún modo. Más obscuros aun eran tus ojos grandes. Tu mirada abismal en la cual yo sufría de vértigo. Quise aquella ves suplicarte para que te quedaras, pero estaba lloviendo demasiado fuerte y casi no te podía ni ver de tanta agua que se entraba en mis ojos, no sé si era la lluvia o yo que estaba llorando. Me quede parado en mitad de la helada noche mientras tú te alejabas. Pasaron los minutos y torpemente reaccione y corrí detrás de ti por una calle desierta y oscura. No te vi en ninguna parte. No te pude hallar. Decidí que iba  a encontrarte aunque me tomara toda la noche. Invoque fuerzas divinas para que me ayudaran a rastrearte como si fuera una cacería de brujas. Te busque en las sillas vacías del parque y en el bar desolado de la esquina. Te busque en las estaciones del bus y en los andes vacíos del centro de la ciudad. Por siempre jamás es siempre para ti. Tomabas las decisiones y no dabas vuelta atrás. Y eso te paso también conmigo. Yo te defraude. No estuve a la altura. Destruí tu confianza en mí. Tú maravillosa y hermosa confianza. 

Ya no estoy convencido de lo que quiero, de lo que estoy buscando. Sólo sé que en este punto me he convertido en una persona difícil de consolar. No tengo claro a estas alturas quién intento ser en lugar de ser yo mismo. Sólo estoy pagando el precio mientras rompo todas las reglas. Todos los signos que encuentro han sido recalcados en mi mente, no me es permitido ingresar. Claramente entiendo que todos los demonios en mi interior florecen en la forma en que son fomentados por mis manías. Todo el afán, la acelerada caída  puramente me está derrotando. He convivido detrás de la máscara de lo que se supone que debo con un dolor al cual ya estoy acostumbrado. Existe una brecha en mi espíritu que me lleva a los parajes más salvajes de mí ser. Ya no contengo en mi la inocencia, ni el sentido real de la consciencia, no siento yo arrepentimiento. La oscuridad se alimentó de todas las regiones de mi alma. He pagado el precio de expulsar de mí adentro al paraíso. Yo entiendo mi realidad, lo que sé que es real. Invocare una plegaria silenciosamente, llena de desaliento. Irónicamente me siento limpio. Lo más limpio que he estado en toda mi vida. Después de derramar mis lágrimas, de dejarme caer, siento algo de pureza en mí. Le puse un final a todo, he transformado el rito de mis días, y si bien no me es tan claro lo que el destino planeó para mí, empiezo a comprender que lo único que tengo es lo que pueda atrapar entre mis manos. No sé si quede algo sagrado dentro de mí, solo sé que en medio de este abismo, hay algo en la pena que me gusta. No sé cómo explicarlo. Mis intenciones y mis sentires se encrespan y ruedan en medio de mi tormenta personal. No sirvo para persuadir a nadie. Los años también me enseñaron a no señalar a ninguno. Solo vivo mi vida ausente, en silencio. Creo que somos personas dañadas que se buscan y se rechazan entre sí, encantados por los sofismas que no entendemos claramente. Somos almas perturbadas y agobiadas por las practicas que pensamos alguna vez, no nos harían ningún daño. Olvido para sentir que no estoy muriendo, pero es un olvido en vano. Rezamos entusiasmados esperando que llegue algo a nuestras vidas, algo que no viene desde algún lugar profundo en nosotros. Algunas cosas no tienen sentido…

Solo a veces te pienso y te recuerdo, y es una imagen que me alivia y me acompaña, mientras destruye y apaga al mismo tiempo. Y solo cuando hago esto olvido que estoy sintiéndome cada vez más viejo y muriendo. No se necesita de mucho para poder verme lastimado. Pero a la vez no lo querría de ninguna otra forma. Siempre hay un precio que se debe pagar…


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Siempre Estaré Aquí...