viernes, 19 de noviembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE

  Hola a todos:



Presento mi nuevo libro, titulado ES LA MEDIANOCHE. Un intento mas de escritura. Muchas gracias.

RAFAEL BEJARANO
(STAROSTA)








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La Sombra Colgante

 

En medio de las grietas del techo de aquella vieja casa de campo abandonada, se alcanzaban a filtrar los rayos de la luna y también los rostros. Todos los rostros. El techo de tejas de lata resonaba como en una enorme caverna al ritmo incesante de la lluvia de aquella noche. Y en medio de aquel continuo sonido de las gotas al estrellarse en el tejado, se alcanzaban a filtrar las voces. Se escuchaban todas las voces. Las figuras dentro de la habitación tomaban una extraña forma en medio de la espesa oscuridad caldeada por aquel resplandor de la noche en medio de la tormenta. Y se podía adivinar en la pared como una especie de rostro, de ojos extraños, pero atrayentes, de facciones indefinidas pero intrigantes. Un rostro que no podía dejar de ser visto. Y esos labios, tan particulares, en un momento dado parecían moverse, y de su movimiento se sentía como un susurro, una voz demasiado tenue. No era necesario ni siquiera intentar levantarse de la cama. El peso de la noche hacia prácticamente imposible cualquier tipo de movimiento. Lo único que quedaba era estar allí y observar. Entonces de la nada, algo rasga la escena, es una luz, primero muy opaca y después brillante, casi insoportable. Una luz que delata toda la escena: El armario antiguo y empolvado al fondo, las paredes blancas como mármol, la silla reclinada hacia un costado, la porcelana china en la mesita junto al reloj que no anda. Y entonces encima de la puerta se podía ver: Era una sombra. Una sombra colgante. Solo te podías dar cuenta que esa sombra estaba allí cuando la luz estallaba. Noche tras noche tumbada sola sobre la cama, ella veía esa sombra colgar encima del marco de la puerta. Sus ojos siempre abiertos en la oscuridad, la inmovilidad de su cuerpo, la lluvia todas las noches, a la medianoche, como una escena que se repite una y otra vez y no termina nunca. Ella no recordaba cuando fue la última vez que fue de día o que se pudo levantar de aquella cama. Todas las cosas afuera de aquel cuarto parecían tan raras, tan ajenas, tan extrañas. En realidad, era yo, que siempre tenía la misma pesadilla de aquella chica en esa habitación. Me levantaba cansado y todas las noches soñaba lo mismo. Me despertaba a las tres menos cuarto. Empecé a dejar de dormir en la cama y me tiraba en el suelo, pero siempre justo antes de caer en el sueño sentía que había alguien o algo tirado al lado mío. Entonces me despertaba y empezaba a dar vueltas y en un momento dado ya estaba en aquella habitación, observando a la chica inmóvil y después de la luz brillante la presencia de la sombra colgante. Nunca puedo ver más allá de aquel momento. Siempre me despierto en el suelo de la habitación, con esa sensación de que algo o alguien acabo de levantarse al lado mío. Despierto cubierto en sudor, las manos congeladas y con un deseo enorme de gritar, pero con la garganta cerrada. No puedo emitir ningún sonido. A veces justo antes de caer en el sueño recurrente intento controlar mis pensamientos y moverme así sea más lento, como intentando atrapar a tientas ese alguien o ese algo que siento que está allí, pero que no puedo ver. Al principio probé dejando la luz encendida, pero me dormía igual y al despertarme siempre estaba apagada. Eso me dio más miedo y por eso deje de hacerlo. Siempre tenía a mi lado una linterna, en caso tal que en algún momento dado pudiese salir del sueño y despertar o entrar en un estado de conciencia, encenderla y ver si era algo real lo que me estaba ocurriendo. Algunas noches sentía que algo me rozaba y me quemaba, algo tan terso que incluso parece que fuera piel, pero una piel cicatrizada. A veces sentía que era como una espalda, a veces era una presencia que estaba acurrucada en posición fetal. En mi sueño se convertía en la mujer que estaba en la cama inmóvil, cambiaba de rostro, por el de una mujer mayor que no lograba ver con claridad, mientras mi cuerpo se congelaba y entonces ella por fin se levantaba, me agarraba de la mano y se lanzaba con fuerza, atravesando conmigo el espejo. Siempre que ocurría esto yo me despertaba en la parálisis del sueño, intentando ser consiente de cada inhalación y exhalación, hasta que podía por fin moverme. Busqué la vieja casa en el campo donde se desenvolvía mi pesadilla, pero no pude dar con ella. Probablemente no existe, es solo una invención de mi cerebro. La única vez que busque ayuda de un profesional de la salud no supe cómo explicarle lo que me estaba ocurriendo y me fui de allí, temeroso de ser tomado por loco y que me emitiera alguna boleta que me impidiera ser considerado como un ser humano normal. A veces incluso sentía un poco de miedo de volver a la casa y prefería caminar por las calles del pueblo sin rumbo fijo. Una tarde, justo antes que el sol se ocultara detrás de las colinas, iba caminando y decidí entrar al cementerio. No sé por qué, solo un impulso indescriptible me precipito al interior de aquel lugar. Caminé entre las hileras de tumbas, indiferente, cuando me encontré de frente y casi cayendo, una tumba poco profunda, justo al lado de un monumento arruinado de un ángel encorvado. Empezó a soplar un viento frio que me entumeció hasta los ojos, tanto así que no podía cerrarlos ni moverlos, se quedaron fijos observando el fondo de aquella tumba. Después de un momento pude recobrar la movilidad y me di cuenta que ya había salido la luna. El lugar no me incomodaba, era como si yo lo recordara de otra época pasada. La tumba tenía algo particular junto a aquella figura. Decidí alejarme.

 

Los días siguieron pasando y yo estaba durmiendo menos cada noche. Los días se volvían cada vez más lentos, y mucho más lúgubres. Me encerré dentro de mí, empecé a socializar menos. En el trabajo seguía siendo efectivo y rendía como siempre, nunca fui muy charlatán, pero todos comenzaron a percibir algo raro en mí y se alejaron de a poco, cosa que agradecí pues en realidad no tenía ganas de interactuar con nadie. En las noches seguía esperando en la luz fría, hasta que empezaba el ciclo de salir de la cama, tirarme al suelo, dormitar, soñar con la chica, la sombra, y medio despertar de nuevo. Y así todas las noches. Muchas noches. Y en el atardecer, después de salir del trabajo, me iba caminando hasta mi casa y entraba a la misma hora al cementerio y caminaba siempre por la misma hilera de tumbas hasta llegar a la tumba abierta junto al ángel. Esta situación me llevo a empezar a tener alucinaciones a cualquier hora. Una vez en el parque del centro vi a una señora sentada en una banca que empezó a convertirse en una serpiente que se partía en dos por la cintura y a la mitad sin cabeza le aparecía una, yo como siempre trataba de gritar sin éxito alguno mientras la serpiente desgarraba mi ropa, los arboles se estiraban hasta el cielo y de sus raíces veía salir reptiles que lentamente me acechaban. Otro día estaba en un restaurante y el camarero de repente se quitaba la cabeza y brotaban incontenibles arañas en su interior y la tierra se resquebrajaba, las ventanas se apagaban y comenzaron a reírse. Veía los edificios y los bloques se fracturaban y caían inundando de polvo y escombros todo a su alrededor. Estas alucinaciones al principio esporádicas, comenzaron a volverse parte de mí día a día. Yo en esos trances solo sentía como apretaba los labios. Era como tener una diaria visión del infierno. Mi aspecto también entro en el rigor de mis nuevas dinámicas. Mi rostro albergaba un extraño y desquiciado bigote y mi peinado desordenado enmarcaba unos ojos que ya no tenían brillo. Me reí en el espejo por primera vez en casi un año al ver en lo que me estaba convirtiendo. Es como si mi ser fuera un fruto del mal. Y no estaba pidiendo ninguna absolución Entre pesadillas, alucinaciones, abulia y depresión me entregue de lleno a mi espiral descendente.

 

Una noche estaba decidido a romper con el ciclo y no ir a casa. Entre en una cantina de mala muerte donde algunos personajes sombríos jugaban billar y la música de fondo solo acentuaba más lo triste de aquel sitio. Empecé a beber licor con el ritmo de un medallista olímpico en competición. El cantinero de ojos plateados y sin un solo pelo en la piel me servía y me cobraba. Yo pagaba y consumía. Era casi una competencia. Una mujer de edad adulta se levantaba con un cigarrillo en la comisura de sus labios y bailaba con el aire mientras entonaba pasionalmente las canciones de aquella inmunda cantina que le recordaban que estaba sola y que el amor le había pagado malamente. Era como una vieja muñeca pintada en medio de aquel solitario baile. Después de un trago doble me levante y sin mediar palabra la tome por la cintura y tome sus delgadas manos. Bailamos sin estar juntos realmente. Ella entrecerraba los ojos y seguía cantando desafinadamente, mientras yo sentía su aliento a licor y cigarrillo y pensaba en que no quería volver a casa. El licor siguió fluyendo no sé de dónde y la mujer y yo nos sentamos a beber de una botella y a fumar, pero sin hablarnos. La madrugada llego y la cantina cerró. La mujer me tomo de la mano y me llevo hasta su vivienda, que quedaba muy cerca del lugar. Lo único fue que en medio de mi ebriedad me di cuenta que teníamos que pasar por un camino angosto que entraba a una suerte de bosque, cosa que me asusto un poco, pero la mujer me empujo suavemente para continuar, después del paso, llegamos a un lugar del pueblo que nunca había visitado, que no conocía, que no sabía que existía. De casas destartaladas, calles rotas, perros flacuchos aulladores, y el sonido del rio que estaba a pocos metros. Pase la noche con aquella mujer, que me dio lo mejor que tenía. Su fogosidad y apetito sexual me sorprendieron y lo más grato es que dormí por fin sin soñar con la chica inmóvil y la sombra sobre el marco de la puerta. El nuevo día llego y me desperté como convertido en un hombre nuevo. Mire mi reloj y eran casi las tres de la tarde. Volteé a ver a la mujer a mi lado y la vi placida, podía adivinar casi una sonrisa en su rostro. Quise moverme despacio para no despertarla, pues solo quería huir de allí sin tener que hablar con esa señora o entrar en formalismos y trivialidades raras. Sin querer le rocé una pierna y me di cuenta al acto que estaba helada. Le tome el pulso. Nada que hacer. Estaba muerta. Pondere rápidamente las implicaciones y decidí salir de allí pronto, tratando de evitar que alguien me observara, aunque era imposible. Fuera de esa pocilga los niños jugaban en medio de las inmundas calles, los perros al verme ladraban, y los habitantes de aquel sector me miraban extrañados, pues nunca me habían visto por allí. Me fui dando largas zancadas, estaba aterrado. Temía que alguien descubriera a la mujer muerta y me llamara. Por suerte nadie me grito nada. Salí y me encerré en mi habitación, ni siquiera me duché. Me quede recostado en mi cama hasta que sin darme cuenta me quede dormido. Soñé de nuevo con la habitación, pero ahora la chica inmóvil era la mujer que había muerto a mi lado, la sombra colgando en el marco de la puerta era la sombra de aquella mujer, al despertarme estaba en el suelo y al lado la pude ver, de espaldas a mí. Cuando me volteo a ver me exalte y al parpadear ya no estaba más. Ese día no fui a trabajar. Trataba de recordar todo lo ocurrido la noche anterior, pero en realidad por la ebriedad tenía en mi mente como retazos de lo ocurrido. Ni siquiera sabía cómo se llamaba, no sabía siquiera si en algún momento me lo había dicho. Salí al caer la tarde a caminar y entre al cementerio. Camine por las mismas hileras de tumbas, pero al llegar a mi destino la tumba junto a la estatua del ángel estaba cubierta. Pero no parecía un entierro reciente. En la tumba había un nombre. Tome nota de él. También la fecha del deceso. La habían enterrado allí hacía más de diez años. A la mañana siguiente me llené de heroico valor y quise ir hasta aquel barrio marginal nuevamente. Quería averiguar el nombre de la mujer muerta, pues estaba seguro que era el mismo que estaba grabado en la tumba. Una joven muy linda estaba sentada en el pórtico de la casa de junto y le pregunte por la mujer que vivía allí. Me dijo que en esa casa hacía muchos años que no vivía nadie, que ella y sus padres llegaron hacia unos ocho años y esa casa siempre había estado vacía. Yo me retire de allí casi convencido de que mi teoría era cierta. Yo había bailado con un fantasma y era la misma mujer que está enterrada en aquella tumba junto a la estatua. Pero tenía que confirmarlo. Esa noche, pasada la media noche salí de mi vivienda y de nuevo me dirigí al barrio aquel junto al rio. Por la parte trasera de aquella casa encontré una ventana medio rota por donde yo podría entrar. Tenía que confirmar que era la misma casa donde yo me había despertado aquel día. Al ingresar me di cuenta que estaba totalmente abandonada y no había ni muebles si quiera. Estaba vacía. Llegue a la puerta de lo que debería ser la habitación, pero no abría. Estaba como con llave. Tomé impulso y la abrí a la fuerza. Al ingresar me di cuenta que efectivamente no era la habitación en la que haba despertado junto a aquella mujer, pero era peor aún, era la habitación de mis pesadillas. No había nadie en la cama. Como un autómata fui hasta allí y me acosté, presa de un demente impulso. Entonces vi que la puerta se cerró, la oscuridad todo lo invadió y en el techo de lata empezó a sonar el concierto de la lluvia. Veía el rostro en la pared y la luz brillante entro y vi la sombra colgando del marco de la puerta. La sombra tenía una forma en su rostro, era la mujer mayor que yo buscaba. Ahora yo estaba atrapado en mi propia pesadilla. Y probablemente yo hacía parte de la pesadilla de alguien más.

 

Y no hay nada más que contar, en realidad; pero, como pueden imaginar, no se después de cuánto tiempo pude liberarme de aquella pesadilla. Las opiniones del psiquiatra sobre temas puntuales de mi caso no son ya tan convincentes como al principio. De todo esto al final mis nervios quedaron destrozados. El pánico me invade cuando alguna sombra cae sobre alguna puerta, y no soporto ver casas en medio del campo. Ni hablar de los anocheceres en la época de invierno, aun me siguen costando más de una noche de terrible insomnio. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas.



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Somos sombras en tiempos perdidos...



2 comentarios:

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