Aviones de papel difíciles de armar
Tengo las manos
rotas de estar abrazando rocas todo el día. Voy buscando algo que no está. Voy
a irme con el rio, de tanto mirar atrás. No sé si algún día lo vaya a cruzar. Caminando
sin pensar me di cuenta que el sonido de mis pies descalzos y mojados corriendo
sobre la tierra caliente me recordó que amaba estar encerrado en tu casa cuando
el tiempo descansaba. Tú casa tranquila y plena de vida. La mía queda en lo
alto de la colina llena de pretenciosos, con las escaleras de piedra y las
puertas de melancolía. Al subirlas encontraras a la desesperación y a mí. Me
paso el día y la noche pensando siempre en lo mismo. Sufro las dolorosas
transformaciones del ser. No reconozco ni mi voz, ya no recuerdo ni que soy. En
ocasiones como ésta, ante la excitación de devorar a los cromañones, quisiera
salir a fumar, pero cada vez es más difícil ver a la gente en la calle,
caminando, con un cigarrillo en la mano. Debo buscar otras maneras de desterrar
el frio y esperar el día. Me encantaría poder pasar el tiempo de nuevo en aquel
lugar de antes, respirando las horas, hablando de nada, fundiendo estrellas
para flotar. Y mientras esperamos el ocaso, preparar de nuevo otro café, hasta
que sean miles. Pero ya no hay miércoles feliz, todo se nos puso medio gris y
no quiero que te enteres de la cantidad de hielo que ahora hay sobre mis
sueños. En fin. Fuimos recetas sin ingredientes para cocinar. Lagos profundos
sin lugar donde nadar. Música linda sin parlantes donde sonar. Aviones de papel
difíciles de armar.
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Me atragante de invierno, me incendie de paz...
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