VII
Me desperté en mitad de la noche,
incomodo por un extraño hormigueo en mi mano. Encendí la lámpara de la mesa de
noche y descubrí que la escama se ha regado por toda la mano, la cual esta
rígida como el hielo. No la puedo mover. Me espante un poco al verla en ese
estado, pero decidí volverme a dormir y pensar mejor que hacer en la mañana. Al
llegar el día, fui de nuevo hasta el baño y trate inútilmente en retirar las
escamas. Busque en Internet alguna respuesta, pues pensé que sería alguna
infección común y debería encontrar algún remedio o cura para la misma, pues no
deseo salir de casa y menos ir a un hospital, el cual estaría lleno de gente
enferma y lúgubre, así como yo. Pero no encontré ningún dato sobre la afección.
Decidí dejarlo pasar. En algún momento se aliviara sola. Tuve el impulso
demente de llamarte y comentarte la situación, para ver si así vienes a mi casa
a cuidarme, pero desistí. A estas alturas, ya no espero ni tú lastima. Me la
pase el resto del día intentando en vano mover mi mano y debo confesar, un poco
encantado de ver como poco a poco la escama continua subiendo hasta llegar casi
hasta el codo. Tome un libro al azar de la biblioteca y me metí de nuevo entre
las cobijas para leerlo, pero en vez de eso me quede mirando hacia la nada,
recordándote e inventando historias de los dos, todas con desenlaces
imprevistos y finales felices. Me duele un poco el pecho, no sé si es por la
pena, o porque mi ser se me quiere salir. Siento que mi alma se balancea y todo
lo que sé, es lo que siento. Y siento muchas cosas que son tuyas. Tú estuviste
siempre a mi lado en noches parecidas a esta. Debiste haber elegido una noche así
para decirme adiós. Aunque fuera lo último que hubiésemos hecho juntos. Pero
No. Tú te fuiste de día. Y yo me quede con las manos abiertas, llenas de silencio.
Los lugares que frecuentábamos ahora no significan nada. Carecen de vida, no
tienen color. Yo jamás te había visto tan perdida. Nunca me había perdido tanto
yo. A veces ni siquiera parecías tú. Yo nunca me parecía a nadie, a nada.
¿Dónde estás? ¿Adónde vas? El tiempo parece demasiado pesado al pasar por mis
recuerdos esta noche. Me quiebra la espalda, me agota totalmente. Se hace
tenebroso el solo pensar en todo lo que nos ocurrió. Yo quisiera
reescribir nuestra historia pero es como imposible abordarla de ningún modo.
Más obscuros aun eran tus ojos grandes. Tu mirada abismal en la cual yo sufría
de vértigo. Quise aquella ves suplicarte para que te quedaras, pero estaba
lloviendo demasiado fuerte y casi no te podía ni ver de tanta agua que se
entraba en mis ojos, no sé si era la lluvia o yo que estaba llorando. Me quede
parado en mitad de la helada noche mientras tú te alejabas. Pasaron los
minutos y torpemente reaccione y corrí detrás de ti por una calle desierta y
oscura. No te vi en ninguna parte. No te pude hallar. Decidí que iba a encontrarte aunque me tomara toda la noche.
Invoque fuerzas divinas para que me ayudaran a rastrearte como si fuera una
cacería de brujas. Te busque en las sillas vacías del parque y en el bar
desolado de la esquina. Te busque en las estaciones del bus y en los andes
vacíos del centro de la ciudad. Por siempre jamás es siempre para ti. Tomabas
las decisiones y no dabas vuelta atrás. Y eso te paso también conmigo. Yo te
defraude. No estuve a la altura. Destruí tu confianza en mí. Tú
maravillosa y hermosa confianza.
Ya no estoy convencido de lo que quiero,
de lo que estoy buscando. Sólo sé que en este punto me he convertido en una
persona difícil de consolar. No tengo claro a estas alturas quién intento ser
en lugar de ser yo mismo. Sólo estoy pagando el precio mientras rompo todas las
reglas. Todos los signos que encuentro han sido recalcados en mi mente, no me
es permitido ingresar. Claramente entiendo que todos los demonios en mi
interior florecen en la forma en que son fomentados por mis manías. Todo el
afán, la acelerada caída puramente me
está derrotando. He convivido detrás de la máscara de lo que se supone que debo
con un dolor al cual ya estoy acostumbrado. Existe una brecha en mi espíritu que
me lleva a los parajes más salvajes de mí ser. Ya no contengo en mi la
inocencia, ni el sentido real de la consciencia, no siento yo arrepentimiento. La
oscuridad se alimentó de todas las regiones de mi alma. He pagado el precio de
expulsar de mí adentro al paraíso. Yo entiendo mi realidad, lo que sé que es
real. Invocare una plegaria silenciosamente, llena de desaliento. Irónicamente
me siento limpio. Lo más limpio que he estado en toda mi vida. Después de
derramar mis lágrimas, de dejarme caer, siento algo de pureza en mí. Le puse un
final a todo, he transformado el rito de mis días, y si bien no me es tan claro
lo que el destino planeó para mí, empiezo a comprender que lo único que tengo
es lo que pueda atrapar entre mis manos. No sé si quede algo sagrado dentro de
mí, solo sé que en medio de este abismo, hay algo en la pena que me gusta. No
sé cómo explicarlo. Mis intenciones y mis sentires se encrespan y ruedan en
medio de mi tormenta personal. No sirvo para persuadir a nadie. Los años también
me enseñaron a no señalar a ninguno. Solo vivo mi vida ausente, en silencio. Creo
que somos personas dañadas que se buscan y se rechazan entre sí, encantados por
los sofismas que no entendemos claramente. Somos almas perturbadas y agobiadas por
las practicas que pensamos alguna vez, no nos harían ningún daño. Olvido para
sentir que no estoy muriendo, pero es un olvido en vano. Rezamos entusiasmados
esperando que llegue algo a nuestras vidas, algo que no viene desde algún lugar
profundo en nosotros. Algunas cosas no tienen sentido…
Solo a veces te pienso y te recuerdo, y
es una imagen que me alivia y me acompaña, mientras destruye y apaga al mismo
tiempo. Y solo cuando hago esto olvido que estoy sintiéndome cada vez más viejo
y muriendo. No se necesita de mucho para poder verme lastimado. Pero a la vez no
lo querría de ninguna otra forma. Siempre hay un precio que se debe pagar…
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Siempre Estaré Aquí...
Somos personas dañadas que se buscan y se rechazan entre sí y cuando no estamos dañadas nos buscamos nos encontramos y ya nos encargamos con esmero de dañarnos.
ResponderEliminarPero sí, siempre hay un precio que pagar por todo.
Un beso
Buenísimo tu relato... Llega... Triste y claro, me gustó 👍
ResponderEliminarSaludos 🙋