sábado, 7 de noviembre de 2020

VESTIGIOS (2)

 




Niña Dulce

 

Esas eran tus risas estrepitosas en el parque mientras yo corría en círculos sin expresión alguna en mi rostro. Compartíamos los crayones de las cajas sin importarnos si eran tuyos o míos. Martes. Olor a galletas recién hechas desde la cocina. Dibujábamos cielos amarillos y soles azules porque queríamos ser diferentes a los otros. Yo con mi enorme maleta, tropezando y cayendo, y tú con tu jardinera, levantándome y secando mis lágrimas. Los tarros de chocolatines saqueados en una pícara complicidad mientras todos nos miraban sospechando de nosotros. Solías quedarte sentada mirando al cielo y hacías como si yo no estuviera ahí. Entonces yo me alejaba y me quedaba observándote por el enorme ventanal que daba a un jardín desbordante de rosas y claveles. Tu inexplicable miedo a las sombras por la noche y yo prestando guardia hasta que te quedaras dormida. Robándole el tiempo a la monotonía de las tareas y las manualidades de la vida. Los juguetes y las risas desperdigados por la habitación. Los accidentes felices en la pared, en la cocina, en cualquier lugar de la casa. Anhelaría volver a escribirte en tu cuaderno de caligrafía, espero no te molestes, es que el mío lo olvide en cualquier otro lugar. La misma canción sonando ochenta y dos veces. Cielos mandarina. Cabello olor a chicle. Manos pegajosas. Los sujetadores para el cabello y la quimera de lo posible y lo imposible. Todavía recuerdo tu forma tan peculiar de vestirte. Recuerdo también tu mirada perdida frente al espejo y el anaquel de plástico rosa. Un día comenzaron a salir arco iris de ti y alguien te alzo en brazos para ponerte en una cama con rueditas y tú lo encontrabas gracioso mientras yo estaba furioso. Pero no lloré. Realmente me hubiese encantado haberte conocido. Me dijiste que si tenía algo que decir lo dijera de una vez. Todo menos “Quédate”. Yo temblaba atascado en la miel que me aferraba como una cruel colmena. Quise retenerte entre mis brazos, pero ni siquiera tu nombre atrape. No he encontrado para nada divertido el hecho de que ya no volverás.  Así que: ¡Adiós dulce niña! ¡Adiós! Yo seguiré visitándote los domingos en la tarde dejándote tus globos y tu algodón de azúcar sobre el mármol frio…

 

Desearía poder encontrar normal el que te hayas ido.

 

**********************************


Me atragante de invierno, me incendie de paz...