POR LAS CALLES DEL CENTRO
En las sucias y malolientes calles
del centro muchos pierden sus días, no tienen ningún lugar adonde escapar. El
fuerte deseo a lo ilusorio se refracta en las grasosas vitrinas de un ilegal
centro comercial. La idiosincrasia popular se percibe en tumultos sudorosos y
en las largas filas de gente que transita buscando sobrevivir y no pensar. La
historia fría de un palacio de justicia manchado de injusticias, sigue
ocultando la verdad. Insatisfechos, rebeldes, renegados que se odian a sí
mismos, no saben de amor ni de piedad. Solo buscan placer en las mujeres de
vida alegre para alimentar su morbo y masturbarse en soledad. Ellas también trabajan
mostrándose inocentes, son trafugas de la justicia y del amar, sobreviven solo
pensando en el dinero, son adictas a la noche, quieren ilusión pero sin
esforzarse de más. Yo sólo escribo lo que observo, no es algo que este
inventando o sea irreal. Todo lo que digo trascurre mientras observo lo
cotidiano del momento en las calles del centro.
Cae furiosa la tarde y el picante
sol quiebra y derrite el asfalto y hace efervescente todo el alquitrán. La
basura florece por bolsas negras rotas y los fermentos nauseabundos de sus
jugos empalagan el ambiente y dificultan mi pensar. Escondido en las esquinas
está el miedo, que mata y hace matar, envuelto en escondidas apetencias de
oscura naturaleza. En un andén un policía está peleando con su novia, la cual
nunca le ha sido fiel, pues gusta mucho de los uniformes oficiales y él lo
sabe. Bajo los puentes y en el paso de las plazas y los parques los mendigos se
revuelcan, muy pocos los quieren mirar. La absorbente horda humana que
desciende de los buses articulados, desesperada y alocada, intoxica mi cabeza,
yo solo quiero esquivarlos como sea, y no volver nunca jamás. La soledad es la
que me incita a escapar, el mundo de hoy es un mundo ciego en el cual nadie ve,
yo voy caminando por las calles repletas de gente que vive envuelta en
tecnología y televisión, aman tanto estas dos cosas que son casi su Dios. De
las tabernas y los antros el olor del licor se escapa y me marea, hombre
echados a perder por la falsa sensación de seguridad que brinda el alcohol,
gritan obscenidades a las mujeres que pasan y se amacizan con putas gordas y
baratas que les prometen un cariño de corta duración. Revendedores de toda
clase de chucherías ordinarias y piratería legal invaden cada espacio por donde
se puede transitar y tratan de convencerme que eso que ellos tienen es lo que
yo necesito, yo solo los miro y sigo mi andar mientras el bullicio no cesa
jamás. Adoradores de cristos y otras tantas santerías se acumulan entre
panfletos y puestos repletos de mercancía sagrada que atrae suerte y
prosperidad. Enfermos falsos de llagas artesanales piden monedas y buscan
lastima y caridad frente a las enormes puertas de las iglesias que custodian
valores que no pueden darse el lujo de ejercer, mientras pecadores falsamente
perdonados se arrodillan frente a sus santos de madera. Los proxenetas se
acumulan y andan pendientes de sus hembras y del otro mercado, donde la droga
pasa de manos con agilidad y de vuelta traen más billetes que adornan la
decadencia y la ignorancia del lugar. Todo esto es cotidiano en las calles del
centro, donde todos marchan envueltos en la excitación y el miedo que produce
el saber que mil ladrones están al acecho de los que tus bolsillos puedan
llevar. El centro lo tiene todo y a la vez, no tiene nada. El punto donde todo
confluye, donde el triste desencuentro con la verdad se convierte en un
carnaval grotesco, pero a la vez, el único sitio en donde todo, por alguna
extraña razón, es mucho más real…
******************************
Cantaba al remar en su canoa a ritmo firme el pescador...
******************************
Cantaba al remar en su canoa a ritmo firme el pescador...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dime algo que te edifique y me ayude a mejorar tambien.