LA ILIADA
El
pueblo se inundo tremendamente después de la terrible ola invernal que azoto al
país. La gente lo perdió prácticamente todo. Se quedaron en las vías del tren,
durmiendo y viviendo a la intemperie, mientras esperaban la ayuda del gobierno.
El presidente prometió girar dineros para estas personas, pero los meses se
fueron acumulando en el desván del tiempo y la ayuda no llegaba. Cada vez que
se comunicaban les pedían los mismos datos, pero la respuesta era invariable:
“Usted no tiene giro para reclamar” Pero en las noticias siempre decían que
esos auxilios ya habían sido girados. Los habitantes del pueblo empezaron a
sospechar de los funcionarios del banco. Se reunían en las noches para debatir
que podían hacer para acceder a esos recursos, pues estaban muy mal
económicamente y temían que se estuvieran robando su dinero los pillos que
trabajaban en el banco. Finalmente decidieron reunir los pocos pesos que les
quedaban y regalarles a los empleados del banco un gran cajón lleno de viandas,
que en realidad no eran sino los pocos mercados que les quedaban a estas pobres
gentes. Debajo de los mercados iban escondidos tres habitantes del municipio
que debían salir del gran cajón después que hubiesen cerrado el banco para
sacar el dinero y llevarlo a la comunidad. Y así lo hicieron. Llegaron
arrastrando esa enorme caja un viernes justo antes de cerrar el banco. Los
empleados, afanados por irse y sorprendidos con el inusual obsequio, lo
ayudaron a entrar a las instalaciones agradeciendo felices y diciendo que el Lunes
abrirían la caja y la revisarían. Los habitantes sonrieron por lo bajo
satisfechos. Esa era la idea. Dentro del cajón los tres hombres, apretados y en
la total tiniebla, decidieron encender una vela que llevaba uno de ellos para
poder ver algo. Había pasado ya varias horas y necesitaban salir. Uno de ellos
encendió la vela y la pego en la base del cajón, mientras intentaban buscar la
barra de hierro que llevaban para forzar la madera y poder salir, con tan mala
suerte que el cajón empezó a quemarse y en medio del caos, no encontraron la
dichosa barra. El banco se incendio, y justo ese día unos minutos antes habían
llevado el dinero de las ayudas humanitarias. Los tres hombres murieron
quemados, el dinero se quemo también y la gente se quedo sin sus amigos, sin el
mercado y sin el dinero.
Al
caído, caerle.
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TODO SE HA CALCADO A SI MISMO, NADA BUSCO YA SIN PASOS....
Hola!!!!!! Ciertamente al perro flaco todas las pulgas se pegan. Y yo sigo con emoción este libro y aprovecho para felicitarte estas fiestas y desearte un feliz y creativo año nuevo. Un abrazo fuerte!!!"
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