viernes, 21 de diciembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (9 Y ULTIMA!!!!!!!)


HOLA A TODOS: Hata aqui publico este libro, que me gusto mucho como quedo,  espero que a los que lo lean, tambien les parezca, o les deje algo, alguna opinion, cualquiera que sea, es importante, buena o mala, lo importante de las obras es que esten vivas, y los adeptos o detractores hacen que asi sea. El resto del libro lo encuentran aqui:


O como siempre, dando click en la caratula del libro que se encuentra en la parte izquierda de este blog. Gracias a los que se tomaron el tiempo de pasar por aqui y leer. Gracias a la vida, al amor, a la magia. Les deseo felices fiestas de fin de año. Amensen y respetensen y cuidensen. El otro año nos veremos por aca, como siempre, con un nuevo libro.

SALUD!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

STAROSTA
(RAFAEL BEJARANO)










TUMBA DE MI (VERSION 2002)

Ahora vivo solo en este cementerio y no me siento solo. Tengo mi propia bóveda, es la 142. Creo que antes le perteneció a una anciana pero no se como se llamaba. Queda en la esquina inferior derecha del lote que tiene un ángel con unas golondrinas en la mano. Me gusta vivir aquí. En las noches de verano todo parece sumergido bajo el agua. Este lugar toma una atmosfera tranquila y azulada y sus residentes salen a caminar tranquilos y sonrientes. Salen a “Estirar las piernas” Según dicen, y yo me rio y les hago caer en cuenta que siempre las tiene estiradas y ellos se ríen conmigo.     Ya no me temen y yo no les temo a ellos. Recuerdo que llegue a este cementerio en una noche de lluvia inclemente. Yo venia de caminar mucho. Hacia meses, o años, bueno, no lo recuerdo ya, que había escapado de la vida que llevaba. Lo había dejado todo atrás: Mi familia, mi empleo, mis pertenencias, amigos, amores, olvidos, aciertos, errores, en fin, todo. Me canse de la rutina de mis pasos y decidí huir muy lejos.     Accedí gustoso a mis impulsos demenciales porque estoy loco. O por lo menos eso es lo que me gritan los niños cuando me ven. Yo camine a través de muchos kilómetros de una ciudad a otra, sonriendo feliz bajo la lluvia, comiendo lo que bien encontraba entre las basuras, lo que alguna gente me daba o lo que podía llegar a cazar. “Le tiro a lo que se mueva” Ese era mi lema de combate. Recuerdo que una vez en mitad de la carretera, cuando iba rumbo a un pueblo al que no quiero volver, encontré un perro dormido y yo lo mate aplastándole la cabeza con una gran piedra. Con una navaja vieja y oxidada que siempre cargo conmigo, lo despelleje, le saque los intestinos, lo ase a fuego lento al caer la noche y me lo comí. Al principio no me gusto el sabor, pero después de unas mordidas, me agrado, tanto, que hasta me chupe los dedos. Pero no me lo comí todo esa noche. No. Solo consumí una parte y el resto lo guarde en mi maleta de viaje: Una gran estopa que encontré en una fábrica abandonada, alguna vez. El perro me alcanzo para cuatro días de camino, y hasta hoy, es  mi plato preferido. Ah…Si supieran lo que el hambre obliga a hacer a un hombre no harían ese gesto ni pensarían mal de mí. Pero no hablaremos ahora de mis gustos gastronómicos, así que yo, seguiré con mi relato. Como les dije yo llegue a este cementerio bajo una lluvia terrible, y como queda a las afueras de la ciudad fue el primer refugio que encontré a mi paso. Al entrar, curiosamente lo primero que sentí fue una tenue calidez en mi cuerpo. Una paz indescriptible, a pesar de los truenos y los relámpagos. Estaba totalmente oscuro y solo los rayos furiosos que encendían el negro cielo me mostraban por instantes los pasadizos estrechos, que tenían impregnados ese olor de las flores muertas, y de las agonizantes también, bajo aquella tormenta. El suelo estaba cubierto de pétalos y de maleza, porque resulta que a este cementerio casi nunca viene nadie. Esta abandonado. Abandonado por la gente, porque los muertos nunca se han do de aquí, obviamente. A veces viene una que otra persona a visitar alguna tumba y eso es todo. Y es así porque construyeron otro cementerio al lado opuesto de la ciudad y ahora a todos los nuevos muertos los sepultan allá, y además, los muertos de este lado fueron enterrados hace muchos años y las nuevas generaciones, o no conocieron o ya no se acuerdan de los humildes habitantes de esta urbanización. Las flores que hay por aquí debieron de haber nacido de las semillas de las flores que la gente traía antes a este lugar, cuando era visitado y frecuentado por dolientes y demás personal. ¿En que iba? Ah…si. Yo iba caminando casi a tientas esa noche y el agua calaba en mi cuerpo su frio incontenible, cuando, de repente, vi esa bóveda abierta en esa esquina y no lo pensé mucho para meterme dentro de ella. Tenía un olor muy peculiar, y aun lo conserva. Huele como a madera, caoba, si no me equivoco. Pero también huele a cierto perfume. A jazmín, me parece mucho. Tal vez era el aroma de la antigua propietaria de esta suite. Yo se que era una anciana porque una noche se me apareció. Fue la primera vez que vi un fantasma en mi vida, y la verdad, sentí mucho miedo. Me encomendé a la virgencita electroacústica y cerré los ojos, así, bien duro. Pero entonces sentí como una caricia. La anciana me dijo que tranquilo, que ella ya estaba más allá de cualquier posesión material. Me dijo que saliera, que me iba a presentar a los vecinos. Yo estaba como asustado, pero salí a ver que era. Me presento a Don Ismael, el de la tumba que seguía a la mía. Se había muerto de un balazo en una pelea de borrachos, por allá en una vereda, lejos de por acá. Buena gente el hombre. Siempre me cuenta historias de terror que nos hacen asustar a todos, y yo me rio porque ellos son fantasmas… ¿De quien van a tener miedo? También esta doña Esther, que se murió de vieja, sola y loca, encerrada en una casa ostentosa. Pero dice que con nosotros la pasa muy bien. Mejor que en vida. Este Don Arnulfo, que lucho y brego con un cáncer que finalmente se lo llevo. Y eso le paso por estar fumando tanto. Dice que lo único que lamenta de estar muerto, es que ya no puede fumar. Pero yo le digo que mejor, que eso es un vicio malo.  Y así, muchos por el estilo. La mayoría es gente vieja, que vivió mucho, como debe ser. Y también esta Lucerito. Yo la vi y la verdad, creo que fue amor a primera vista. Es una chica de dieciséis, que se suicido porque el novio la dejo. Se mato con un veneno que se usa por acá para las matas de café. Cuando la conocí tenía la mirada triste y la cabeza gacha. Salía todas las noches, por ahí sola, y se sentaba a mirar las estrellas, sentada en un borde de la tumba de ella, que es la mas bonita de todo el cementerio. Se la mandaron a hacer los papas con mármol, y esta toda rodeada de flores, parece un jardín, en ese rectángulo en el suelo. Yo no me animaba a hablarle, hasta que un día, no se, me dio por hacerle la charla ala muchacha, a ver que pasaba. Ella me miro con esos ojos tan bonitos y me sonrió, y nos hicimos amigos y todo. Recuerdo que una noche estaba cumpliendo años una viejita, que es la más viejita de este sitio. Se murió de más de cien años. Y es lo mas de bonita esta vieja hijuemadre. Se llama Anastasia. Y bueno, hicieron la fiesta y yo saque a Lucerito a bailar y mientras todos aplaudían yo bailaba así: Un, dos tres, vuelta. Un dos tres. Y Lucerito y yo nos enamoramos. Al principio ella tenía sus dudas, porque claro, ella muerta y yo vivo…Imagínense. Pero yo la convencí con mis detalles, con mis palabras, porque uno también tiene lo suyo. ¿O no?

Y ya ha pasado mucho tiempo. La maleza inundo este lugar, porque ya no puedo hacerle la limpieza como antes. Llevo como una semana que casi ni he podido salir de esta tumba. Me siento enfermo, achacoso y cansado. Y es que los años no pasan en vano por uno. Lo que mas me tiene triste es que no he podido volver a verme con mis amigos ni con Lucerito como antes. Me he puesto viejo y acabado, mientras ella sigue igual al día en que la conocí. Pero ayer paso por acá, así de afán, cuando yo estaba en medio de unas convulsiones tremendas, a causa de la fiebre. Me dijo que ya no faltaba mucho para que yo me convirtiera en uno de ellos, y que eso iba a ser algo muy lindo, porque iba a poder conocer otras cosas y verlo todo de otra manera. Me dijo que de esta noche no pasaba y que me iban a hacer una fiesta de recibimiento, pues iba a ser miembro oficial de este “Barrio de los acostados” como le decía mi abuela a los cementerios.

Se me esta yendo la vista. Ya casi no puedo respirar. Lucerito me dijo que iba a ver una luz en un largo túnel. Me dijo que la siguiera, valiente y sin miedo. Ya la veo. Ya me esta llamando.

¡Ahí vamos!


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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA.......

viernes, 14 de diciembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (8)





EL FESTIVAL DEL RETORNO II

Alborada. Los rayos de un sol denso inundan los tejados desteñidos del alba esquizofrénica. Resuenan tremendos y rojos los cascos de los caballos que en su transitar galopante por la avenida  ensordecen las demás calles. Retumban. Despiertan. Son las ondas sonoras de los carros y las motos. La pólvora estallando el firmamento. Los machetes resuenan allá, en lo profundo, lenta y salvajemente. Los mismos que hacen tambalear hasta morir los palos de café arábigo y las plataneras de un verde eterno y hacen  el sonido de fondo que no se puede oír, que se esta desvaneciendo, detrás de las mascaradas de la vida moderna. Rectángulos de casas dónde ya no hay salida. Círculos viciosos, aquí y allá. Una alcaldía que juega a  mostrar lo mejor del lugar solapando lo peor para el final, que es lo que traerá el dinero. Jugar al sueño colectivo. Destruir historia, respeto y cultura en harás de un progreso que no va mas. Los lugares van mutando con la llegada de la fanaticada etílica. Y de repente ya no son los mismos verdes de aquel monte, las mismas calles, los mismos árboles de luz. Ya no hay como escapar a esos gritos. Y tu, que nunca estas aquí. Nunca estuviste y nunca vas a estar, así, a mi lado. Todo un pueblo entrenado para disimular. Para esconder las incontables falencias. Para cubrir con risas los lamentos de la tierra que esta cansada de decir: ¡Ya basta! Y a esas voces los lugareños se reniegan con el grito a todo pulmón: ¡Salud!  Y eso es lo que ellos entienden simplemente como confraternidad. Y esto siempre es así. Un sitio más prostituyéndose en su propio festival.  Hasta el asfalto queda pegajoso en el manoseo de su ahora turbia identidad, que los hace frenar en las señales de la vía.  Los de los cabellos blancos se dividen en distintos bandos: Los más pudientes hacen parte del agasajo y los más pobres se encierran en sus cortinas harapientas y techos de viejos machimbres de los años ochenta.  Y los demás, que son los más sabios, caminan casi como si fueran invisibles, y recuerdan las guerras y las luchas del ayer, por repeler a esos que oprimían su verdad. Y de eso ya no queda nada. Solo el resoplar de los fervientes de otras décadas que no olvidan al viejo zapatero. Y esa es la verdad. Pero los hijos de la triste sociedad solo quieren practicar acentos de otras regiones. Sus mentes ya no saben disparar. Solo quieren actuar. Y voces complacientes como hímenes rotos que repiten insaciables: “No digan después que nos se les atiende como se debe”. Y nadie se atrevió a decir: “No digan después que no se les advirtió…”

Entonces se hizo la tarde. La alternativa juventud toma  la opción del poncho en lentejuelas y el sombrero de jipa, para enmarcar así su trópico intimo. La ciudad en serpentinas pierde la calma, y cuando desaparece el sol, las tapas rojas de las botellas de aguardiente vacías marcan caminitos etílicos hasta las mesas. Se inicia el ritual del dios Baco. Se sirven los tragos. Esas dos torres están llenas de mierda, y no propiamente de paloma. Vaya mijo, tómese ese cordial que se siente caliente al bajar por el gaznate. Vayan chicas, háganse una lobotomía. Corran  para ver la siguiente función. Corran con sus trajes espaciales de pueblo. La casa paterna no les importa, esa solo esta de paso. Vayan al centro, vayan camino a las putitas. Quédense con ese, con el mas moreno, que hoy será el rey de la pasada generación, reunida después de hace cuanto. Alfombra roja, remendada a un lado. Y ojala que llueva alcohol en el campo. Ojala no sea permanente esa cara de tontos. Ojala y tanto germen humano no volviera nunca…

Otras voces se alzan para la queja casual: “Ya no se puede caminar por las calles” “Esto esta abarrotado” “Esto si es bonito” y desde los celulares salvando distancias infranqueables, un amigo reprocha a otro diciendo: “¡¿Pero como es que usted no va a venir?!” “Se esta perdiendo el progreso” “Piénselo bien, solo le pido… Yo como si vivo la vida…” Y al otro lado de la línea un bostezo de abulia.

Yo los invito, desde mi ironía, a que vayan a ese festival del retonto….perdón…del retoño….digo….no se ni como se llama. Pasen y disfruten la arquitectura moderna de pensamiento montañero. Pase y camine en calles forradas de dinero sudoroso y ahora, mas que nunca, dudoso. Hasta la luz esta zumbando encandilada por ese falso oro. La vieja zalamera sobrepone su voz a la de la guacherna y dice: “Hace años no se le veía por aquí.” Otro retazo de conversación en otro lugar registra: “Yo se doctor, yo se…eso aquí nacimos con buena estrella, no ve que somos del pueblo”  Y los amigos de colegio, creyéndose de quince de nuevo, rezan así: “Tráigase una silla, venga hablamos un ratico” “Esta ronda yo la pago” “¿Quieren pollo? ¿O caviar? …”  “Así somos acá” “Fresco mijo, no se me asuste, que yo ya estoy asustado…” (Risas)

El pueblo esta emperifollado. Me lo vistieron de gala, en un evento ruin.  Los balcones enrumbados, retocados con vinilo astral. Muy cubista. También por allá visita mucho artista.  Mucho indio también por ahí, que son los molotov que estallaran verriondos en la madrugada, hinchados de aguardiente y frustración.  Y es que los que viajan son tan avanzados: Ingenieros, médicos, representantes de artistas. También hay trapecistas. Miren a la reina. Cetro de silicona. Reina Coca. Y por dentro….también! Y la herida del terruño sigue supurando. Los que saben como curarnos o se han ido, se han muerto o se aburrieron. Mundo de quimeras, sin arena. Ella y él, escondidos en una caseta lunar. Escondidos en la galaxia de plátano. Los dos rebobinando, no hacen más que recordar. El quiere ir a otro lugar, a olfatear su cuadril. Ella solo quiere imaginar que esta muy, muy lejos de casa.

¿Y los estudiantes universitarios? ¡Bendita sea la virgen del Carmen electroacústica! No ve que son pacifistas. No ve que son ecologistas. No ven que andan por ahí con sus mochilas tejidas y casi sin aire de tanto proclamar consignas remendadas de los años de upa. Sáqueles una mesa a los muchachos. Atiéndanlos. Son intelectuales, pero no pueden ver a quienes los han recibido. No pueden ver a los que los han servido. Ya están sonando las bandas marciales de los colegios. Ruidos de tambores de guerra. Guerra de niños. Niños pendejos. “¡Comadre! ¡Comadre! Venga” Grita la vecina montañera. “Mire como me están dejando de lindo el parque los visitantes” “Mire como me bañan en orines el obelisco de Don Isidro” “Nos hicieron falta más baños” Dice otro viejo atembado.  “Tenerlo en cuenta para el próximo retorno…”

Se escuchan gritos de placer. Ruidos de campo con ciudad refinada. Esta tierra es nuestra… ¿o no? “A estos eventos si vengo” Dice alguien que no tiene nada que ver con el lugar.  Los hombres se tambalean, pero entre tanta gente ¿Quién lo nota? Las mujeres regurgitan, pero entre tanto charco, ¿A quien le importa?

Y que siga la melodía….





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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA....







viernes, 7 de diciembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (7)







LA LINTERNA DE DIOGENES

Por toda la avenida principal y cerca de la histórica y popular tienda “Las campanitas” Lugar de baldosas azules con florecitas verdes en donde siempre se podía percibir un tenue olor a miaos de borracho y cervezas destapadas y vaciadas por parroquianos pueblerinos y alegrones que gustaban dejar sus ganancias quincenales en aquel lugar conducidos por el deseo insostenible de la beberecua y los problemas, pues estos individuos gustaban sobremanera de sobredosificarse de alcohol para encontrar motivos de riña y pelea en horas de la madrugada, casi siempre con sus mejores amigos, vecinos o familiares, podía encontrarse la quinta mas hermosa de todo el pueblo. Primeramente mandada a hacer por el traqueto de la región, que un día se canso de traficar panelas de coca y no sabiendo que hacer con la plata que recibía y cansado ya de acostarse con todas las zorras interesadas del pueblo y desflorar niñas incautas presas de la misma ambición, decidió mandar a reconstruir una exageración de mucho valor económico y lujo innecesario en un pueblo que por su sola idiosincrasia, no se lo merece. El mafioso termino asesinado en unas canchas de baloncesto una noche  mientras presenciaba inocentemente y desprotegido un partido de microfútbol, ante la mirada asustada, pero no sorprendida de algunos testigos, pues todos sabían que lo que empieza mal, termina peor. “Le zamparon dos tiros en la porra” contaba una vecina alguna vez. La casa después paso a manos del estado y fue por un tiempo un centro de atención comunitaria para la mujer y el maltrato, pero no contaban con la astucia de la mayoría de las mujeres del pueblo, que aceptaban el hecho de que sus maridos las golpearan, pues eso “Hace parte de los gajes del oficio” de ser esposas por aquellos lugares. Después, no se sabe como, pero todos si saben que algún político robo, la casa paso a manos particulares y fue vendida finalmente a Don Diógenes, un anciano que llego a morir al pueblo, pues en todo el esplendor de la sabiduría de sus canas, sabia poderosamente bien que para eso es lo único que sirve aquel lugar. Llego con su esposa igual de arrugada que el, ya que sus caras parecían un acordeón, un perrito faldero que no sirve para ni mierda, solo para lo ultimo, pues cagaba casi todo el día y don Diógenes se preguntaba de donde le salía tanta mierda a un perro tan chiquito, un bife tamaño descomunal y un closet de la misma naturaleza, pues los viejos siempre tiene  muebles que pesan como sus conciencias y casi siempre están fabricados en una madera que no se la come ni la polilla mas hambrienta del planeta, dos mecedoras, y muchas cajas llenas de recuerdos aburridos e innecesarios, pues todo buen viejo de este país es acumulador compulsivo, ya que sufren del miedo primordial de todo colombiano: Que le quiten lo que ha conseguido. La casa estaba llena de secretos pero los viejos nunca comentaron nada a vecinos y parientes. Una muchacha iba  a hacer el aseo dos veces por semana pero siempre estaba bien vigilada por la mirada atenta y minuciosa de Doña Conchita, y de don Diógenes también, pues le encantaba ver el movimiento sincrónico de las nalgas de la muchacha, mientras trapeaba el largo zaguán de aquel caserón.

Don Diógenes sabia que la casa había sido reconstruida, y se entretenía en recorrerla indagando huellas de la casa vieja que había sido alguna vez. Pero los albañiles fueron muy buenos y todo parecía nuevo. No obstante se presentaría una oportunidad que cambiara los últimos días del viejo vergajo.

Un día estaba la esposa, quéjese y quéjese de sus achaques de edad y don Diógenes, mamado de escuchar tanta perorata, se salió del cuarto, en plena noche. Subió al altillo de la casa y se tomo el cuello a dos manos, levantando la cabeza. Fue entonces cuando vio en el techo blanco, unas líneas que formaban algo así como una puerta. El tomo entonces una escalera e inspecciono más de cerca. Efectivamente eso era como una entrada. Algo debía haber encima de su pelada cabeza. Y tenia que averiguar que era.

Al otro día envió desde temprano a doña Conchita y a la muchacha que les ayudaba con los quehaceres para el medico. Necesitaba estar solo para poder cagarse el techo pintado de la casa y poder dejar todo como estaba antes de que volviera su compañera marital, pues si lo vería en esas empezaría a joder y fastidiar y no lo dejaría. Subió de nuevo la escalera y con su cajita de herramientas empezó a hurgarle al techo. Finalmente, pelando un poco la pintura, encontró una cerradura. “¿Y la llave?”  Pensó el viejo mientras se rascaba la calva. Entonces recordó que cuando compro la casa le habían dado un manojo de llaves, del cual el soco saco la llave de la puerta principal y había guardado el resto en un cajón de la cocina.

Rengueando y maldiciendo la artritis, bajo de nuevo la escalera y fue en busca del manojo mencionado. Volvió a subirse con una lentitud increíble y empezó a probar llaves. Finalmente una de ellas le dio vuelta a la cerradura y pudo levantar la puerta que daba a un altillo oculto de la casa.

Ni mencionar las pericias del anciano para poder treparse hasta allí. Se raspo una rodilla y se torció la espalda el viejo sapo este, pero finalmente se subió.

El ático no tenia nada de particular. En este el viejo Diógenes encontró cajas llenas de cachivaches y polvo. En un estante había un megáfono completamente cubierto de telarañas y junto a el, apuntes en hojas dispersas y algunos libros. Tomo uno de ellos, en la primera hoja estaba firmado por alguien: Pedro Narváez. Ni puta idea quien era ese señor. Lo volvió a dejar en el sitio.

El anciano sabia que esa casa había pertenecido a un traficante de drogas. Pensó en encontrar algo mas valioso o interesante allí, o por que no, que el ático fuera el lugar donde escondía el dinero, y de este modo, enguacarse, aunque no tendría sentido que un viejo con un pata en el otro mundo tuviera ambiciones de ser millonario. ¿Para que diablos?

Entonces en un rincón vio algo que le llamo la atención. Era una especie de lámpara o linterna muy vieja. De esas de los años de upa, cuando el era joven y estaba en la flor de la vida. La iba a tomar con cuidado cuando de repente esta se encendió. Su brillo era enceguecedor. Don Diógenes no podía creer que ese cachivache alumbrara tanto, no podía siquiera abrir los ojos., Era tanta la intensidad de la luz que no podía ni ver las paredes nada. Todo era luz.

La luz empezó a hablarle al viejo con una sensual voz de mujer. El viejo escuchaba dejándose seducir entre el miedo y la excitación. La voz le decía que lo había estado esperando, que lo amaba. Que le iba a dar todo lo que no le habían dado jamás en su vida.  Le decía que por el sentía un tierno amor. Que lo amaba  más que a ella misma. Le suplicaba ser correspondida en ese amor pues sentía que sin el se estaba carcomiendo por dentro. El viejo estaba encantado, extasiado. Sentía latir su corazón reciamente. Casi se caga en los chiros el verriondo.
Y así, cada vez que doña Conchita salía a hacerse sus chequeos, que por suerte para Don Diógenes, se hacían mas frecuentes por el estado de salud deteriorado de la vieja, el viejo se subía al ático a escuchar esa luz que le repetía promesas dichosas y felices. Cada vez quería estar así, mas sumergido en esa iluminación sensual, y cada vez menos en la realidad. La luz finalmente se apodero del corazón del viejo. Estaba decidió a quedarse con su amor paranormal. Quería entregarse a esa pasión. Vivir allí, con su ilusión, olvidarse de todo y morir de amor.

Una tarde, mientras el viejo estaba distraído en su universo lumínico, la vieja Conchita regreso a casa más temprano de lo habitual. Le habían cancelado el chequeo. Volvió refunfuñando y fastidiando como siempre. La muchacha que les ayudaba la ayudo a entrar, mientras la vieja mamona llamaba a gritos al viejo, que no la escuchaba.

-¿Dónde se abra metido este viejo?

Pero nada. No le respondía. La muchacha trataba de llevarla al cuarto y darle las medicinas, pero la vieja era latosa e insoportable. Cansada la soltó del brazo y le dijo:

- ¿Sabe que vieja hijuemadre? Le voy a decir dos palabras que me harán muy feliz: ¡Coma mierda! …Fastidiosa…ojala se muera rápido… ¡Y suba las escaleras sola!...Viejita derrengada… - Y diciendo esto alzo el rabo y se fue de la casa, ante la mirada atónita de la vieja, que se agarro al barandal de la escalera y se fue rezándole a la virgen del Carmen electroacústica, exigiéndole castigos ejemplares para la muergana esa grosera.

Se echo en la cama y empezó a llamar a Don Diógenes con voz quejosa y plañidera.

- Diógenes….Venga que estoy maluca….Me va a dar algo….tráigame un vaso de agua….Ayúdeme a ir al baño…Me esta doliendo la cabeza…Se me subió la tensión….tengo los pies fríos… - Y la vieja quejetas no paraba de llamar al viejo a grito entero. Era como una maquina imparable de quejidos.

Don Diógenes estaba mientras tanto viendo la luz de esa lámpara, que le traía los mejores recuerdos, ya olvidados, de su vida. Sentía que la luz lo acariciaba, lo tocaba, lo excitaba. Tanto así, que vio un milagro total.: ¡Tenia el pene erecto! Algo que no pasaba hacia ya los años de los años. De repente su trance empezó a terminar y sintió que la luz empezaba a titilar hasta apagarse. A medida que lo hacia escuchaba una voz inmunda. Era la de doña Conchita que lo estaba llamando. Rápidamente bajo del ático y se presento ante la esposa.

- ¿Y usted donde andaba oiga? Lo estoy llamando hace rato…tráigame la bolsa de agua caliente para los pies… ¡Los tengo yertos del frio!

Y así se la pasó el resto del día, corra de aquí para allá, complaciendo a su mujer y aguantándose el vendaval de quejas sin fin. Finalmente a eso de las diez de la noche, la viejita se quedo profundamente dormida.

Don Diógenes salió al patio, precioso por cierto, de su caserón. Se quedo mirando el cielo despejado y hermoso que lo cubría todo, como una crema de estrellas. De repente, se fue la luz en el pueblo. A tiendas, se devolvió para su cuarto, pero sintió un enorme deseo de subir de nuevo al ático. Últimamente se la pasaba allí metido, por horas. La sensación de paz y tranquilidad que le daba el lugar, era lago que no había vivido jamás en su vida. Subió de nuevo y después de un rato estaba allí, junto a su amada luz, que le decía cosas preciosas y ensoñadoras. Pero entonces la luz también le empezó a hablar de otras cosas. Le decía que estaba cansada de compartirlo con la vieja esa. Que ella lo quería solo para el. Quería que solo fuese suyo. El viejo sintió un fuerte dolor de cabeza, pero seguía  atento a todo lo que la luz le decía. Escucho como esta luz le decía cual era la mejor forma de liberarse de la anciana. La luz prometió que si el la ayudaba a esparcir su brillo y calor, ella haría el resto. Y así lo hizo.

Los bomberos llegaron tarde. El fuego se había regado como si fuera un polvorín. La casa estaba estucada, pero debajo del estuco, todo era madera vieja, lo que ayudo que el fuego se expandiera velozmente. Después de registrarlo todo, encontraron un cadáver totalmente calcinado. Era el de la vieja Conchita, que murió dormida, devorada por las llamas. Don Diógenes no andaba por ningún lado. Nadie supo lo que paso.

Lo encontraron seis meses después, cerca al basurero de las afueras del pueblo, totalmente degenerado. Mantenía los ojos abiertos y solo háblala de una luz que lo llamaba, mientras corría descalsurriado estirándole los brazos a la nada. Las investigaciones al fin arrojaron la verdad de lo ocurrido: El viejo en aquel ático, encontró muchas pastillas de éxtasis que pertenecían al dueño anterior. Pensó que eran aspirinas y empezó a consumirlas, y después de hacerlo, se sentaba en un rincón a mirar fijamente una linterna que encontró y que el siempre encendía, mientras la droga surtía efecto en su mollera. Finalmente adicto, las consumía constantemente y un día también encontró cocaína, la cual aspiro encantado. Y en una de sus alucinaciones, llevado tal vez por el cansancio de vivir con su mujer, prendió fuego a su casa. Don Diógenes  había enloquecido.

Irónicamente, un tiempo después, se quedo ciego. Murió en medio de la más absoluta oscuridad…


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EL MUERTO SOLO CONFIABA EN SU MUERTE Y EN CALAVERA...

viernes, 30 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (6)






UNA PROCESION ROJA

El día de la virgen electroacústica era una de esas oportunidades para ver la dinámica social entre la muchedumbre y la santa imagen.
Desentono doña Josefina aquella mañana, ya que temprano amaneció. Con la energía más simple empotro sus inertes piernas en la silla de ruedas y comenzó la función. Despertó a Encarnación, china inmunda abandonada por sus padres, algo jorobada, recogida por la invalida, por purísima lastima, según ella, pero con la intención inexacta de solucionar los problemas domésticos en su casa.

- ¡Encaranacioooooon! – Bramo la doña desde el portal de su cuarto. – Levántese haber ya, que hoy es la procesión…apúrese…

Después de un fingido desayuno ayunante la vieja entro al baño. Léase baño como: Cuatro guaduas sosteniendo unas bolsas delatoras y unos chamizos disfrazados de hojas secas, que trataban de dar intimidad a la vaporosa escena de la doña sentada en el piso mientras Encarnación, como puede, le refriega a la vieja sus verrugas, sus arrugas y sus dolencias, mientras la anciana controla la manguera negra por donde baja el agua desde el nacimiento hidráulico de la finca.
- Refriegue bien, gran vergaja, deje tanta pereza, que cría mala sangre…
- Si, ñora…
- Y hoy aproveche, y ruéguele a la virgencita del Carmen electroacústica, a ver si se limpia de tanto pecado que tiene encima, tanta pereza, tanta mala volunta pa hacer las vainas, por eso esta jorobada como esta…
- Si, ñora…
- Aunque no debería, le voy a comprar un rosario de la electroacústica, pa que la acompañe, a ver si se le sale esa maldad que tiene encima…

Y la pendeja se queda ahí, ansiosa, estropajo en mano, con cara de amapola, como si aquel rosario fuese la solución para alguna cosa en su vida.

El pueblo se engalano, como siempre, ante el evento anual. En todas las casa ondean banderitas blancas con la imagen de la patrona del pueblo, o cualquier trapo blanco que cumpla el mismo cometido. Empapelan los andenes con plástico barato de colorines daltónicos, para cuando pase la multitud, se vea todo más bonito. Apostados periféricamente al parque, puestos  repletos de chuchearías: Relicarios, estampitas, veladoras, collares de poca monta repletos de mercurio para alumbrar la noche sagrada, todo esto compartiendo podio junto a toda clase de baratijas y cuentas gitanas, casetes mal grabados de los músicos populares mas sonados, chiros de contrabando, a precios cómodos, toda clase de galguerías a saber: cocadas, obleas, turrones, melado, y suministros destructores de flora intestinal, ya que han sido aderezados por el polvo de la calle y el sol del día. Enredando los árboles del parque, la tan famosa “culebra” llena de pólvora peligrosa y luminosa, para el deleite de los participantes, dominados por tres castillos (en realidad son tres palos con algunos voladores, volcanes y pitos) los cuales se encienden a las doce de la noche, como cierre mágico de la festividad. El por que del encenderlos a esa hora y en honor de la patrona santa, se los dejamos a las mentes que los ponen y los disfrutan…

A las nueve de la mañana, salen las dos mujeres de la finquita, reconstruidas para la ocasión: La vieja Josefina con el vestido largo de flores, el pañolón que le cubre toda la cabeza, la camándula de pepas blancas en una mano, el libro con la novena a la electroacústica en la otra, sombrilla, por supuesto, para ella, por si el sol, medias veladas a tres cuartos de pantorrilla y pantuflas cómodas, como si su parálisis le permitiera disfrutarlas. La inmundicia de jorobada, por su parte, con un vestido que le había servido a alguna, para la primera comunión, y que a ella le quedaba como trusa de buceador, amarillento, como las hojas de un libro podrido, y eso si, remendado a mas no poder. Parecía una constelación de hilos, como un tapete chiroso y viejo.
En el camino a la iglesia se encontraron con otras matronas del pueblo. Todas recorriendo su camino, sonrientes, poniendo sus arrugados rostros al sol mañanero. Irían a cumplir la sagrada cita con la hacedora de milagros y favores, mas grande jamás conocida. Primitivas, decodificadas, entonando oraciones sampler, ojos entrecerrados, respiración entrecortada, ultravioletas de tanto absorber al astro rey, labios resecos, manos unidas, ágiles con el rosario,  soponcios brotando, uno que otro pedo, varices a punto de explotar, estampas y sollozos. La primera parte ya estaba cumplida. Eran las tres de la tarde y sin modificaciones, las viejuchas habían vaciado en la iglesia todo lo que tenían en sus pechos, por la electroacústica. Ahora, se empezaban a ver a los hombres, que se acercaban para sacar a la virgen a darle una vuelta por el pueblo. Modulando cada paso a su frecuencia, en decibel exacto, no pierden la señal. Nadie duda de su capacidad de ser sagrada. Termómetro de bifurcación fervorosa, entre los que circulan, a pasos cortos, ponchos de blancura increíble que ven a la nada y ruanas malolientes que lo ven todo. Estructura de composición de un pueblo necesitado y lleno de suposiciones. La masa sabe enmascarar su hambre y camina con la cabeza en alto, sin saber por que….

Adelante se puede ver, en la cósmica silla, a la vieja Josefina carreteada con la energía más simple, por Encarnación. Su joroba pesa, por el cansancio, unos veinte kilos más, pero por instinto de conservación, no se queja ante la vieja. Solo la empuja sin esperanza. Putea y maldice por su destino, por su sacrificio y quisiera colgar a su protectora de las piernas. La rodante peregrina, presidenta de la orden de seguidoras de las electroacústicas, con el vestido largo de flores, el pañolón que le cubre toda la cabeza, la camándula de pepas blancas en una mano y el libro con la novena a la deidad en la otra, por su parte pide ferviente favores para si misma, solapada en las demandas ajenas, con los ojos entrecerrados y en blanco. Levanta un momento la mirada hacia los montes que se ven frente al pueblo y piensa: “Malditos esos y sus devociones de mierda” Y de inmediato arranca con otro rosario. Su voz plañidera hipnotiza a todo un pueblo que viene detrás de ella y le hace los bises a la anciana. Así es un pueblo en sinfonía absurda. Así es un pueblo sin sentido.

Adelante se encuentran los más del pueblo. Las familias de los terratenientes, encabezadas por las señoras mas refinadas de la localidad, las que se reúnen todos los jueves a las cuatro de la tarde a jugar tute y jartar café como yeguas.  Junto a ellas, los hombres, con sus botas tejanas, sombreros de ala ancha y ponchos de una blancura increíble, finamente doblados y terciados al hombro.  No miran a ningún lado, excepto cuando ven alguna entrepierna de mujer jugosa, entonces agachan un poco la mirada y le hacen señas al compañero, para morbosear a la chica, sin que la virgen se de cuenta. Llevan en una mano la botella de aguardiente y en la otra a los chinos desobedientes y consentidos, que se creen el ombligo de dios. Y atrás de estos, la recua, o sea, todos los demás. Campesinos, trabajadores y arrieros con sus familias numerosas, ya que estos, no tienen en su software básico, el procesador para planificar, y por ende, se llenan de hijos en un santiamén. En una mano llevan la ruana olorosa y en la otra, la botella de chicha. Los niños, ni idea donde están, depuse aparecerán. A los costados se ven algunas parejitas, a la cual la virgen les importa cinco centavos, y solo piensan en como llegar a la copula, y así, alcanzar la cúpula en sus genitales.

Ese mismo día, desde el otro extremo del pueblo, él se levanto de la cama con un dejo a dolor de cabeza, producto de un mal sueño. Él sabia bien que la amaba y se dio cuenta de eso cuando decididamente acompaño aquella vez a Lorena a la procesión maldita de la virgen roja. Una virgen distinta a la electroacústica, que era la santa patrona del pueblo que seguía, monte arriba, llamado Purillo.

Todo ese espectáculo que se armaba en febrero pertenecía a un grupo de personas particulares, coherentes, espaciales, primitivas, evolutivas, como ella le decía, con las cuales muchos han tenido el infortunio de toparse. El solo sabia que Lorena gustaba de esas manifestaciones atrayentes, de las que ya había participado por varios años, los mismos en los que terminó visitándola en las tardes, viéndola brillar mientras la escuchaba leer esos libros viejos que su abuelo le regaló. Todo ese tiempo fue suficiente también, para que el supiera de toda esa enfermiza congregación, y para reconocer como el movimiento de la verdad la representaba perfectamente. Pero a el lo represento mas el deseo por ella y el saber que nunca fue su dueño.

Dicen que un 13 del mes de febrero hace unos sesenta años atrás, un grupo de radicales dispuestos a desbaratar el régimen de entonces, quisieron tomarse el pueblo. Ese pueblo, escondido entre costumbres mutantes, era en el que, según los curas, solo nacían engendros, ladrones y embusteros. Ese pueblo era el mismo de la procesión. Ese pueblo fue donde aquellos cayeron…

La marcha religiosa debía llegar al sitio denominado “El encanto” a las afueras de su pueblo y en donde hace tanto tiempo los revolucionarios debieron retroceder, ya que su plan terminó siendo un fracaso. Suceso aleccionante que marcaría su historia. Momento suspendido en columnas de plata que alienaba a esos marchantes, en los que ahora él se contaba, tal vez como una justificación, por culpa de un amor que Lorena le atosigo.

La procesión continuo y las veladoras rojas fueron apostadas en ambos lados de la carretera y en todo alrededor de aquel lugar, como un símbolo de iluminación para los que dieron su vida por la revolución y una señal de que no han sido olvidados ni sus antorchas extintas, y a su vez, los cantos se hicieron dejar llevar por el viento, animosamente. Lorena encendía veladoras y murmuraba palabras extrañas. El la seguía. Simplemente para el, ella era su dueña.

La luz de las veladoras dejaba entrever el grupo de personas en masa deforme, blandiendo banderas y recuerdos con la imagen de la virgen roja. A veces el podía ver los ojos de la sagrada imagen vigilándolo, y como reprochándole el estar allí, pues venia de ese otro lugar, donde a ella  no la querían por ser la otra, por ser la roja.

- ¡Al fin dejo de llover, electroacústica bendita! – Exclamo descubierta en emoción la vieja Josefina – Salgamos ahora si ha terminarle la procesión a la virgencita, que estamos justo a tiempo – Decía la anciana mientras la jorobada arrugaba la jeta y empujaba a la doña de nuevo a las calles. Habían tenido que devolverse a toda velocidad para la iglesia, pues la virgen no se podía mojar y el cuántico vendaval los había sorprendido a unas pocas cuadras de allí. Esperaron impotentes a que el recio aguacero amainara, para poder continuar la procesión a la hora que fuera. Ese año había sido el más duro, y ellos estaban marchando en esa ocasión por una buena cosecha en sus cafetales en off. Las deudas justo a tiempo, como siempre, les estaban ahorcando el cuello, y la fe en la milagrosa, intermediaria instantánea en sus adversidades, los obligaba a estar presentes hasta el fin.

De manera tacita, al entrar al sagrado recinto, los campesinos habían esperado a que los más acaudalados se sentaran en las sillas. Si quedaba puesto para ellos, muy bien, sino, pues a esperar de pie a que la lluvia pasara. Pero con el diámetro de los abundantes culos ricachones, obviamente se quedaron de pie. Pasaron el tiempo mirando al techo, contándose chismes, creando círculos fractales, criticando vestimentas no definidas, o a escondidas, destapando botellas en honor a su otra divinidad: La bebida. La cual también tenía seguidores de todos los estratos allí presentes.

- No…se nos daño la hijuemadre pólvora en el parque…- Reprocha un viejo apestoso de chicha, viendo impotente, en todo sentido físico y moral, como la lluvia desprendió la pirotécnica culebra de los árboles y la desmembró en medio de los charcos del suelo.
- ¡Ole! venga chino, tómese uno… - grita un fulano mientras destapa una botella de aguardiente “tapa loca” sin importarle que esta en un evento religioso.

- Ya se van a poner a tomar en la procesión ¡Que belleza!... - Rezonga una vieja mientras se soba un jarrete.

La luna ya había asomado. Era tarde y estaban cansados, o mejor, cansadas y borrachos. Los hombres no habían perdido el tiempo en la iglesia y a escondidas se habían bebido todo suministro traído de los estancos. Pero las tradiciones debían seguir, allende los mares de alcohol, y se reanudo de nuevo la marcha.

- Como ya es tan tarde, no alcanzamos a hacer el viacrusis – Propuso doña Josefina, con voz plañidera – Propongo subir por la carretera hasta el paradero de “El encanto”, yo se que es lejitos, pero con ese sacrificio, la virgen quedara satisfecha con nosotros…

Y toda la recua, entonces, empezó el ascenso hasta aquel lugar, en medio de oraciones, lagrimas de ira de Encarnación al sentir el cansancio en su alma de la cuesta arriba, visiones absurdas de los ebrios, y un miedo extraño que los envolvía, al dirigirse a aquel lugar. Su misterio tendrá…

Llegaron al lugar convenido los dos grupos dispares, precipitados por sus devociones, algunos seguros, otros en duda, pero en pertenencia obligatoria, las dos procesiones llegaron, por fin…

A lo lejos empezaron a veces esas luces lejanas y bizarras, y un temor los sobrecogió. Algunos borrachos se limpiaban el rostro y sentían de nuevo sus cinco sentidos intactos. Otros optaban por devolverse disimuladamente. Algo se veía a lo lejos y todos se hacían como podían, detrás de la virgen electroacústica, buscando su favor y protección.

Josefina esperaba la cercanía de esas gentes para comprobar sus presentimientos, y para darse valor, pasó las cuentas del rosario una vez mas entre sus dedos repitiendo las eficaces oraciones aprendidas de antaño.  Las antorchas que se ven a lo lejos alumbran  como candilejas por las partes de hierro de la silla de ruedas, lo cual hace temblar a la jorobada que la empuja. Y al igual que a ella, a todos los demás participantes de la procesión.

Lorena también ve a los que vine en contravía.  Su sangre la prepara para atizar, con su hermosa voz, cambiante de futuros, a los que van con ella y creen en la virgen roja.  Lorena entonces aprieta con fuerza un pequeño cubo que lleva en su mano. Ella sabia que este encuentro era inevitable. Ella lo había preparado todo, para que así fuera. Lorena y sus mil engaños, los mismos que les procuraba a los hombres que quería para si, mientras fingía orgasmos húmedos entre sus piernas, pero que nunca ocurrieron. Ni siquiera con el que hoy va a su lado, al cual nunca tuvo que fingirle nada, porque estaba demasiado ido por ella. Ni tan siquiera había que fingirle amor. Que el pendejo se enrede solo, no es asunto de ella.

Finalmente los dos grupos se encuentran, en el lugar exacto. Están en el propio centro de la carretera frente al paradero “El Encanto”. Los de la electroacústica ven espantados las innumerables veladoras rojas que están por todas partes. Los de la virgen roja miran con rabia a los cretinos del pueblo de más abajo que se creen mejor que ellos. Todos esperan señales de las líderes, dos mujeres diametralmente opuestas, como sus propias creencias.

- ¡Revolución! ¡Revolución! ¡Libertad! – Grita Lorena con pasión. Con furia. Como un animal ¡Vayan a esconder su verdad  y su vergüenza a otro lado así como lo hicieron hace décadas cuando les dieron la espalda a los que lucharon por y para ustedes! ¡Viva la virgen roja! – Y un atronador ¡Que viva! De los demás cuellos que estaban de su lado retumbo entre los pastales y los palos de eucalipto gigante de todo el lugar.

- ¡Niña, por dios! Súbase a su pueblo y medite en sus pecados –dice Josefina con voz enérgica pero menos exaltada – Su dizque patrona es una herejía mijita…Una mujer de carne y hueso….no es una santa patrona como la electroacústica bendita…hasta se acostó con hombres…. ¡Hasta parecía uno!

Lorena no respondió, a pesar de las carcajadas de los electroacusticos que celebraron de esa manera el ingenio de la vieja invalida. Se fue caminando lentamente hasta ella mientras se hacia un silencio sepulcral. Un silencio de expectativa en ambos bandos. Se quedo mirándola fijamente a los ojos, se agacho y le susurro al oído:
– Mira a la virgen que te ha hecho tanto bien…Mírala bien y ahora mírate tu….y ahora mírame a mi… ¿Por que si crees tanto en ella no te ha devuelto las piernas que tanto necesitas?

El silencio del momento fue suspendido por el karaoke del viento frío, que levantaba semillas de malestar improvisado.

De repente las pupilas de Lorena retornaron en ecos de sangre turbulenta. Tomó el balde con pintura roja que llevaba en su mano y con una asombrosa velocidad y total precisión, la arrojo sobre  la imagen de la virgen electroacústica, cubriéndola de un rojo eterno, y de paso a la vieja Josefina, que estaba delante de la imagen.

Y se hizo carne entonces la bestia pop. Comenzó el inevitable enfrentamiento en "El encanto". La caravana de rostros furiosos y enloquecidos se fusiono en ansias de poder destructivo. En Apocalipsis Now. La multitud se esparció por aquella carretera como el té que se derrama en el blanco mantel. Las estrellas se apagaban por momentos ante la furia desbocada de histeria colectiva. Las vírgenes cayeron al suelo y los yesos rotos descansaron por fin, desperdigados en las fantasías del suelo. Puños cerrados en caras extrañas creaban nuevos relieves en el cuerpo. Machetes afilados probaban su poderío a planazo limpio, bailando sobre espaldas humanas, que quedaban tibias después del impacto. Patadas de libertad abrazaban esos cuerpos hasta hacerse sentir copiosamente.

Encarnación no dejo de ver a la mujercita que con tanta pasión hablaba a todos, la veía con desesperante admiración, la deseó con locura, como se desea la muerte cuando se tiene un dolor intenso. Por eso cuando la vieja empezó a maldecir a esa diosa revelada, lo único prudente que pudo hacer para alabar esa aparición divina fue arrojar al piso a la transgresora, antes su patrona, y le dio tantos golpes como le permitía su pesada joroba. El, en medio de la confusión, como un fantasma, se abrió paso e intento quitar a la inmundicia de jorobada de su amada, pero entonces algunos enruanados se vinieron sobre el, en caída libre, y le acariciaron la cabeza a palos, hasta perder el sentido.

Despertó días después de su inconciencia, en una cama de un hospital de la capital. Todo había pasado, pero el no supo en que termino. Solo sentía en su boca, el sabor del trago amargo de las medicinas…




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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA....


viernes, 23 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (5)



PORRO  TRANCE

Al pueblo llego un día un hombre de aspecto extraño: Tenía el cabello hasta la cintura y la barba hasta el pecho. Vestía de blanco y llevaba sandalias. En su hombro derecho colgaba una mochila de lana y en su mano izquierda un palo de café sin ramas terminado en una horqueta. Los niños se reían a su paso y les llamaba tanto la atención que le siguieron y en un momento hubo tantos chicos acumulados que parecía una procesión. Era una mañana de Mayo y este personaje tan particular avanzaba por todo el centro de la avenida principal del pueblo ignorando los insultos y pitidos de los conductores que tenían que resignarse finalmente a que el tipo no se quitaría y buscaban vías alternas para continuar su rumbo. De todas las ventanas, balcones, puertas de las casas y negocios a ambos lados de la avenida salían todos los habitantes a ver el paso de este símil de profeta. A algunos les causaba cierto temor pues el verlo con esta imagen y seguido de tantos niños les hacia voltear la cabeza a otro lado, pero por mas que se resistían, no podían dejar de mirar. El hombre llego al parque central del pueblo y se sentó a descansar en el obelisco que señalaba el sitio en donde se habían depositado los restos del fundador del pueblo. De su mochila saco un porro de marihuana y lo encendió con calma ante la mirada ávida y sorprendida de la gente que lo había seguido a ver de que se trataba todo. En una hora absolutamente todo el pueblo estaba reunido en el parque, mirándolo a el, mirándose entre si, y sin comprender de que se trataba todo.

- ¿Qué esta haciendo? – Preguntaba una vecina
- Esta fumando marihuana
-¿Así? ¿Delante de todos?
- Si
- ¡Ah, que señor tan raro!

El porro que fumaba era de un calibre idéntico al de un tabaco cubano. El aroma dulzón de la yerba se fue filtrando en las fosas de todos los pueblerinos que empezaron a sentirse mareados. Los niños por su lado, se aburrieron de estar allí y empezaron a juguetear entre la gente y alrededor del parque central. A cada bocanada se iba creando una nube de humo que se quedaba dando volutas encima de su cabeza. La gente solo estaba allí parada, aspirando ese olor y viendo como el personaje en el que tenían los ojos clavado, tomaba cada vez mas y mas, una forma mas beatifica, por su traje y el humo, parecía que salía de alguna nube. Fue entonces cuando abrió la boca y empezó a hablar:

- He venido, señores, a hablarles de todas las cosas que yo he visto en mi vida. De lo divino y lo terreno. De lo debido y de lo prohibido. Ustedes. Gentes de buena fe, han sido elegidos. Si, así como lo escucharon, elegidos, para una misión muy especial que yo he venido a cumplir a estas tierras el día de hoy. Por favor, presten atención, escuchen. Los que no han visto aun, vean. Es hora de quitarse el velo de los ojos y ver las cosas como son en realidad. Yo he venido señoras y señores desde todos los mundos. Desde el mundo de los vivos y también del mundo de los muertos. Yo he visto a los difuntos. Yo los he sentido. Yo vi a través de los ojos de todos ellos sus tumbas. Yo he visto cosas señores que ustedes ni se imaginan, pero hoy yo se las he traído acá, para su conocimiento…”

Mientras hablaba, saco de su mochila una gran cantidad de hojas de coca y armando un montón considerable, le prendió fuego. El pueblo, reunido en su absoluta totalidad aspiraba el humo de la marihuana y la coca y cuando menos se dieron cuenta, estaban en una traba ni la más verrionda. El hombre de la barba y el traje blanco los invitaba a sentarse y a pararse, cosa que ellos hacían, con un a risa tonta que venia de no se sabe donde. Otros empezaron a ver alucinaciones, unos mas se agarraban a los arboles, otros vomitaban, las mujeres mas vieja se sintieron mareadas y terminaron tiradas, casi inconscientes. Los niños finalmente cayeron dormidos también al suelo. Pasaron varias horas y mientras tanto aquel hombre no dejaba de hablar de cosas a las que nadie les prestaba atención, pero su voz era como un conductor del trance. Los obligaba de una u otra forma a permanecer allí. Los hipnotizaba. Los idiotizaba. Los sometía.
Don Chucho bajo al pueblo desde Purillo en su mula a comprarle unos remedios a la mujer. Pero se dio cuenta que el pueblo estaba completamente vacio, cuando cruzo por el parque central descubrió a toda la gente tirada, dormida, y restos de un humo de olor extraño enredado en las ramas de los arboles y entre los hilos de la ropa de la multitud. Empezó a despertarlos a todos, mientras trataba de aclarar lo ocurrido…

- ¿Qué paso acá comadre? – Clamaba una vieja gorda cogiéndose la cabeza a dos manos.
- ¡Electroacústica bendita! ¿Esto que fue?... – Decía otra matrona mientras devolvía atenciones desde su estomago hasta el suelo del parque.
- ¡Huy no!...Que sed tan hijuepucha la que tengo  -Decía un hombre de aspecto severo.

Y así, Don Chucho ayudo a las gentes del pueblo a recomponerse. Después de un rato cada quien emprendió el retorno a casa, pero minutos después, todo el mundo volvió azorado a reunirse en el parque.

- ¡Nos robaron! ¡Nos robaron! – Repetía todo el mundo con voz quejumbrosa.

En algún punto, el hombre de la barba la bata blanca y las sandalias, se dio cuenta que todo el mundo se había quedado dormido, entonces saco un revolver y dio un tiro al aire. Esa era la señal. Camiones enormes entraron entonces por la avenida principal, repletos de ladrones y pillos de la capital, e inmediatamente dieron inicio al saqueo total de las casas del pueblo. Subieron a los camiones todo lo que encontraron de valor, dejándoles solo las chucherías y baratijas. Los negocios, con sus mercancías, fueron desocupados con celeridad y totalidad. Era un grupo numeroso de ladrones, que llevaban delinquiendo del mismo modo desde hacia un tiempo. Todos eran prófugos de una de las cárceles que después de tanto atiborramiento carcelario, se unieron para idear un plan de escape y de manutención a costa de las gentes de los pequeños pueblos.

Don Chucho, que no entendía lo ocurrido les pregunto lo que había pasado. La gente del pueblo le conto lo ocurrido. Al terminar, el Curilluno no tuvo de otra sino empezar a reírse de lo pendejos que eran los habitantes del pueblo vecino. Se cogía la barriga y los ojos le chillaban de la risa.

- ¡Noooo!... ¡Que historia tan buena pues! Espere que les cuente a todos en Purillo….Jajajaja

La gente del pueblo, indignada por el robo, dolida en su orgullo por lo ocurrido se quedo mirando a Don Chucho que se sentó para tomar respiro, en medio de sonoras carcajadas. Por la mente de todos paso la imagen de los Purillunos bajando hasta el pueblo para burlarse igual que lo estaba haciendo ese viejo pendejo. Lo ocurrido no podía saberse…Pero… ¿Cómo impedirlo? Don Chucho ya se había puesto de pie y estaba por subirse a la mula, cuando un hombre de la multitud lo señalo y dijo:

-¡Deténganlo!

Y de manera tacita todo el pueblo comprendió lo que debían hacer. Lo detuvieron y lo metieron a la cárcel y lo acusaron de drogar a las buenas y nobles personas del pueblo y robarle además sus pertenencias y efectos. Rápidamente fue juzgado y condenado a muchos años de prisión y por disposición oficial del ayuntamiento, que dijo que era un reo peligrosísimo, fue aislado a una celda oscura y solitaria, totalmente incomunicado. La familia de Don Chucho bajaba al pueblo  averiguar que había pasado con él y todo el mundo arrugaba el ceño y hacia cara de no saber de quien le hablaban. La policía se hacia los que indagaban y le decían a la familia que ese señor nunca había estado por esos lares y les dijo que tenían que investigar allá, en Purillo, que fue en donde se había desaparecido, que eso no era de su jurisdicción, que dejaran de molestar.

El pueblo jamás volvió a hablar de lo ocurrido ese día. Todos sabían que estaba prohibido. Si alguna vez, algún borrachito se le escaba algún comentario o alusión, era bañado en agua fría y encerrado veinticuatro horas en la estación de policía, hasta que “recapacitara” y después lo mandaban a la casa. Con el tiempo la gente ni se acordaba, pero se sentía tranquila, el orgullo del pueblo estaba intacto. Eran la perla social y cultural del departamento. Eran la capital de la confraternidad…




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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA......










viernes, 16 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (4)



                                       RITA

Rita entro cabizbaja por la puerta de la universidad. Ella desfloro su mente, que ya no sabia palpitar. Se encontró de frente con un mundo que la enterró, como si ella no sirviera. Dejo de creer en dioses y en verdades. Se estrello muy fuerte con su propia sombra. Se intoxico de desilusión y una parte de su libertad se la llevo el olvido. Ya no era devota de la virgen roja, la misma que adoraban en ese pueblo que quedaba mas arriba del pueblo de Pedro Narváez, incrustado en la montaña. Ahora tenía tiempo de sobra. Ahora sobraba el silencio.

Era una estudiante más de las aulas de clase. Había llegado a la capital pensando que sus ideas eran nuevas y refrescantes en el universo comunista. Error. Eso que ella argumentaba, ya se sabia de hace tiempo. Todos se rieron en la concha acústica cuando inocentemente saco su escapulario de la virgen roja, pensando que así seria aceptada. Después de ese momento, la voz heredada por sus antecesores de la revolución zapatera, deambulaba escondida entre cerdos…

Rita. Ahora observaba con vidrios clavados en sus ojos. Se sentaba aparte y miraba nostálgica al grupo de sexto semestre, con pañuelos en la cara, protestando por alguna causa. Protestando por vagar. Protestando porque si. En su pueblo ella era la abeja reina. En su pueblo ella dirigía las proclamas. Aquí era solo un número. Aquí era el cero a la eterna izquierda.

- De frente camaradas… ¡Hasta la victoria! – Gritaba alguno del grupo y los demás se formaban neciamente, bajo el sol invisible de Octubre. Rita sentía que la bilis la mataría por dentro. No podía soportarlo.

A escondidas trataba de alimentar su amor por la anarquía, leyendo libros o viendo films de esencia punk, pero con el paso de los meses, empezó a sentir que ese sentimiento moría silencioso en su interior. Al final, quedo vacía, se entrego a su carrera, la medicina, creyendo que tal vez podría aprender a extirpar sus ideales, pero solo le dio vida al monstruo que había creado en si misma: La frustración.

Un día revisando revistas viejas en la biblioteca de la universidad, se encontró frente a frente con una foto de María Cano. La polaroid la miraba fijamente a los ojos, con una leve sonrisa. Rita no soporto esa mirada y bajo su cabeza, desesperada al no saber como hace el ser humano para borrar lo que se recuerda. Su sangre se elevo en temperatura hasta los cincuenta grados centígrados. Su sangre la odiaba.

Las clases que vinieron después de esos días le importaban un soberano culo untado de mierda. Todo era una mierda. Ella era una mierda. Ni la laringe, ni los riñones, ni las células, ni el sistema nervioso lograban levantarle el destruido animo, en medio de una de esas clases, en un reflejo de árbol, se levanto y se marcho de prisa a la calle, necesitaba pensar. Necesitaba el escape. Su mente estaba a punto de quebrarse.

Nicolás también estaba deambulaba entre peatones y trafico ese día. Se sentía magullado por el eterno pateo revienta bolas de lo que era su propia existencia. Era un desesperado miserable por naturaleza. Estaba condenado a sentirse infeliz para siempre. Y todo por Rita. El amor adolescente, colegial, pueblerino, pero puro y hermoso que perdió, dejando escapar entre sus dedos, simplemente porque algunos destinos son así. Y sufría mucho por ella, pero a la vez, de tantos golpes en la vida, ha aprendido que ella ya no está. Su cara ya no la ve. Sus manos se desintegraron en la memoria de su piel. Y no existe alivio. Rita. Extraña. Se desangró su amor intoxicante con los días pasados del calendario. El se cayó, también se levantó. Ella ya no está. Su locura, en cambio, permanece intacta.

Hace poco leyó un artículo, por casualidad, donde hablaban de la Cano. La roja. Su boca dibujó entonces una sonrisa agridulce. Aguantó el aire con cuidado y se dejo llevar por la mente ociosa. ¿Es que ya paso tanto tiempo como para olvidar?

Rita encendida en llamas. Su cuerpo de blanca piel, dándole calma y alimento en esas noches borrascosas. Ella parecía una mujer mucho mayor. Ella tenía como cien años…

Hizo de sus sueños los propios y de sus anhelos el oxigeno que respiraba. Se llenó la vista de sangre y fuego, por ella: Rita y su lengua incendiaria. Ideología piromaniaca. Figura venusina y bélica ¿Dónde andará ahora? Ella aparentaba saber donde iba. Ella si que sabía aparentar entre el viento.

Separó la mujer revolucionaria, y la mujer real. La que nunca pudo tener, a pesar de haberla tenido inmóvil y temblorosa en su cama, la noche esa, en que se fue la luz en el pueblo.

Todos le conocieron como un joven de la casa, siempre tan de: “si mama, ya voy…” transformado después de filtrarse en el espectro de Rita, en un contestatario. Se juntaban a la tarde, convertidos en fabricantes de revoluciones, detrás de los baños del colegio, mientras escribían versos y azotaban sus lenguas con fuerza. Ella secaba los ríos internos con su boca, que sabia succionar. El perdía su camino entre sus senos, redondos y hermosos, a un millón de años luz de los pechos de las demás niñas del colegio. Si. Rita y su olor a sexo.


Rita recordó la muerte de su padre, el que le enseño a leer y a entender de que se trataba la lucha de la libertad. Había sido un bolchevique del pueblo, heredero orgullos de la ideología de esos veinticinco que habían luchado con Narváez. Recordó esa noche en que el cáncer pudo más que el espíritu y finalmente sucumbió rendido de dar la lucha, ante la muerte. Rita no pudo dormir en esos días y se la pasaba leyendo el último libro que su padre le regaló: Su diario. Se sentaba frente a la habitación, en una de las sillas del corredor angosto, por fortuna bien iluminado, con el libro sobre sus piernas y se arropaba con la manta que su madre le había traído unas noches atrás. Esa madrugada Rita despertó con la sensación de que el no estaba mas dentro de la habitación… y del mundo.

Nicolás caminaba en las noches, las mismas que le abrían los ojos y no lo dejaban dormir. Le corría a todo lo que el presentía que s ele venia encima, y ese algo era el recuerdo de Rita y su propia vida, absurda y sin sentido. Buscaba en medio de las luces de los autos y de los altos postes de luz, el rostro de Rita. A veces se embriagaba y totalmente desquiciado, gritaba el nombre de Rita a todo pulmón, por la sed de verla sentada a su lado, en la vereda de la verdad. Pero el destino, sabio de vivir por siglos, impedía sabiamente el reencuentro, tanto así, que ese día que Rita salió del aula de clases a deambular y pensar, el iba en el mismo anden en sentido contrario, y justo cuando sus pasos los iban a reencontrar, un fuerte vendaval asomo de la nada. El siguió su camino, pues no le importaba la lluvia. Rita estiro su mano y pido un taxi.

Ese día el destino se rio a carcajadas hasta quedarse dormido.

Nunca más se volvieron a ver.

Nunca.


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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA....

viernes, 9 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (3)






LOS OCHENTAS


Con la llegada del cometa Halley el pueblo se entrego a las más oscuras premoniciones. Algunos pensaban que era castigo de la electroacústica, por ser tan pecadores. Otros pensaban que eso era obra del Chimbilax diabólico, que venia a apoderarse de la tierra. Los mas descarados, les importaba un culo, ya que en su hedonismo, se sentían vividos y lo que pasara con sus almas, los tenia sin cuidado. Los campesinos nunca se enteraron ya que ellos saben de trabajar la tierra, pero poco de astronomía y asteroides vengativos.

Eutimio estaba vistiéndose para salir de juerga esa noche. Cabello corto, mas rapado a los costados, patilla recta mutilada a la altura de la sien, y unos pelitos extravagantes en el cuello, tipo cola de ardilla. Algunos mechones de la frente estaban aclarados con agua oxigenada. Jean blanco entubado hasta el infinito y más allá, haciéndose casi imposible la introducción del pie por la manga del mismo, camiseta blanca, con mangas recortadas a lo tegua, chaqueta de Jean perforada en la espalda con un cuchillo, en apuñalamiento del aire. Remataban unas botas picudas impuestas por encima de los pantalones. Eran los ochentas. 

- Eso no se vaya por allá a gaminiar Eutimio, vea que ese cometa se va a venir del cielo, mijo… ¡quédese esta noche en la casa carajo! – Le recriminaba doña Aurora, madre del indisciplinado y siete vástagos mas, concebidos en la misma cantidad de años, gracias a la eficaz labor de su esposo, que no rebajo Montada vs. Cuajada

- Eso no me joda con mieditos maricas, mas bien no le eche tranca a la puerta, nos vemos madre -  Dijo el personaje saliendo apresurado del hogar.

- Vida berraca con este majadero…Electroacústica bendita protéjame a este pendejo…- Oraba la madre por su adorado retoño rebelde.

Eutimio paso por el viejo parque de los novios, mas conocido como el parque de los burros – Ni puta idea por que, aunque pensándolo bien, los unos y los otros son lo mismo – En el camino se encontró con Arbey, camarada de toda la vida y con Fabián, chico envidiado por todos, ya que era el único al que le había salido un insipiente bigote tipo pelo de lulo, haciéndolo ver mas adulto y mas horrible de lo que ya era. Se fueron directo al billar “la lindaraja” ubicado en el parque principal. Entraron con aire de hombres no desarrollados, amparados por el protector mostacho de Fabián, que seria el boleto directo a una mesa, tres cervezas, tres cigarrillos “Imperial”, bolas y tacos.

- ¡Garitero! Bolas pa esta mesa hágame el favor…- Grito engruesando su voz de pollino Fabián, sonando como una corneta destemplada en el billar. Eutimio se hizo el pendejo buscando un taco y Arbey puso cara de malo, mientras trataba de contener la respiración, esperando que los dejaran jugar.

- El encargado se acerco con las bolas y las tizas en la mano. Se quedo viendo a los tres personajes y dudo de la adultez de los mismos. En esas detecto el bigotito del muchacho y eso lo convenció de que todos eran ya hombres hechos y derechos. 

- ¿Qué van a tomar?
- Una cerveza para mi…- Dijo Arbey.

Segundos después eran sacados del billar, agarrados del cuello de sus chaquetas.

- ¡Vida hijueputa Arbey! ¡Cuantas veces le he dicho que no habrá esa jeta cuando entremos a los billares! – Protestaba colérico Fabián mientras se sentaban en el parque. 

- “Una cerveza para mi…”- Lo remedaba Eutimio poniendo voz afeminada – Con esa voz de niña que tiene seria que nos iban a creer que éramos mayores de edad…maricon.
- ¡No me la monten mas!…yo que culpa tengo…

Después de pelear un rato mas, decidieron dar una vuelta por el parque. Concebido plan de antaño del pueblo. Es como un registro que viene adherido al ADN de todos los habitantes del pueblo: ¡Ir a darle una puta vuelta al parque!

En algunas discotecas del sector se escapaban los soniditos de moda de la época. Se veían chicas con camisas de pepas y hombres con flequillos terribles. Atrás habían quedado los setenta. Y los ochentas eran un momento de quietud, como una guerra fría, en donde no pasaba nada en aquel pueblo. El café era bien pago en las compraventas y las cosechas eran buenas. La broca no existía y la roya hasta ahora era solo un proyecto de la naturaleza. Belisario Betancourt estaba recién subido al podio del poder y  el nevado del Ruiz aun estaba dormido, sin pensar en hacer erupción. La tecnología estaba atrasada, no solo allí, sino en todas partes, así que no había afán por dejar de vivir en un mundo real. Todo marchaba al ritmo del pueblo: Lentísimamente.

Después de darle la obligatoria vuelta al parque, Eutimio y sus compañeros se sentaron a hablar un momento, cubiertos por la oscuridad de los gruesos arboles del parque, a fumarse un porro y hablar de un tema que a todos les daba vueltas en la cabeza. Meses antes encontraron unos libros viejos olvidados en la casa de uno de ellos y hablaban de un tal Pedro Narváez. Desde que conocieron la historia del hombre, quedaron prendados con el guerrillero zapatero y sus ideales, en especial Eutimio, que de inmediato empezó a soñar con ser el nuevo Narváez de su generación. Incluso se habían contactado con guerrilleros bolcheviques de la región y estaban pensando seriamente en enrolarse en las filas de izquierda, en son de la revolución comunista y la igualdad, consignas que aprendieron de la historia de Pedro Narváez y los libros encontrados. Sentían que eran como una secta secreta que gustaba hablar a escondidas de todo lo que había sido la historia y legado de Pedro Narváez. Soñaban con una revolución, así como algún día lo hizo el zapatero del pueblo. Leían a escondidas libros comunistas y en el colegio siempre estaban buscando la manera de causar revuelo y alboroto. Sentían esa inconformidad del que no sabe por que es comunista, pero siente que le gusta y que eso lo hace ser más inteligente y más maduro que los demás. 

- Eso nos va tocar decidirnos rapidito. Acuérdense que estamos en último año y nos toca ir a pagar el servicio militar. ¡Y yo a este gobierno no le presto un  centavo!
- Si….- Dijo Arbey – Entre pagar servicio o irme con la guerrilla prefiero irme con los últimos… - ¡Por la lucha de un ideal de libertad me hago matar!
- Venga…pero rótelo… - Dijo Fabián estirando la mano.
- Ese Narváez era un duro parce… - Dijo Eutimio con ojos vidriosos…
- Si claro…Traducirse esos libros en ruso para entender la consigna comunista rusa…. ¡Y zapatero!

Y así continuaron por un rato mas fumando hierba y hablando de su héroe, de extracción propia de su pueblo. 

Terminada la disertación, Eutimio se despidió de los demás, iba a verse con Rosalbita. Esa noche era de gran importancia para Eutimio, pues ella le había prometido darle por fin la pruebita de amor. “Ya era hora” Pensó mientras se dirigía camino a la casita de la muchacha, que quedaba cerca a la de él, en uno de los rincones del pueblo, en donde el asfalto era una quimera, y en las afueras de las casas se podían ver las bateas para las bestias y enormes troncos en donde estas eran amarradas. Como era el último barrio del pueblo, al frente de este no había más que monte, el cual siempre emanaba su fresco y verde olor a cualquier hora. La iluminación publica era escasa o en el mayor de los casos, nula. Eran ya las diez de la noche y Eutimio bajaba por las calles con cuidado de no tropezarse con las piedras impertinentes del camino. 

Finalmente llego frente a la casucha de su amada y con total sigilo se deslizo junto a la ventana de lata de la chica y con sumo cuidado, en un acuerdo ya pactado, raspo con suavidad la venta tres veces con sus llaves. Un instante después escucho otro rasguño del otro lado. Era la señal. Ya venia Rosalbita y echarle “un huevo” a la doncellita era casi un hecho.

Rosalbita se había acostado desde temprano. En su casa tenían la costumbre de apagar luces y dormir después de las ocho de la noche. El cuarto de ella era compartido con sus dos hermanos menores que ella, los cuales a esa hora ya estaban totalmente “Foquiados” Ella, astutamente, se había acostado con la ropa de salir puesta: Una camisa de colores fuertes llena de pepitas negras, un pantalón que empezaba arriba del ombligo y terminaba bombachamente en los tobillos, custodiada su cintura por un cinturón enorme. Unos tacones bajos que llevo en la mano hasta el patio trasero, para no hacer ruido y en su cabeza un flequillo en forma de copa, el cual estuvo moldeando por horas, mientras esperaba la llegada de su hombre. Paso por el cuarto de sus padres, los cuales roncaban como marranos, y se trepo por detrás del gallinero de la casa y salto el muro hacia la calle, en donde fue recibida por lo brazos de su galán. 

- Hola mi vida…como estas de linda…
- Gracias. Tu también estas lo mas de querido… - Contesto Rosalbita mientras se ponía los tacones.
- ¡Claro! Porque esta noche es la noche… - Contesto mientras le tocaba con suavidad una nalga.
- ¡Oiga, no sea atrevido! 
- Ah…Vamos mas bien que ya le tengo un sitio lo mas de “nais”

Y diciendo esto salieron de aquel barrio y se internaron en la espesura del monte por unos diez minutos. El cielo estaba en luna llena, totalmente iluminado. Al fondo se escuchaba el ruido de la naturaleza.: El sonido de una quebrada lejana que corre y corre sin fin y mágicamente. Un leve viento mecía los grandes arboles y sus hojas creaban un aspecto de otra dimensión. Las hojas secas crepitaban dulcemente bajo los pies de los excitados jóvenes que se miraban, que hablaban de cosas sin importancia: Ella, de ropa y peinados y novelas cursis. El, de sus amigos, de motos, de billar y de Narváez. Ella le decía que estaba preocupada por esas ideas comunistas que el tenia. El le decía que todo iba a estar bien.  Y así, se internaban más y más en la espesura, que se enroscaba como una culebra. En ese momento, para ellos era como dirigirse a la gloria. Había una juventud en éxtasis imposible de definir en ese instante. Eutimio adelante, guiando el sendero, apremiado por la urgencia de su bragueta, que exigía ser alimentada. Atrás Rosalbita, tomada de la mano de aquel muchacho que la sedujo con visitas furtivas, notas escritas en hojas de cuaderno, esquelas baratas y credenciales con mensajes románticos que ella coleccionaba en una bolsita escondida en el fondo del cajón donde guardaba sus calzones remendados. 

Finalmente llegaron a un claro en medio de aquel monte. El pasto bajo invitaba a recostarse allí. Eutimio y Rosalba se entregaron a los besos y caricias, interrumpidos por palabras excitadas del hombre y exigencias de promesas de amor eterno concedidas por el macho que finalmente hecho mano de su hembra. 

- Espera… ¿Y si quedo embarazada?
- No…yo me vengo por fuera… - Dijo el amante con voz ansiosa  Mientras retiraba las ropas intimas de la chica y penetraba, por primera vez, la jugosa entrepierna de Rosalbita. 

En medio de los tallos y las ramas se escuchaba el jadeo del chico y los quejidos de la muchacha. El besaba sus senos en desorden, mientras ella imaginaba que ese hombre estaría con ella toda su vida. Él, en medio de sus ganas, pensaba que mañana les contaría lo sucedido a sus amigos. Finalmente el final del acto se anuncio en el asta viril del muchacho, el cual recordó su promesa de eyacular por fuera de la vagina de la ex virgen. Estiro sus brazos y levanto un instante la cabeza al cielo y entonces lo que vio, lo dejo aterrado.

Encima de él vio un disco redondo dando vueltas y emanando una luz extraña. Probablemente era un ovni el que estaba viendo Eutimio, pero, para alguien que no tenia ni idea de esas cosas, eso no era una explicación. Fue entonces cuando recordó las palabras de su madre esa noche antes de salir.

- ¡Hijueputa se cayo el cometa ese!
- ¿Eh? -  Gimió la chica

Y Eutimio en ese instante presa de la desconcentración, olvido sacar lo suyo del cuerpo de la chica, eyaculando hasta la última gota por dentro.

Cinco meses después, en la iglesia del pueblo, fueron bendecidos ante la imagen de la virgen del Carmen electroacústica en sagrado matrimonio. A la novia se le veía ya la barriga templada de un bebe que venia en camino…

Eutimio ya no piensa más en la revolución…. ¡Aunque al niño le pusieron por nombre  Pedro!



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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA....



sábado, 3 de noviembre de 2012

LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA (2)





LA VIRGEN DEL CARMEN ELECTROACUSTICA

El patio trasero de la casa estaba en plena ebullición pues le estaba dando "Todo el palo del sol" del mediodía. Las matas de geranio, llantén, millonaria, los dos palos de brevo y el de guayaba alumbraban como si estuviesen hechos de diamante y su savia de mercurio cromo. El cielo estaba tan azul como si una obsidiana se hubiese fundido con las nubes y el cenit, delatando toda la inocencia de Dios detrás de su piel sin piel en la eternidad imaginaria de todo lo que sea sagrado. Dolores, o Doloritas, como le decían en la casa, salió a extender las sabanas  que desde hacia casi un año no lavaban pues no tenían unas nuevas con que reponerlas, hasta el  día anterior cuando paso un vendedor por el barrio empujando con la energía del conejito de Duracell una carretilla y ofreciéndolas "Baratísimas" La familia aprovecho y se compro un  jueguito que comprendía: Sabana, sobresabana y dos fundas para las cabeceras. Terminadas de  extender, Doloritas se iba a entrar de nuevo a la casa pues ya iba a empezar el noticiero del  mediodía el cual se podía sintonizar en dos variantes: Canal Camaleón o canal RCS, siglas que  de seguro traducen: "Rating Como Sea". Un rayo telequinetico del "Astro rey" le golpeo en toda  la jeta y le hizo voltear el rostro a la muchacha, la cual se quedo "Viendo negro"  cuando de  repente percibió una gran mancha en la otrora sabana blanca ahora amarillenta. "Quedaron mal lavadas" pensó con resignación y rabia mientras se acercaba, al pensar que tendría que volver a refregarlas en el lavadero, cuando de repente percibió que la mancha tenia una forma familiar. Segundos después entro corriendo a la sala gritando cual político en plena época de elecciones: "¡Milagro!" "¡Milagro!" Doña Carmenza, madre de Doloritas la tomo de los brazos intentando calmar a la hija alborotada mientras le decía: "Cálmese pendeja ¿Que tripa se le torció?" Después salieron corriendo al patio mientras la muchacha le señalaba la sabana, la cual tenia una imagen en la cual se podía ver a la perfección en un color como de lápiz, la imagen de la virgen. Doña Carmenza se postro de rodillas al ver la benefactora santa de la región impresa en las roídas telas y desdoblada entro en un trance momentáneo, del cual volvió justo antes de perder del todo la noción de su conciencia en interferencia,  para recordar que cuando estos eventos suceden, hay que enloquecer de fervor "Electroacústica bendita" gritaba la  señora mientras las lágrimas se le derramaban sin descanso por los cachetes pecosos. Su casa había sido bendecida con un milagro, para envidia de todas sus vecinas. Los gritos de alabanza de la señora fueron tan fuertes, que hasta el cura del pueblo, el cual vivía a seis cuadras de distancia, tuvo que detener su almuerzo y asomarse por el campanario de la iglesia a ver que había pasado. Los muchachos del colegio ese día también salieron mas temprano, pues estudiantes y docentes pensaron que había sonado la chicharra que anunciaba el final de la jornada. Lo más molesto fue el aullido de los perros del pueblo, los cuales se unieron a la sinfonía  y se quedaron aullando como un CD rayado  que repite el último segundo leído una y otra vez. 

Los vecinos y curiosos no se hicieron esperar en el patio trasero de la pobre casucha con olor a masa de arepas que se colaba desde la ventana de la cocina.  De un momento a otro la casa se convirtió en un mar de carne chismosa y morbosa que no quería perderse el paso a paso del acontecimiento. Las camándulas, escapularios, rosarios y demás cachivaches utilizados para rezar como loras avemarías y padres nuestros, fueron traídos con prontitud y frente a la sabana las más devotas se atrincheraron a darle de comer a su devoción y a su pasión. Los ojos en blanco, levantados al cielo sin importar cual quemado estuviese el rostro por los rayos ultravioleta y sin ningún temor por el cáncer de piel  pues le estaban rezando a la sagrada imagen de la virgen del Carmen electroacústica. Ella hacia las veces de sombrilla y protector solar UV numero cuarenta, así que eso era lo de menos. Llevaban sus biblias la cual dejaban en su regazo y todas así, arrodilladas desarrollaban una competencia por la que mas tuviese la voz en plañidera, las manos fuertemente entrelazadas y la fe más inconmovible. Doña Carmenza levantaba el rostro con orgullo pues sabia bien que ella era la dueña de la casa y por lo tanto, la dueña del milagro. Podían verlo y rezarle, pero finalmente, era su sabana.  Y a pesar de que todo dura un instante que se quedara adentro nuestro para toda la vida, queremos siempre hacer lo contrario: Tener algo por siempre y en realidad duro dentro de nosotros, un efímero momento. El sol trastoco en oscuridad y como todo buen día caluroso, trajo una noche fría. Los esposos, silenciosos detrás de las mujeres, esperaban pacientes a que estas se fueran para las casa, pero esto no pasaba. “Mija, entrémonos ya que el sereno le hace daño” “Le va a dar gripa con ese sol que hizo hoy y usted sin ruana” Pero de nada valieron las advertencias. Las mujeres del pueblo cada vez se aferraban mas a sus lugares pues no querían perderse un detalle del acontecimiento sagrado. A eso de las siete de la noche llego el cura del pueblo. Este inspecciono la sabana, se detuvo en cada parte de la imagen, con mirada escrutadora, ante el expectante silencio del pueblo. 

- Si. Es un milagro – Exclamo por fin el curita

Alabanzas de júbilo y manos abiertas al cielo celebraron la certificación oficial. Era un milagro, era del pueblo y eso se traducía en muchas cosas. Para doña Carmenza, dueña de la sabana, todo un hallazgo y fuente de dinero, pues a partir de mañana empezaría a cobrar la entrada a su casa para poder ver a la electroacústica. Vendería además las arepitas que fabricaba, pues a todo el mundo le iba a dar hambre en las oraciones, rosarios, procesiones y demás reuniones que se organizaran en pos de su sabana. Por fin tendría dinero para mandar a Doloritas a estudiar a la capital, pues soñaba con sacarla de ese pueblo de gañanes y montañeros. Soñaba con verla casada con un doctor o un abogado y no con algún vago del pueblo. Y tenía que hacerlo rápido pues la chica desarrollada estaba y más de un chulo andaba detrás de las cositas de la niña. Y la virginidad de la princesa era lo más importante. Doloritas por su parte estaba feliz pues era el centro de atención del pueblo y todos los hombres tendrían vía libre para entrar en su casa y verla sin  que la mama se diera cuenta que en realidad era una chica casquivana que gustaba de la compañía masculina en general. Era, con sus dieciséis años lo que se conocía como una “Zorra” o  también otras personas podrían denominarla “Una perra” En palabras concretas, era un puta que había perdido ya la virginidad hacia un tiempo y había sido montada por mas de media docena de dizque hombres del pueblo. Ese día estaba como mareada y con nauseas, y mientras se pintarrajeaba la jeta se fue a la droguería a comprar una prueba de embarazo, pues tenia sospechas que a ella también le habían hecho el milagro. El problema es que no sabia cual de todos era el santo…

El cura del pueblo también estaba feliz. Sabía que tendrían que enviar comisiones desde Bogotá y también desde el vaticano a verificar la autenticidad del milagro de la electroacústica. Y eso significaba visitas de obispos y altos perlados de la iglesia. El los recibiría y alojaría y por derecha tramitaría su traslado a una catedral digna de un cura como el. Una en la capital, no la iglesucha esa del pueblo, con dos torres desteñidas y las mismas bancas desde hace años. Además, tenia sus pecadillos con un monaguillo, y era mejor irse pronto, pues el amante adolescente, había empezado una provechosa extorción al cura, a cambio de su silencio, y últimamente toda limosna y aporte a la iglesia estaba terminando en los bolsillos del gañan.

Y así, por el estilo, cada uno de los participantes del milagro, entraban a verlo y a rezarle automáticamente, mientras pensaba de qué manera podían sacarle algún provecho a la manifestación divina. Todos veían esa sabana vieja como un jugoso boleto al negocio o el beneficio personal. Definitivamente, esto iba a ser muy bueno para todo el pueblo.

Cayó la segunda noche después del milagro. El cura informaba a los creyentes que ya había llamado a Bogotá y que en unos días enviarían la comisión para autenticar el milagro. Todos se frotaban las manos pues sabían que eso era publicidad, y eso traería más gente, y estos a su vez, la platica. El cura oficio misa en la casa de doña Carmenza, que parecía una lechuza hinchada de la dicha. Después de esto, empezaron un interminable rosario, en donde las voces plañideras y los gestos afectados no faltaron. Doloritas por su parte, se servía en bandeja al noveno del pueblo que le oficiaría su pellejo en el de ella, aprovechando la distracción de su madre y vecinos. 

Fue entonces cuando paso lo inesperado. Un rayo tremendo rasgo en lo alto y automáticamente abrió la llave del agua del cielo, que no entiende de milagritos. Gruesas gotas cayeron en los presentes en el patio que corrieron presurosos a refugiarse, mientras las viejas fanáticas, trataban de ponerse en pie y junto al curita, trataban de desamarrar la sabana de aquella cuerda de colgar ropa, la cual Doña Carmenza, por pura avaricia, había amarrado hasta el infinito, preocupada que alguien intentara robársela. En dos segundos el patio era una escena apocalíptica del diluvio. En el afán y el desorden, curita y viejas arrugaban la sabana y la jalaban ávidamente, hasta que finalmente la pudieron entrar a la casa.

- ¡Dios mío que aguacero tan macho! -  Bramo mojada y tiritando una de las viejas beatas
- ¿Se mojo mucho la sabana? -  Le pregunto el curita a doña Carmenza, mientras se quitaba el hábito totalmente empapado.

Doña Carmenza, que tenia la sabana enrollada con fuerza contra sus seno, en temor inconsciente que alguien le quitara, no el trapo, sino todo lo que el significaba para ella, la desenrollo con cuidado, al terminar de hacerlo, una exclamación resonó en toda la casa.

¡El milagro no estaba! La sabana, chorreando agua, volvía a ser el mismo trapo viejo y sin valor que había sido hasta la mañana del día anterior. El vendaval, o el ajetreo al desamarrarla, o el seno, enorme por cierto, de Doña Carmenza, habían borrado el milagro. El cura examino la sabana y no encontró el más mínimo indicio de la imagen. Se la entrego a doña Carmenza, la cual cayó de rodillas en el piso mojado del patio. Entonces dejo de llover tan inesperadamente como había empezado. El cielo despejo en segundos y dejo ver hermosas estrellas, que destellaban y brillaban en el firmamento.

El pueblo se quedo todo, en silencio, con la cabeza gacha. Todo proyecto se había ido al suelo. Mientras tanto Doloritas vomitaba en el baño. Uno por uno, en silencio, empezó a irse de la casa. Las viejas se sacudieron el agua y alzaron el rabo para la casa. Hasta el cura se fue, estirando la jeta. Y allí se quedo Doña Carmenza, con la mirada perdida, pensando en todo lo que se le había escapado de las manos, mientras revolcaba la sabana contra el sucio suelo del patio.

Entonces Doloritas interrumpió los pensamientos, con un berrido agónico y chillón:

_ ¡Mama!  ¡Estoy embarazada!
- ¿¡Cómo así china culipronta!? ¡¿De quien?!
- No se…




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EL MUERTO CONFIABA EN SU GENTE Y EN CALAVERA....