Es la medianoche. Lucas esta mirando hacia la
oscuridad. No puede dormir. La lluvia arrecia furiosa y la luz eléctrica se ha
cortado en su habitación, en todo el edificio, en toda la ciudad. Los rayos
iluminan los rincones, los pocos muebles, su rostro desvelado, el espejo, el
camión de la mudanza estacionado al otro lado de la calle. Deseó que las
palabras lo llevaran a completar frases en su cabeza, pero solo las imágenes en
formas pares llegan y el encuentro y la despedida se mezclan inevitables y
siente nervios, no tiene inspiración, no sabe que mas hacer. Solo quiere contar
lo que paso. Solo necesita que en esa medianoche alguien escuche su pequeña
historia personal. Solo quiere sacarse el veneno por la herida que supone su
boca. La botella de vino ínsita a conversar con él mismo. Los cigarrillos
animan como compañía ideal.
Quiso buscarla debajo de su cama y no la
encontró. Tampoco estaba enredada entre las cobijas que abrigan su soledad. Ya no
había nadie allí. Sirvió la primera copa. Recordó su cumpleaños numero
diecisiete en aquel pueblo lejano donde no pudo volver, porque no encontró una
excusa para hacerlo. Su gente mas amada esta enterrada en el viejo cementerio,
al igual que sus pasos por aquellas calles, que recorrió una y otra vez en la
confusión de no saber por que estaba allí, sentía que no servía incluso ni para
vivir, y no hubo libro que entregara respuesta concreta sobre eso. Las mañanas
con tinto y cigarrillos en la puerta de su casa y el sol de la montaña,
mientras deseaba oír su voz, pero ella ya no estaba. A partir de ese momento
supuso que debía empezar a contar las horas desordenadas de su vida para
volverla a ver. Y así lo hizo. Imaginaba su retorno como algo precioso que le
sucedería y Lucas quería estar preparado para hacerlo. Pero no lo estaba. Aun
ahora en la oscuridad de la medianoche y en medio del vino y los años, no lo
estaría. Jamás pudo pensar con claridad en medio del humo mientras fumaba. Ella
lo echo de su vida, una vez, dos veces, y Lucas también hizo otro tanto. Y no
necesitaban estar juntos para hacerlo. Y él se juro seguir y no mirar atrás. Y
ella busco a Dios en iglesias de garaje conducidas por más de un pillín. Pero
nunca es fácil renunciar. No es fácil imaginar que se esta compartiendo a esa
persona que se ama en algún cuarto, con otro cuerpo, otros contactos. Otras
manos que poseen todo lo que se ansia, en silencio. A veces es más difícil de
lo esperado. Eso pensaba Lucas, dándose la razón, pues sentía que siempre vivía
muerto de pena.
Continuara...
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NO SOY LO QUE PAREZCO. Y USTED TAMPOCO.....
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