Hola a todos:
Hasta aquí publico este libro llamado "RIO MAGDALENA" Gracias a todos los que leyeron o comentaron las entradas. Si quieren leer el resto del libro se encuentra aquí:
O como siempre dando click en la caratula que se encuentra a la derecha del Blog. Nos vemos en una próxima entrada con una nueva publicación.
Muchas gracias.
STAROSTA
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LA
CASA DESAPARECIDA
El hombre fue encontrado a la
orilla del rio Magdalena. Estaba sin camisa, sin zapatos, el pantalón roído. No
recordaba nada. No hablaba. Parecía no entender lo que le estaban diciendo. Me
dijeron que tenía más de sesenta años. Que desde que había cumplido treinta y
dos se había encerrado en su casa y nunca más había vuelto a salir. Las
empleadas domésticas contaban que el señor una mañana se levantó como loco,
salto el muro del jardín trasero de la casa y se había ido corriendo. Que ellas
lo habían llamado a gritos pero él no atendió. De eso hace más de una semana.
Lo llevaron al pequeño hospital
donde lo dejaron en una de las pocas camas que tenían disponibles. Yo me
asomaba por la ventana y me quedaba mirándolo. Tenía los ojos muy abiertos.
Ojos que no miraban a ninguna parte. Se notaba que respiraba con dificultad. Tenía
la barba enredada, las arrugas muy profundas, las uñas de las manos y los pies,
muy largas. Las vecinas comentaban cosas: Que estaba loco, que estaba poseído
por el demonio, que estaba muy enfermo. Al otro día, muy por la mañana, llego
el griterío de las vecinas, el viejo, se subió en una silla y metió la cabeza
en el ventilador, no se mató, pero si se abrió la cabeza. Tuvieron que atarlo a
la camilla para que le cogieran diez puntos de sutura. El viejo de repente
comenzó a gritar. Gritaba como loco en esa camilla del hospital. ¡Berenice!
¡Berenice! Repetía una y otra vez sin darse respiro. Le tuvieron que inyectar
un fuerte calmante para que se quedara dormido. El vigilante del hospital conto
a la hora del almuerzo que era tranquilizante para caballos. Mi interés por el asunto fue creciendo
exponencialmente, hasta que al otro día, siendo ya entradas las seis de la
tarde, decidí dirigirme personalmente al centro de salud para ver más de cerca
al personaje. Al llegar, por suerte vi a Estercita, enfermera allí y una
conocida de la familia y me reuní con ella de inmediato. Me indico que según
las indagaciones realizadas, el hombre vivía en las afueras del pueblo, en un caserón
enorme. Fui rápidamente hasta el lugar indicado y cuál fue mi sorpresa al ver
la enorme casa reducida a cenizas. Paredes, vigas, todo, consumido por la
inexorable fuerza de las llamas. Una casa enorme de dos pisos, convertida en
carbón. No contento con la verificación
me metí en lo que quedaba de aquel hogar a ver que podía encontrar. Los
espacios donde estaba la cocina, la sala, las habitaciones, todo fue
inspeccionado por mi morbosa curiosidad, pero fue una pesquisa en vano. No
había ningún rastro, ningún indicio de que pudo haber ocurrido en aquel
caserón. Finalmente vi una puerta cerrada con un enorme candado, y si bien
mostraba signos de la violencia del fuego, aun se sostenía en pie. Estaba en el
fondo de un largo zaguán. Con la luz de la luna fue suficiente para llegar
hasta allí. No encontré nada con lo que pudiera forzar el enorme candado y si
la puerta estuvo cerrada, posiblemente lo que había detrás de ella aún estaba
intacto, cosa que me emociono, aunque no sé muy bien el por qué. Me devolví de
nuevo a mi casa con la idea de encontrar una barra, un martillo, algo con que
forzar el candado, pero estando allí empezó un torrencial aguacero que me
obligo a quedarme en casa. Presa de la ansiedad pase una noche muy mala, en la
cual soñé con la casa desaparecida y la puerta misteriosa. Ni bien despuntaron
las luces del alba me levante, tome un desayuno ligero y me dirigí de nuevo a
la casa del viejo loco con un gran martillo para forzar el candado. ¡Cual fue
mi decepción cuando llegue y la entrada había sido violada! No lo podía creer,
allí, parado entre cenizas mojadas y frio mañanero. Con sigilo empuñe el
martillo y sin hacer ruido entre a la habitación, la cual estaba seca, sin
rastro de quemadura alguna. Era una habitación exquisitamente adornada,
cortinas gruesas de terciopelo rojo, una cama doble con edredón fino y sabanas
de seda. Cómodas enormes, cuadros pintados al óleo, sillas, pequeñas esculturas
de mármol, en fin, se notaba que el viejo tenía muy buenos gustos. Al fondo de
aquel cuarto vi un baúl enorme, también cerrado con candado. Me acerque
emocionado, dispuesto a volar el candado con mi martillo. El cofre contenía
herrajes dorados, de madera fina. Algo importante debía contener y yo tenía que
saber que era. Estando a punto de cometer mi acto recibí un golpe en la cabeza.
Todo se nublo y caí sin sentido al suelo.
Me desperté acostado en una de
las camillas del hospital del pueblo. Hacía un calor infernal. Desde mi borrosa
mirada vi un reloj en la pared que apuntaba al mediodía. Un fuerte dolor de
cabeza me hizo quedarme quieto en mi lugar. Entro una enferma que celebro el
hecho de ver que ya me había despertado. Pregunte qué día era. Me dijeron que
era un jueves de marzo. En medio del dolor recordé que la mañana que estuve en
la casa del viejo era la de un martes. Después de la revisión de los médicos y
las preguntas de mis parientes, retorne a casa, confundido y maltrecho. El
viernes por la mañana no me dejaron salir de mi casa, así que fue hasta el
sábado que pude retornar al caserón quemado. De nuevo me confundí, pues al
llegar ya ni siquiera estaban los restos de la casa quemada. Solo el lote
pelado, donde se podía evidenciar donde habían clavado las vigas principales y
la escalera. Era todo.
A estas alturas en mi cabeza solo
emanaban preguntas sin respuesta lógica aparente. Decidí buscar las casas
vecinas. Necesitaba más información. Pero ninguna persona quiso dar información
respecto al vecino loco que había sido encontrado en la orilla del rio.
“Esa casa siempre estuvo como
abandonada. Sabíamos que alguien vivía allí pero nunca supimos quién. Las
empleadas del servicio eran las únicas que entraban y salían, pero jamás
indagamos nada con ellas” Era en resumen la respuesta que los vecinos de las
casas aledañas daban sobre el extraño propietario del caserón. Pregunte por el
incendio pero tampoco hubo respuestas claras. Decían que a la medianoche vieron
un resplandor por las ventanas y cuándo se asomaron ya la casa estaba devorada por
las llamas. Era todo.
Al día siguiente, fui directo a
la comisaria del pueblo a comentar lo que había investigado hasta el momento
respecto a tan particular historia. Los policías en un momento se pusieron como
molestos al ver que yo había estado viendo y preguntando cosas. Me dijeron que
eso no era asunto mío y que me fuera para la casa. Yo insistía en que se debía
averiguar el tema más a fondo y fue cuando las cosas se salieron de control.
Termine discutiendo con ellos y me encerraron veinticuatro horas en el calabozo
por alterar la tranquilidad del pueblo. Mi familia termino también molesta
conmigo y me dijeron que dejara las cosas así. Pero yo terco como una mula,
deje pasar unos días y de nuevo me fui hasta el hospital a buscar al viejo. Una
vez más las sorpresas no se hicieron esperar: Me dijeron que haya no había
registro alguno de la persona que yo preguntaba. Busque a Estercita pero no la
pude ubicar en ninguna parte.
Derrotado en mi ánimo me senté en
una de las bancas del parque principal a fumarme un cigarrillo. Estaba ante una
situación por demás extraña y no sabía que más hacer. Las nubes se tornaron
grises y empezó a lloviznar. Me puse de pie buscando abrigo de la lluvia cuando
de repente vi al viejo cruzando la calle opuesta. Mi ánimo se exalto y decidí
perseguirlo disimuladamente, pero al dar vuelta en una esquina lo perdí
totalmente de vista. Inmediatamente tome rumbo al sitio donde se había quemado
el caserón para ver si de pronto lo encontraba por esos lados. Fue cuando
descubrí, absurdamente, ¡Que la casa estaba en pie! No lo podía creer. ¿Qué era
lo que pasaba? Fui hasta la puerta, golpee decididamente el picaporte. Alguien
abrió. Era yo. Me desmaye.
Desperté en una cama de hospital,
conectado a toda clase de tubos y sondas. Estaba solo. Era medianoche. Como
pude me quite todos los artefactos médicos y me fui hasta el baño. Al verme al
espejo vi la imagen del viejo que tantas veces había intentado buscar. Una
enfermera me encontró, me llevo de nuevo a la cama, llamo a la familia, al
consejo médico, me hicieron toda clase de revisiones, yo no reconocía casi a
nadie, no entendía lo que pasaba. Un mes después me dieron de alta y me
llevaron a un lugar que no reconocí. Un apartamento moderno. Me contaron la
historia: Llevaba casi diez años en coma. Había enviudado, sufrí de alcoholismo
y una noche, borracho, descubrí que mi casa se quemaba. Me fui hasta el rio con
un balde, me metí mucho en él y la corriente estaba brava, me golpee la cabeza
con una enorme roca y me encontraron inconsciente en la orilla en el pueblo
vecino. Pasaron casi diez años para despertar. Pregunte por mi casa. Me dijeron
que ya no existía. Resulta que tenía todo mi dinero en un cofre que nunca
apareció. Nadie supo por que se inició el incendio. Nunca volví a ver mi hogar.
Ahora vivo en un asilo de ancianos en el que mis hijos me dejaron.
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Cantaba al remar en su canoa a ritmo firme el pescador...
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Cantaba al remar en su canoa a ritmo firme el pescador...
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