viernes, 26 de noviembre de 2021

ES LA MEDIANOCHE (2)

 







Delirio

 

Estoy aquí, caminando bajo la noche, cruzando las sombras como los rayos de la luna entre la espesura. Quisiera poder ser invisible, quisiera poder pasarme a otro cuerpo, y correr, huir. Mis ojos en medio de la oscuridad se disocian de la realidad en la medianoche y veo formas extrañas. Camino por las calles, pero en realidad es como si estuviera en otro lugar. El asfalto es como un habitante, con cuero de serpiente. Se enrosca a mis pies y se contrae. Los edificios son como la maraña que no permite avanzar. Veo a los habitantes que pasan a mi lado, inútiles y vacíos, van caminando riendo, pero sin gesticular. Van avanzando siempre en filas eternas, directo hacia el abismo. No hay más hormigón ni cemento, en la selva estoy, en medio de tanta espesura casi no puedo avanzar, solo algún rumor de matanzas me llega. Las ventanas se apagan y ríen. Las luces de la ciudad morirán, para volver. Veo nacer una sombra de pie, huele a azufre y sangre. El cielo gira y cambia de colores. Es mi mareo que viene desde el fondo de mi cerebro. No creo que yo esté muerto. No sé si quizás haya sido el vino, pero todo da vueltas a mi alrededor. Tengo vértigo y temo caer en alguna de esas enormes ulceras de la tierra. ¡Que lejano se percibe el sol de siempre! Todas las zonas son oscuras. Deforman el dolor del espacio y se encandilan. Nunca fue igual esta jungla de hoy, nadie quiere ya las flores del campo. Toda la sustancia de la noche se ha derramado entre ellas, así como los hombres se agrietan con la edad. Los caminos de la muerte son numerosos y extraños. La sombra me invita a continuar. Quiere mostrarme las luces de la noche donde ella se refracta para ser, para estar. Nada se detiene allí, ni un solo instante; los enormes arboles oscuros palpitan en el gélido oleaje del viento. Sus ramas se aparean entre el manto de niebla. Se enroscan sumidas en el vacío, danzan ceremonias vudúes. Es posible que no pueda yo desde el nervio de mi ojo comprender si finalmente esto que veo sea arte, pero este es un mundo de dulce amargura, entonces quizás, sí. El beso de la noche fría en mi mejilla perdura por siempre, me hace reflexionar desde un estado ambivalente donde los pensamientos profundos son un deber, dejando en ellos el dolor del ser, al comprender que la luz no siempre es todo. Mi espíritu indignado se tienta a huir a través de mi mirada oscura. El mundo en el que vivimos entiende el amor como una insensatez, una distracción. La esperanza se va extinguiendo conforme va pasando el tiempo. Asoma una tempestad terrible. Se acerca ya la forma del trueno. El cielo triste se pone inquieto e inquietante. La tormenta cae y las gotas se clavan en la tierra como cascos de enormes bestias, pisando y destrozando. Escucho gritos de seres que mueren dos veces. En mi deambular sin rumbo fijo vuelvo a mi habitación venida a menos. En la mesa está la araña de fiebre, en mis pensamientos, propios y ajenos, no hay conexión hacia el reino de la lengua. Se hace más apretado el nudo estrecho en la garganta, es difícil mantener la cabeza en su sitio cuando los que te rodean la han perdido y te lo echan en cara. Intento forzar el corazón, los nervios, tendones y músculos para tratar de seguir en movimiento a pesar de estar preso de este singular sopor. Pero no hay caso. Soy como una estatua en medio de mi habitación. Una bola de piedra. ¿Sera esta la despedida? ¿Sera el momento de partir? Dura es la espalda y áspera es la soga. Besare a los que amo desde mi forma astral. Diré adiós al recorrido sacudiendo fuertemente mi mano. Luego en la tumba estaré helado de llanto.

 

Ahora todos son como yo. Tengo miedo. Ya no podremos vernos. En estas letras solo he transcrito el dolor de un ajuste malogrado. Soy un completo abismo.


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Somos sombras en tiempos perdidos...

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