viernes, 26 de marzo de 2010

IMELDA (1)



OK

HASTA AQUI HE LLEGADO CON LA PRESENTACION DE MI LIBRO EL JARDIN. UN LIBRO ESCRITO HACE UNOS AÑOS Y QUE QUISE COMPARTIR CON USTEDES A TRAVES DE ALGUNOS CAPITULOS. AHORA VOY A EMPEZAR A MOSTRARLES MI NUEVA NOVELA TITULADA IMELDA LA CUAL POR AHORA SOLO SE ENCUENTRA AQUI EN ESTE BLOG. ESPERO QUE LA DISFRUTEN, QUE LA LEAN, SI NO, ME DA IGUAL.

STAROSTA
(UN PRODUCTO DE TU IMAGINACION)



IMELDA






PRIMERA PARTE:

INVIERNO

Nada es más parecido a la necesidad, como cuando nada cambia y tú quieres cambiar. Y esa ansiedad se convierte, tal vez, en un agujero en el pensamiento mutado en necedad. Si tan solo voltearas a ver el espejo te darías cuenta, que efectivamente ya te estas volviendo mas viejo. Y lo que queda en esos casos, es tan solo recordar, relamerse los labios y llorar. La soga aprieta fuerte el cuello de alguno, tal vez seas tú, y entonces disimulas mientras devoras el desayuno. El abandono se manifiesta en el silencio de los años ya vividos, promesas rotas sobre la mesa de noche, amores comprimidos en el bulto del pantalón, instantes de derroche y la cicatriz del corazón, que sin duda, se hace cada día mas honda…

Perdemos el tiempo en callar esa protesta que se hizo culpa por no ser manifestada, pensamos que ya no podemos pensar, la vista se hace cansada y sobre el muelle se deja ver un marinero borracho en horas de la mañana que mira de reojo el culo de la chica que paso desapercibida, porque llevaba en su bolso mucha lana, que se usara para poder insertar un par de tetas con que equilibrar su vida, las culpas y los manifiestos de amor encallados en la mutilación de no tener cerebro, ni sentimientos, ni culpas.

Abrí los ojos y me encontré recordando a Imelda. La resaca no me quiso soltar, y el cuarto se hizo más sucio, pero un poco más noble para llamarse celda. La luz de esa luna encegueció mi parte sensible y como cachorro hambriento salí a deambular entre callejones, en busca de lo imposible. Una puta recordó mi nombre y silbando bajo me llevo a su antro. Entregado en el remolino de su encanto, vacié tres botellas verdes de vino seco, mientras poseía la ilusión de dormir con una piedra que tenia sus sueños lejos, allá en el terruño pobre de pueblo, del cual huyo porque la manoseaba su viejo, llego a la capital, y al no encontrar lo que ella ansiaba, se acostó con todo el mundo, enamorose de un vagabundo, que la introdujo al intercambio del cuerpo por dinero, al dolor rotundo, y renunciando a lo que no se pudo, quedose en la calle, haciéndose harakiris en su vulva, e inyectándose placeres drogadictos bajo la lluvia…

Yo recuerdo el día que Imelda dijo adiós. La carretera se hizo larga y ella se subió en cualquier automóvil, dejándome solo con las rosas que estaba preparando para el jarrón transparente de la mesa, que no se entero que en la casa ya no había dos, que el abandono no fue sutil y que mi alma no pudo salir ilesa. Los tallos ya tenían espinas, me lastimaron las manos, porque yo las apreté a ver si así ella volvía, pero solo llegaron mis hermanos, preguntaron como estaba, se volvieron a largar y el huerto durmió entristecido, por lo acontecido, y tuve que amarme solo de nuevo en mi cama.


Imelda me expulso de su vida, ella sabe bien por que se fue. Yo sin aliento, contare lo acontecido, espero no quedar comprimido, solo con mis huesos, el remordimiento, y esa obsesión malsana de mis últimos años, de estar pidiendo perdón. A continuación, relatare los sucesos y espero, no vivir en el intento.

CONTINUARA...